Los miraba. Ellos a mí. Pensaba que solo nos separan 10 años y cuánto puede pasar en ese tiempo. Regresar al pre donde estudié y escuchar la misma voz gritar en el micrófono: “¡Ya, vuelvan a las aulas!”, fue como volver a tener 17.
Cuando fui a coordinar la reunión con los muchachos que quieren estudiar Periodismo también me ofrecieron un micrófono:
– ¿Por qué no se para allá afuera y les dice a todos los requisitos para las pruebas de aptitud?
Dije que no. Que era periodista, no pregonera. Que me buscaran un aula para explicarles, tranquilamente, en qué consiste la prueba. Para decirles que leyeran el periódico, que vieran el noticiero. Porque hay que decírselo.
Porque cuando les preguntas cuál fue el último libro que se leyeron, te dicen que 50 sombras de Grey y La culpa es de la vaca. La culpa…
Todavía recuerdo el día de mi prueba de aptitud. Mi mamá suspendió un viaje pues pensó que la necesitaría allí. Y era verdad. Menos mal que fue.
Hace diez años las pruebas se hicieron en la “Siberia”. Se llenaron dos anfiteatros que debían tener más de 100 capacidades. Allí estaban Carlos Sanabria y Vicente Guasch. Todo el mundo quería hacer la entrevista con ellos. Isel Fernández leyó el dictado tres veces. Nos quedamos esperando una cuarta. Nunca lo hizo.
Cuando miraba la hoja pensaba en la maestra de primer grado:
– ¡Niña! No borres con el dedo.
Parecía que yo borraba con el puño, con la vida. Estaba redactando el único texto que, todavía hoy, no recuerdo ni cómo titulé. Alguien dijo, “ella se atreve”. Ni siquiera sabía a qué me estaba atreviendo.
Siete años después yo era la que caminaba entre las mesas para cuidar el examen. La que se quedaba hasta las nueve de la noche para realizarles las entrevistas.
– ¿Por qué escogiste la carrera? ¿Qué libro te leíste? ¿Cuál es la noticia más importante ahora mismo en la provincia?
Y las mismas respuestas: “porque me gusta”, “porque la televisión me atrae”, “Corazón y El Principito”, “el Festival de Teatro”.
Entonces pasan al vuelo esos diez años. Pero no pasan García Márquez, Walt Withman, Kapuscinski, Lezama, aunque no estén en Facebook ni Instagram. De todas formas, los muchachos de ahora tienen lo que yo no tuve: Internet, y una biblioteca de 100 libros en el celular. Tienen la sagacidad de su generación, que está solo una década de la mía.
Te das cuenta de que es verdad y la culpa es de la vaca, o de los memes, o de Silvio, que escribió una canción llamada El necio. Y te dicen: “Pero espera, hay dos necios más: el de Romeo Santos y el de Chocolate”.
Yo me quedo en shock. “Caramba, verdad que sí, ahora Silvio tiene la culpa”.
Increible, profe, me hizo recordar cada momentos, la prueba de actitud, los primeros años de la carrera, y pienso ahora q ha llovido tanto pero aunque solo sea menos años de los que la separan a usted del año en q di mi paso para hacer aquel exámen hay más acceso a la tecnología y no siempre es lo bien aprovechada q se debería. Pero si, las respuestas siguen siendo las mismas, es increible…