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Sergio Amadeu: “Bolsonaro destruyó los parámetros de la realidad en Brasil”

El sociólogo brasileño Sérgio Amadeu. Foto: Tânia Rêgo / Agencia Brasil

“El proceso de desinformación es mucho más complejo cuando involucra la ´modulación de la visión´ de las plataformas de las redes sociales, con algoritmos que definen quién puede ver sus publicaciones”. La frase es del sociólogo Sérgio Amadeu, en respuesta al papel de las redes sociales en las elecciones de 2018 en Brasil.

Por Nina Fideles y Mayara Paixão

“El debate electoral en Brasil fue anulado, nadie discutió nada, es una situación atípica que va a dar mucho trabajo para deconstruir”. La frase es del sociólogo Sérgio Amadeu, en respuesta al papel de las redes sociales en las elecciones de 2018 en Brasil.

Amadeu, profesor de la Universidade Federal do ABC, Doctor en Ciencias Política por la Universidad de Sao Paulo y defensor del software libre, estuvo en los estudios de Brasil de Fato, para participar en el programa No Jardim da Política.

En la entrevista, el científico social analiza el papel de las redes sociales, en especial de WhatsApp, en las elecciones de este año, y lo compara con el proceso electoral que llevó a Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos en 2016. Amadeo habla sobre las características de las organizaciones de derecha y la influencia internacional que han adquirido recientemente.

Sobre el papel de WhatsApp en la política brasileña actual, el autor del libro digital Tudo Sobre Tod@s: redes digitais, privacidade e venda de dados pessoais, dijo: “Si el WhatsApp quiere contribuir a una democracia efectiva, que entregue los metadatos de los dos meses en que se produjeron esas elecciones”.

A continuación, la entrevista en su totalidad.

¿Cómo evalúa el uso de WhatsApp en las elecciones y qué maneras hay de contener los “fake news”?

Lo que sucedió en Brasil fue un proceso de deconstrucción de los parámetros de la realidad. Esto ya había ocurrido en la elección de Donald Trump, en Estados Unidos. Un grupo nuevo de la extrema derecha norteamericana considera que el capitalismo no se desarrolla correctamente porque existe un predominio en todo el mundo de lo que ellos llaman “marxismo cultural”. Ellos se colocan en posición de lucha contra el sistema y, obviamente, lo que usan para ello no es razonable ni históricamente sostenible, entonces se proponen destruir el debate y trabajar con dogmas. Lo hicieron en una parte de los Estados Unidos, en la elección de Trump, y funcionó.

En Brasil, lo que ocurrió fue que durante el proceso del golpe se destruyeron los parámetros de la realidad. Es obvio que los políticos son complicados, y que el PT es un partido que tiene gente que se vinculó con la corrupción. Ahora, transformar al PT en el partido más corrupto de Brasil, es perder la noción de la realidad. Con sólo mirar cualquier indicador, se logra apreciar que la corrupción es estructural en la elite brasileña y está en el poder judicial, además de ser alimentada, principalmente, por partidos de derecha. El PT se resistió mucho contra la corrupción y eso se puede demostrar.

Quien ayudó en ese proceso fue O Globo, el núcleo duro del tucanato (apelativo a los miembros del PSDB), (Rodrigo) Janot. Ellos no percibieron la nueva derecha que se aprovechaba de eso mejor que ellos. WhatsApp entró en los grupos con técnicas de big data dirigida a personas específicas con un cierto sesgo. Este preconcepto fue amplificado y la gente empezó a recibir información con “caritas bonitas”, pero los textos eran hechos por profesionales que inoculaban quirúrgicamente el odio gracias a los datos comprados en el exterior.

Si el WhatsApp quiere contribuir con la democracia, que entregue los metadatos de los dos meses en que se produjeron esas elecciones. No quiero saber lo que la gente ha hablado y cuál es el contenido de los mensajes, sólo quiero ver los datos disparados desde el exterior. No los entregan porque están protegiendo a esos grupos que asaltaron y contaminaron las elecciones en Brasil, y eso, la gente lo necesita saber. No estoy diciendo que no hay fascismo en Brasil, que no existen grupos de extrema derecha, que no exista un antipetismo. Pero eso se catapultó con una ola que nunca se vio venir. El debate electoral fue anulado, nadie discutió nada, e hicieron esa acción. Es una situación atípica que va a dar mucho trabajo deconstruir.

¿Fue preparado el camino y Bolsonaro se aprovechó de eso?

