El anterior artículo de esta columna abordó errores frecuentemente cometidos en conjugaciones verbales, y ni de lejos el espacio disponible y la rica complejidad del tema propiciaron un tratamiento que pudiera considerarse medianamente exhaustivo. Mucho más habría que decir, y se irá diciendo según tercie. Pero siempre quedará mucho por añadir, por ahondar, por matizar.
Ahora solo se abundará en uno de los elementos mencionados en aquel texto que complican las conjugaciones de determinados verbos, y tienen que ver con un hecho acústico: la tendencia a cerrar la vocal e con una articulación cercana a la i. Habría que añadir que, fuera de lo concerniente en particular a los verbos, ese hecho tiene implicaciones similares en otros elementos del idioma, como el sustantivo. Algo habría que agregar, en algún momento, sobre la métrica versal.
En “Fiel del lenguaje / 5” se recordó a propósito del verbo alinear el surgimiento de un calificador de cargo que, en la práctica, y en los documentos administrativos correspondientes, en Cuba no se concibe sino como liniero, aunque viene de línea. Probablemente quien diga lineero corra el peligro de morir colgado del cable de alguna línea del tendido eléctrico, de donde viene el nombre.
Un fenómeno similar introduce confusiones entre cereal y serial, sobre todo en nuestra América, donde la c y la z no se diferencian fonéticamente de la s. De ahí que, si se convierte cereal en cerial, o en una fonación cercana a esta, el oído puede confundirlo con serial. Cuando por los años 80 del siglo pasado arreció la moda de los seriales televisados —a menudo video mediante—, alguien le preguntó al destacado artista cubano Julio Girona si en Nueva York, donde él residía desde hacía mucho tiempo, los seriales estaban de moda al igual que en Cuba, y él respondió con naturalidad: “Como siempre, creo”, lo que de alguna manera descolocó a su interlocutor, quien entonces le preguntó cuáles eran los preferidos allá, y añadió Girona: “Los de costumbre: avena, cebada, trigo…”
Tal vez él, patriota que seguramente nunca renunció al congrí, se quedó pensando en el arroz. Pero lo cierto es que se armó un diálogo de sordos, y mientras el artista pensaba en cereales, quien lo interrogaba tenía en mente los seriales. La citada imprecisión fonética no es lo único que puede acarrear confusiones, sino también, entre otros elementos, las modas, y hasta cierta sofisticación que hace pensar en personas de esas a quienes, por lo menos en tiempos de mis padres, se les calificaba de fisnas, para apuntar a ciertas afectaciones que bordean el ridículo, a veces por dentro.
Como queriendo distanciarse de realidades “tan pedestres” como un estadio de pelota, o de otros deportes, hay quienes consideran que, para hablar de determinados períodos en la historia o en otros ámbitos “más elevados” que el deporte, corresponde hablar de estadíos. Pero tanto en la historia como en la política, la sociedad, las ciencias o la cultura en general, el vocablo correcto es estadio. Viene de una asociación metafórica con los terrenos donde en la antigüedad se practicaban deportes: de topografía plana, estaban medidos en la unidad llamada con el vocablo equivalente a estadio en griego, de donde pasó al latín, y de este a otras lenguas, no solo las romances.
Algunas variantes de error comparables con el mal uso de estadío —que no es el masculino de estadía, nombre derivado, al igual que estada, del verbo estar—, revelan igualmente falsos cultismos, o la innecesaria asunción de otras lenguas. El autor de este artículo le preguntó una vez a un eminente cardiólogo, y amigo, por qué en el ámbito médico cubano en vez de usarse palabras como electrocardioscopia, en correcto español —y como figura en diccionarios especializados—, proliferan electrocardioscopía y otras con igual terminación, que parece venir de un mal aplatanamiento del francés, no del parentesco con grafía, presente en términos como electrocardiografía. La respuesta del prestigioso especialista fue inquietante: “Lo correcto es electrocardioscopia, pero si lo digo así los primeros en creer que soy un ignorante son mis colegas, o la mayoría de ellos, porque dan por sentado que electrocardioscopía es lo correcto”.
Recurso fundamental de la comunicación, el lenguaje, además de ser un portador de pensamiento y de la identidad del pueblo que en él se expresa, es un instrumento de trabajo, no menos importante que los equipos mecánicos o electrónicos en uso.