Cuba vive la circunstancia que los teóricos del marxismo llaman una «situación revolucionaria». La diferencia es que en nuestro caso tanto la dirección política como el pueblo adquirimos conciencia de su existencia, y tenemos una postura coincidente. Por ello no se trata de que siga funcionando empecinadamente un reloj cualquiera, pues desde Céspedes hasta este minuto los desafíos de Cuba crecieron sustancialmente.
Hay hechos sorprendentes y otros simbólicos. Y los hay en los que, curiosamente, se unen sugestión y simbolismo.
Hace un tiempo una estudiante de Periodismo descubrió en el Museo de la Revolución que el reloj de bolsillo de Carlos Manuel de Céspedes —el Padre de la Patria—, de quien recordamos este 18 de abril los 200 años de nacimiento, funciona aún a la perfección. Está «que da la hora», como diríamos en buen criollo.
Para algunos la singular noticia no significaría nada, pero se me antoja como una cábala en un etapa que marca un «Rubicón» en la historia de la nación cubana.
Si los filósofos afirman que nadie se podría bañar nunca en el mismo río, porque las corrientes de siempre le obligarán al chapuzón en aguas nuevas, coincidiremos que el destino colectivo de esta isla se zambulle por inéditos y desafiantes cauces.
Presumo que Cuba vive la circunstancia que los teóricos del marxismo llaman una «situación revolucionaria». La diferencia es que en nuestro caso tanto la dirección política como el pueblo adquirimos conciencia de su existencia, y tenemos una postura coincidente.
Por ello no se trata de que siga funcionando empecinadamente un reloj cualquiera, pues desde Céspedes hasta este minuto los desafíos de Cuba crecieron sustancialmente.
El simbolismo está en que este país no tiene solo por delante hacer parir mejor las tierras y las fábricas, y en consecuencia cubrir mejor las mesas y las vidrieras. Se trata de demostrar que el socialismo, con la nueva Constitución aprobada a 150 años de la Guáimaro, puede ensanchar equidad, bienestar y libertades en medio del cerco mezquino y la agresividad intolerable del peor de los gobiernos derechistas norteamericanos.
Definitivamente es preciso hacer sentir a todos que con sus manos y su aliento dan cuerda a ese reloj cespedista, para que siga marcando, indetenible, las horas futuras de Cuba. Su terco tic tac anuncia que seguimos en tiempos de fundación.