Él tomó la hegemonía. El núcleo duro del golpe no incluía a Bolsonaro. Bolsonaro es un sujeto execrable que no era tomado en serio, pero él movilizó el fascismo en Brasil. Esta derecha estadounidense conocida como alt-right o derecha alternativa, tiene un proyecto de poder mundial para radicalizar el neoliberalismo y, desde el punto de vista político, es la Dark Enlightment, una Ilustración hacia la oscuridad. Quiere destruir los parámetros de la razón.

Estos chicos tienen un proyecto de hegemonía, y usan ese término incluso. El libro Kill All Normies (Muerte a los normies: Las guerras culturales en internet que han dado lugar al ascenso de Trump y la alt-right), de la investigadora estadounidense Angela Nagel, estudia la forma en que funciona la derecha alt-right.

No es una disputa donde aparece un político desaliñado y devoto de los datos falsos, condenado a perder votos. La realidad tiene que ser destruida desde el punto de vista simbólico para que ese político, sea el que sea, tenga oportunidad en el debate. Para destruir los derechos que se alcanzaron en Brasil, tienen que convencer a las personas de que lo que tienen es malo. Cuando no se puede convencer, entonces el camino es subvertir los hechos con mentiras, “kit gay” (como llama Bolsonaro al proyecto “ escuelas sin homofobia”) y persecución.

¿Por qué Sergio Moro, que no era del grupo del Bolsonaro, se convirtió en un converso? Porque él se adecuó. Él es una correa de transmisión que sirve para destruir la economía nacional. Ahora va a perseguir a los sindicatos y a las universidades, que son los centros que van a ofrecer resistencia a esa política de desmontaje del país.

¿Qué son las guerras híbridas y qué sucedió durante la elección relacionado con ellas?

El libro Guerras Híbridas muestra con algunos eventos más recientes la operación que combina la acción militar y la no — militar, lo cultural, lo económico y el sabotaje. Eso es muy antiguo. Doy un curso sobre Ciberguerra y utilizo un texto de los años 90 de la Rand Corporation, que trabaja para el Departamento de Estado de Estados Unidos. Hay un texto llamado, en traducción libre, “En el campo de batalla de Atenas”. Atenas es la diosa de la sabiduría y también, de la guerra. Los estrategas John Arquilla y David Ronfeldt dijeron que hay dos tipos de guerra: La cyberwar, donde los militares utilizan la guerra electrónica, y la net war, que es una guerra híbrida compuesta por las redes digitales, que combinan el sabotaje con estímulos para bajar la moral en la sociedad adversaria, a partir de mostrar otros valores. Todo esto ya estaba colocado como una estrategia militar.

El texto Cyber Power, de Joseph Nye Jr., trae una expresión que los estudiosos de las relaciones internacionales usan hasta el cansancio: el poder blando (soft power). El hard power (poder duro), el poder militar, no viene solo. No, son dos a la vez: el duro y el blando. La expresión smart power (poder inteligente) combina los dos conceptos. En los textos del Joseph Nye Jr., se muestra que a la dominación le sale más barato crear escisiones en la sociedad que se pretende dominar, estableciendo primero una ideología. Esto también sería, más contemporáneamente hablando, un trabajo de guerra híbrida. Los estadounidenses siempre lo hicieron.

En la época en que [Edward] Snowden denunció el sistema de inteligencia norteamericano y la intervención a través de plataformas, le preguntaron si la NSA interfiere en elecciones. Él dijo que sí. Ellos siempre se acomodan del lado que puede tener más ventaja y, obviamente, no puede haber interferido en las elecciones brasileñas simplemente de una forma más clásica, sino que utilizaron el apoyo ideológico de Trump y el de los trumpistas; el apoyo informal de la alt-derecha, y el formal del Departamento de Estado de Estados Unidos. El Departamento trabajó en el Atlantic Council tirando migajas a (Rodrigo) Janot, a (Sérgio) Moro, para destruir la capacidad económica brasileña, perseguir sólo por un lado y hacer justicia selectiva.

Lo curioso es que vi en el twitter de Janot que predicaba el voto para Haddad. Él fue engañado y debe estar molesto porque formó parte del núcleo duro del golpe, e hizo que la justicia se aplicara de manera selectiva. Ellos destruyeron el Estado de Derecho. La persona más citada en la Lava Jato es Aécio Neves, que continúa de Senador. La justicia vale para uno y no para otro. Por eso necesitaron hacer fraude y sacar a Lula de la elección en un proceso ridículamente insostenible para cualquier jurista serio. Moro tiene la desvergüenza de acompañar el equipo ganador, convirtiéndose en ministro de Bolsonaro.

