Por Lissy Rodríguez Guerrero
“Escritor y periodista”. Así se define este hombre de voz cadenciosa —casi musical— sonrisa límpida y una creatividad que goza de robarle la sonrisa a mucha gente. “También maestro”, añade, y no precisamente porque en este instante se ve abordado por tres reporteras, que antes fueran sus alumnas de la carrera de Periodismo, de la Universidad de Holguín “Oscar Lucero Moya”, sino porque disfruta de enseñar lo que sabe.
No obstante, si de algo estamos convencidos quienes lo conocemos, es que a él no se le ajustan las etiquetas, a menos que sean las de excelente amigo y ser humano. Por estos días, es escaso el tiempo, pero con el periodismo entabló un compromiso que le ha hecho permanecer durante 27 años en el periódico holguinero ¡Ahora!, así como acceder, pacientemente, a cuanto entrevistador lo requiere —que no son pocos—.
No podía ser de otra forma, pues el Premio Alejo Carpentier 2018 —galardón literario más importante que concede el Instituto Cubano del Libro— en la categoría de cuento, recayó en su título El año que nieve, y la 28 Feria Internacional del Libro agradece su presencia, que no pasa desapercibida aunque él quisiera. “Soy muy tímido, por eso me hice periodista, para luchar contra la timidez”.
Y aunque hubiésemos preferido una conversación menos atropellada por los instantes que antecedieron a la entrega del Premio, Rubén brindó los detalles de su libro de “cuentos realistas, que tienen que ver con la circunstancia cubana actual, con pequeños conflictos cotidianos, más que con grandes tragedias”.
“Es una especie de recorrido por distintas situaciones que pueden sucederle a cualquier cubano, y cómo reacciona este ante esas circunstancias de la vida. No es un libro estridente, no es un grito, es más bien un sollozo”.
Sobre el cuento, un género con preferencia en su carrera literaria —recordemos El tigre según se mire, La madrugada no tiene corazón, Eros del espejo, por solo mencionar algunos— reconoce que implica un extra de síntesis. “En la novela puedes escribir lo que quieras, pero el cuento exige síntesis de personajes, situaciones, circunstancias, palabras, y eso te hace concretar aquello que estás escribiendo”.
—¿Es este Premio un punto de llegada o de partida?
“Es un momento especial del camino; un momento de sentarme a ver lo que he andado hasta ahora, y planificar lo que viene. Este es el año de mis 50, y creo que ha sido un buen regalo, toda vez que también se cumplen 20 de estar escribiendo literatura.
“Periodismo escribo desde hace algunos años, y para mí entre periodismo y literatura hay vasos comunicantes. Creo que mi carrera literaria está muy comprometida con mi oficio de periodista”.
—¿Por qué la literatura para niños en una parte importante de tu carrera literaria?
“Es una deuda que tenía. Yo fui un niño lector, y escribo los libros que me hubiera gustado leer. En un momento de la carrera, empecé escribiendo literatura para adultos (Gusanos de seda y Majá no pare caballo), pero en un momento surgió la variante de hacer narrativa para niños y jóvenes, y realmente me ha dado mucho placer hacerlo” (El final de los finales felices, Rebeca Remedio y los niños más insoportables del mundo, El maravilloso viaje del mundo alrededor de Leidi Jámilton, entre otros).
“Como periodista tengo el vicio profesional de escribir conociendo a mi público, y creo que los textos que produzco le llevan a los niños inquietud, pero también le llevan diversión. Uso el humor, la fantasía, en función de transmitir un mensaje, sin que la obra se me vuelva excesivamente didáctica. Pero escribir para niños me divierte, me entretiene, me da mucha buena energía”.
“En la literatura para adultos me exijo una complicación técnica. Es la literatura de sufrir, aunque te advierto que uso el humor indistintamente, como un hecho de estilo, como una manera de expresar”.
Rubén trae a esta 28 edición de la Feria, además, Pintura Fresca, libro de cuentos para adultos de temática femenina, que se presentó en La Cabaña, y también una nueva edición de El Garrancho de Garabulla.