Si inmensa es la obra martiana, inmenso es el espacio que en ella dedica a la mujer, esa de quien afirmaba que “[…] es incompleta la victoria cuando no mueve el corazón de la mujer”.1 Aunque mucho habló de la mujer en general, las cubanas ocuparon un importante espacio en su vida y en su obra.
Una de las que mayor influencia ejerció sobre él fue doña Leonor, su madre. A pesar de que sus progenitores no pudieron entenderlo nunca —y no era fácil: era él quien se saltaba los marcos de su época—, Martí heredó mucho del carácter de sus padres, de su entereza e integridad. El propio Martí lo reconoció cuando afirmó: “[…] y ¿por qué nací de Vd. con una vida que ama el sacrificio? […]”.2
Otra madre lo conmovió profundamente: la progenitora de “la tribu heroica”, Mariana Grajales Cuello. La conoció ya viejecita y lo enterneció la firmeza de sus ideales, su vibrante amor a Cuba. Tras la muerte de la madre de los Maceo, conmovido, escribió en Patria: “[…] ¡Qué había en esa mujer, qué epopeya y misterio había en esa humilde mujer, qué santidad y unción hubo en su seno de madre, qué decoro y grandeza hubo en su sencilla vida, que cuando se escribe de ella es como de la raíz del alma, con suavidad de hijo, y como de entrañable afecto? Así queda en la historia, sonriendo al acabar la vida, rodeada de los varones que pelearon por su país, criando a sus nietos para que pelearan”.3
Y de María Cabrales, la esposa del Titán, ¿qué escribió Martí?: “¡Fáciles son los héroes con tales mujeres!”4 Y está hablando de María; pero, de hecho, la convierte en símbolo de la mujer mambisa, esa que lo abandonó todo y se fue a la manigua a compartir miseria y necesidades, a ayudar en cuanto le fuera posible, en los hospitales de sangre y en el combate, porque incluso en esos hospitales nuestras mujeres tuvieron que combatir para proteger a los heridos de los ataques de los guerrilleros servidores de España.
Su admiración por la abnegación de la mujer alcanza alto vuelo al referirse a la Asamblea Constituyente de Guámaro, donde “[…] una mujer de oratoria vibrante, Ana Betancourt, anuncia que el fuego de la libertad y el ansia del martirio no calientan con más viveza el alma del hombre que la de la mujer cubana”.5
Especial lugar reservó en su corazón de cubano sensible para aquellas que habían perdido en la manigua a sus seres queridos. Por eso, acerca de Amalia Simoni escribió: “Por la dignidad y fortaleza de su vida; por su inteligencia rara y su modestia y gran cultura; por el cariño ternísimo y conmovedor con que acompaña y guía en el mundo a sus dos hijos, los hijos del héroe, —respeta Patria y admira a la señora Amalia Simoni, a la viuda de Ignacio Agramonte”.6
De igual modo, reverenció a la mujer que fue su compañera en la ardua labor de conquistar la unidad de todos los cubanos, un ejemplo es el caso de Carolina María Rodríguez Suárez, destacada luchadora por la independencia de Cuba durante sus tres guerras contra el colonialismo español, quien también fue conocida como la Patriota. Cuando conoció a Martí, ya Carolina tenía su historia y su leyenda; no obstante, se sumó con fervor a los preparativos para crear lo que sería el Partido Revolucionario Cubano y lo acompañó en sus recorridos por las diferentes emigraciones. Entre el Apóstol y la anciana surgió un profundo cariño; Martí sentía una gran admiración por esta mujer, que —a pesar de su edad y los sufrimientos por los que había atravesado— seguía adelante en su labor por alcanzar la libertad patria; para ello, participaba con entusiasmo en las actividades patrióticas y contribuía donando buena parte de su escaso salario para la preparación de la guerra o para otros cubanos que en el exilio sufrían necesidades. Así lo refiere nuestro Héroe Nacional: “Y cuando cobra la semana infeliz, porque poca labor pueden ya hacer manos de setenta años, pone en un sobre unos pesos para un cubano que está enfermo en Ceuta, y otros en otro sobre, para el cubano a quien tienen en la cárcel de Cuba sin razón, y en el sobre que le queda pone dos pesos más, y se los manda al Club Cubanacán […]”.7
Muchas otras pudiéramos nombrar y muchas se preocuparon por él, como ocurrió cuando intentaron envenenarlo y fue cuidado y protegido en el humilde hogar de Paulina Pedroso, su madre negra.
Para resaltar sus criterios acerca de la mujer y su contribución a las luchas libertarias, pudiera ser suficiente la frase con la que comienza este trabajo: “En los Andes puede estar el pedestal de nuestra libertad, pero el corazón de nuestra libertad está en nuestras mujeres”.8
Notas
1 José Martí: “De las damas cubanas”, en Obras completas, t. 5, Centro de Estudios Martianos, Colección digital, La Habana, 2007, p. 16
2 “25 de marzo: un día inolvidable en la historia patria”, en http://www.vanguardia.cu/de-cuba/3254-25-de-marzo-de-1895-un-dia-inolvidable-en-la-historia-patria
3 José Martí: “La madre de los Maceo”, ob. cit., t. 5, p. 26.
4 ________: “Antonio Maceo”, ob. cit., t. 4, p. 456.
5 ________: “El 10 de abril”, ob. cit., t. 4, p. 387.
6 Cento, Elda; Roberto Pérez y José M. Camero: Para no separarnos nunca más. Cartas de Ignacio Agramonte a Amalia Simoni, Casa Editorial Verde Olivo, 2018, La Habana, p. 329.
7 ________: “El alma cubana”, en Obras completas, t. 5, pp. 15-16.
8 ________: Fragmentos, ob. cit., t. 22, p. 204.