Toda esta operación es de dominación. Estados Unidos también está golpeado y no es más la potencia que era. Tuvieron una elección reciente en la que Trump ganó el Senado y perdió en la Cámara, pero perdió por poco, porque él ha impuesto la agenda económica de la discusión. ¿Sabes lo que se discutió? Cierto hecho: los inmigrantes que iban a saltar el muro que separa entre México y EEUU. Él hizo una movilización militar carísima. Ellos construyen un tipo determinado de hechos y es lo que van a hacer en Brasil, porque no tienen cómo gobernar sin crear esos castillos de humo. La pauta real de ellos es nefasta. Moro va a salir con coches de policía invadiendo universidades y sindicatos. Lo hicieron en el Lava Jato. Primero desmoralizan a las personas. La única cosa que salió mal fue en Santa Catarina, donde el rector estaba tan desmoralizado que se mató.

Las operaciones no tienen ningún fundamento jurídico, pero yo esperaba que hubiera una cobertura constitucional en el Tribunal Supremo Federal (TSF), diciendo que no puede aceptar ese tipo de aberración. Colocan militares como asesores del TSF y muestran que Brasil vive una tutela militar lamentable. Los militares, en países democráticos serios, no se meten en política. Pero el país está lleno de militares queriendo comandar con armas en la mano. Eso es medieval y no tiene nada que ver con la democracia. Entonces, los militares necesitan abandonar las fuerzas armadas, y no contaminarlas.

Va a prevalecer lo que decía Tocqueville: cuando se tiene un arma politizada, se tiene un arma débil. Los militares contaminan la sociedad con su autoritarismo y son contaminados por el juego político. Es lamentable un país, que es la octava economía del mundo, que no apueste por sus universidades, que no cree fronteras tecnológicas ni plataformas diferentes a las de los norteamericanos en las redes. Pero no, está comandado por personas que abrazan la bandera americana y cuyo sueño es parecerse a Miami.

El poder blando abre una nueva posibilidad para desestabilizar gobiernos, y es más barato que el otro. Pero eso no es un trabajo rudo, sino de alto contenido profesional, que se vale de la psicología de masas, del periodismo de guerra …

Antes de comenzar la elección formalmente, vi un meme llamado “kit vagabundo”, en el que mostraban cosas que existen con correlaciones inapropiadas. “Si esa mujer es vagabunda y tiene hijo, no tiene problemas, el gobierno le da una beca familiar”, “si él no trabaja porque es vagabundo y alcohólico, no tiene problema, el gobierno seguro le dará empleo”. Si la persona está desempleada, es porque es alcohólica, y la mujer está siempre en posición inferior. Fue ese proceso de desinformación que enfrentamos en la elección. Este proceso fue realizado por pensadores de esa derecha alternativa y fue trabajado minuciosamente con la construcción de esos perfiles.

Ya existían empresas que, para ganar dinero, utilizaron Facebook y su estrategia de segmentación. Cuanta más información, mejor se puede vender una base de datos. Entonces, tenían el número y el perfil de cada persona, con lo que pueden disparar masivamente. Esto no fue pagado por el comité de campaña del Bolsonaro, por lo tanto son crímenes electorales. Cambridge Analytica fue cerrada durante las elecciones, pero podría haber traspasado la base de datos. Por la cantidad de impactos que ellos tuvieron, creo que compraron datos, microsegmentaron la campaña y dirigieron la información de manera personalizada.

Mi tía, que diseminaba información en los grupos pro-bolsonaro, enviaba el tipo específico de contenido que la sensibilizaba. Siempre hay alguien en su grupo de familia que recibe ese mensaje de algún lugar. Una minoría recibía de los propios grupos pro-bolsonaro, pero otros eran colocados milimétricamente en grupos de personas que no conocían, y que recibían esos disparos certeros. Fue una campaña de distribución masiva.

Como ocurrió en Estados Unidos, lograron transformar en militantes a personas prejuiciosas y que tenían irritación con lo “políticamente correcto”. Mientras que para convertirse en militantes las personas necesitaban tener el mínimo de conocimiento histórico, cogieron a un individuo irritable y lo movilizaron para matar el debate.

Esto puede ser visto como una estrategia de la guerra híbrida pero, a mi juicio, es una vieja estrategia de los norteamericanos. Tanto es así que quien montó el golpe en Brasil no fue la administración Trump, sino la administración Obama. Fue el Departamento de Estado y el de Justicia los que lideraron el núcleo articulador del golpe en Estados Unidos.

Y no está restringido a Brasil

No. Recientemente, en Andalucía, España, ganó el Vox (un grupo de la extrema derecha), que también pertenece a derecha alternativa que surge como un frente anti-sistema. Este concepto es curioso. Trump, por ejemplo, integra la élite del capital inmobiliario norteamericano. Es un antisistema de boca hacia fuera.

