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William Serafino: “Venezuela no pelea sola”

William Serafino en el set de Dominio Cuba. Foto: Yoandry Avila/ Cubaperiodistas

El jefe de redacción del diario digital Misión Verdad, desgrana la claves del escenario político actual de la nación sudamericana.

Por Aylin Herrera Reyes

La situación política venezolana no deja de acaparar titulares en las últimas horas. El joven politólogo y jefe de redacción del diario digital Misión Verdad, William Serafino, está en La Habana y compartió con Cubaperiodistas y Dominio Cuba las claves que considera indispensables para entender el escenario político actual de la nación sudamericana.

Aunque no están jerarquizados según su importancia, para Serafino estas claves o niveles transcurren en paralelo y se encuentran en un punto de síntesis crucial para la historia del país: “Hay un nivel geopolítico que no se puede desconocer, que comenzó con la crisis financiera del año 2008 donde el sistema financiero global colapsó y se hizo incontrolable.

“En ese momento de reordenamiento global, China aumentó su proyección como potencia económica, y eso, obviamente, ha traído un conjunto de modificaciones en América Latina: ya Estados Unidos no es el eje hegemónico consolidable, sino que, a raíz del proceso de globalización, el continente se ha abierto a otros países, potencias y actores internacionales que no eran los tradicionales.

“Venezuela en ese caso tiene un papel fundamental, porque es el punto de equilibrio, el centro neurálgico de todos los proyectos de integración que por primera vez en 200 años, desde la batalla de Ayacucho, le dio a América Latina una constitución de bloque político, inédito hasta el momento. Venezuela, Chávez y Fidel son la línea de flotación, el punto de equilibrio de esta construcción”.

Serafino afirmó que desde el punto de vista geopolítico, los intentos de “romper Venezuela suponen fracturar un proyecto histórico, continental; supone fracturar también una fuerza telúrica que está en el inconsciente colectivo de Latinoamérica”.

Por ello –aseguró- el poder hegemónico no cesa en el empeño de mutilar a Venezuela, lo cual implicaría regresar otra vez a “una construcción subjetiva de mentalidades neocoloniales esclavistas”, la pérdida del derecho a decidir el destino de la nación.

Asimismo, subrayó que la situación interna en el país bolivariano es un segundo elemento clave. Tiene que ver con la propia construcción del chavismo, desde la cual se han reinventado hasta cierto punto el Estado, la sociedad y el pueblo venezolanos: “El chavismo es la sumatoria histórica de muchas luchas y movimientos anteriores. Eso choca con una parte de la sociedad que no lo reconoce y lo odia porque empoderó al ama de casa, al chofer, al que atiende la panadería…”

“Chávez logró convertir en sujetos políticos a muchos de los miembros de la sociedad invisibilizados hasta su llegada a Miraflores. Esos ciudadanos han podido escribir la historia de su país, pero la clase media alta y los que no han comprendido lo que pasó asumen la posición de exterminio contra el chavismo.

“En el discurso ya nos criminalizaron, nos quieren rematar; lo que no han logrado en el plano físico ya lo están verbalizando. Estados Unidos y las potencias hegemónicas detrás de la oposición venezolana se apoyan mucho en este contencioso histórico. Es una parte de la población muy minoritaria, racista y fascista, que intenta utilizar todo este nuevo cuadro geopolítico para aprovecharse y retomar el poder”.

Por último, Serafino consideró la clave espiritual de este proceso: “Venezuela tiene recursos muy grandes y un papel relevante en las relaciones internacionales, pero no se puede desdeñar una clave espiritual de indudable importancia: el significado de Chávez para Latinoamérica y lo que él logró articular. Ese es un legado para este momento político que quieren arrasar”.

Y añade:

“Venezuela no pelea sola porque la lucha que estamos dando cuando le ponemos el cuerpo para mantener viva la Revolución, también es por un conjunto de gente que no conocemos, que jamás conoceremos y que luchan por la tierra, por el agua, por más derechos”.

Sostuvo, además, que Venezuela constituye espiritualmente el centro de gravedad de la región y su caída implicaría, como pretenden, una involución extraordinaria en el continente. “El cerco de protección con el cual cuentan los movimientos sociales podría desaparecer también”, añadió.

“Debemos superar la atomización, la fragmentación, la gremialización, la individualización de las luchas. Debemos enfocarnos en cómo Venezuela es alimentada por procesos de reinvidicaciones individuales y cómo también los alimenta. En el país, y en mi propia construcción como sujeto político, están las luchas de todos los que están peleando por un destino más justo”, sentenció.

En materia de redes sociales, el joven periodista ve potencialidades en la lucha de las comunidades en el ciberespacio, que podrían eliminar la herencia poscolonial y las fronteras impuestas por las potencias imperiales, y así reinventar la gramática necesaria en los movimientos sociales e integrarnos en una lucha común. Los criterios nacionales y los contextos locales no nos pueden hacer olvidar la urgencia de construir una subjetividad latinoamericana, dijo.

Acerca del significado del reconocimiento que ha hecho el gobierno de Donald Trump al autoproclamado presidente de Venezuela, Juan Guaidó, ayer 23 de enero y las reacciones suscitadas, compartió sus impresiones: “Es inédito. No hay un símil en el continente con lo que está sucediendo. Es la importación mecánica del modelo libio, solo que lo están haciendo al revés”.

“El control territorial del país lo siguen tenido Fuerza Armada, el pueblo, el chavismo, la República. Sin embargo, la oposición intenta precipitar las condiciones internacionales, porque los métodos aplicados contra Venezuela no han surtido efecto. El chavismo resiste la guerra cultural y está en contraofensiva; las guerras parlamentarias y judiciales aplicadas en otras naciones de la región tampoco han funcionado en Venezuela. La OEA no logró fracturar la unión cívico militar.

“Esta maniobra de autoproclamación de Juan Guaidó como presidente es desesperada, un último recurso que certifica el estado de inutilización de la oposición tras dos guerras simbólicas, dos golpes blandos: las guarimbas de 2014 y 2017. Funcionaron como parachoques políticos y ahora están usando lo poco que quedó de esa oposición como empresa productora de caos y conflicto, subcontratada por Estados Unidos. Su marco de existencia se reduce a lo que prepare el gobierno de Donald Trump, con la esperanza incluso de crear las condiciones para una intervención militar.

“Esa es la función del gobierno paralelo: servir como un elemento que afecte las prácticas institucionales del Estado venezolano; vaciar al chavismo y lograr una situación de ingobernabilidad; continuar con su narrativa intervencionista impostergable para convertir a Venezuela en el punto de entrada y para reconquistar la región nuevamente”.

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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