Igual que los nacionalistas del “Brasil por encima de todo”

“Brasil por encima de todo” es Brasil entregado a los norteamericanos. Desgraciadamente, no tenemos nacionalistas en las fuerzas armadas. Para ellos, si Brasil quiere el desarrollo, necesita el orden, aunque eso signifique la entrega de Embraer, de la base de Alcántara, de la Amazonia, que se destruya nuestra capacidad productiva, nuestras universidades, corten los recursos de investigaciones avanzadas, que no existan personas de la sociología y la política entendiendo cómo funciona el mundo y cómo son los países con los que necesitamos acuerdos comerciales. En Estados Unidos, hay al menos 50 grandes investigadores que se han especializado en cada país del planeta. Pero para Bolsonaro eso no sirve para nada.

En realidad, estamos en una situación muy difícil, y necesitamos afrontar este escenario. No sólo con los movimientos sociales y la lucha por los derechos, sino que quien no sepa cómo ayudar y conoce a otras personas también con el mismo interés, debe montar un colectivo para no dejar que esa nueva derecha destruya la realidad, con recuerdos e informaciones mentirosas. Monte un colectivo y coloque en la red un contenido consistente y detallado y destruya la mentira. Esto es fundamental, porque desmoraliza y porque se muestra a las personas que no tienen interés en mezclarse con esta realidad en alguien que no tiene ningún compromiso con la verdad y la ética. Incluso la clase media más conservadora no quiere eso.

Para mantener la sociedad en ese entumecimiento, necesitan destruir la historia y trabajar con dogmas. Es necesario montar colectivos de esclarecimiento, de reconstitución de la verdad. Si trabajamos con la realidad, es posible la interpretación de varias formas, pero ellos no están trabajando con hechos que pueden tener distintas interpretaciones, sino destruyendo toda la historia.

¿Cuál es su elaboración del concepto de noticias falsas y por qué está contaminado?

Poco después de la elección de Estados Unidos, Donald Trump dijo a la CNN y otros medios que critican y publican sus inconsistencias, que son “fake news”. De este término se apropiaron los partidarios de Bolsonaro. Incluso el “fake”, es decir, algo que no está comprobado, fue un tipo de estrategia utilizada en la elección. Una cosa es una noticia completamente fabricada y mentirosa, otra es una que posee fundamentos reales con diferentes interpretaciones.

Puedo tener una opinión, pero no puedo tratar de convertirla en realidad contra la propia realidad, y si lo hago, estoy desinformando. Al afirmar que una estadística que apunta al 20% es en realidad lo que le ocurre al 80%, supone desinformación. Otro ejemplo es presentar noticias verdaderas fuera de contexto.

El proceso de desinformación es mucho más complejo cuando involucra la “modulación de la visión” de las plataformas de las redes sociales, con algoritmos que definen quién puede ver sus publicaciones. ¿Quién me garantiza que los algoritmos de Facebook no restringen ciertas publicaciones de un tipo de política y no de otro? Él dice que no lo hace, pero no hay garantías.

Además, las publicaciones con mayor alcance son las de mayor precio de impulsión, y ¿quién tiene dinero para pagar? Los empresarios que apoyaron a Bolsonaro, que pagaron y no lo declararon. El proceso de desinformación cubre tanto la verdad como la mentira, y es por eso que no me gusta el término “fake news”. Quien tiene interés en la desinformación y en las noticias falsas como estrategia válida son los grupos de odio. Un partido como el PSDB no querrá comprometerse esparciendo una serie de mentiras, pero la campaña de la derecha alternativa no tiene ningún pudor en hacer eso. Ellos tienen discursos machistas, racistas, lgbtfóbicos, y no tienen ningún interés en hacer una campaña con debate económico. Quieren decir que la Previdência Social tiene un déficit, pero no quieren debatir el motivo, que es el valor de la jubilación de los militares y de los jueces. Hablar de combatir el déficit es una cosa y no debatir es una forma de desinformación.

Un hecho tiene un contexto y una serie de elementos que necesitamos evaluar. Es posible que haya ocurrido, pero no puede ser relacionado con el contexto en el que se está utilizando, y es por lo que estoy en contra de las leyes de “fake news” que están en el Congreso, porque van a ser utilizadas en contra de los defensores de la democracia y contra el buen periodismo. Es así como el poder judicial actúa. La ley contra el terrorismo es un ejemplo de ello, puede ser usada contra los movimientos sociales, igual que la ley contra el crimen organizado. Es necesario saber que los jueces son de la élite y van a ser selectivos. No tengo dudas de que destruirán el Estado Democrático de Derecho.

Tomado de Dominio Cuba/Publicado originalmente en Brasil de Fato

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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