Dominio Cuba, canal en las redes sociales coordinado por la UPEC, se reactivó hoy con una serie sobre el caso inverosímil de los supuestos ataques contra la salud de diplomáticos estadounidenses en La Habana, una teoría que han desmentido autoridades científicas de todo el mundo.
En el proyecto para la generación de contenidos en Internet participa un pequeño grupo de periodistas y diseñadores muy jóvenes, junto a un realizador audiovisual y un informático, que dieron cobertura a la Cumbre de las Américas en Perú en abril pasado. Es un esfuerzo conjunto de la Unión de Periodistas de Cuba, el Instituto Cubano de Radio y Televisión, la Universidad de Ciencias Informáticas, el Instituto Superior de Diseño, la Unión de Informáticos de Cuba y varios medios de prensa cubanos, para la creación de audiovisuales en diversos soportes y plataformas sociales, en español e inglés.
Como anuncia en su presentación, Dominio Cuba desmonta “las mentiras virtuales que afectan vidas reales y comparte los datos que se esconden detrás de las noticias que circulan en la red”. Además,”informa, investiga, contextualiza, usa tus códigos visuales y te divierte”.
En el audiovisual ¿Quién se beneficia?, Carlos Fernández de Cossío, director de Estados Unidos de la Cancillería cubana, desmonta las premisas de los falsos incidentes de salud con diplomáticos estadounidenses en La Habana.
El periodista Sergio Alejandro Gómez Gallo, en Aquí le contamos los entretelones de esta historia, asegura que esta saga de los supuestos incidentes de salud de los diplomáticos no es un asunto científico; es la historia de una manipulación.
Desde otra arista del tema, Mitchell Valdés, doctor en Ciencias e investigador Titular, especialista II Grado en Neurofisiología, Director General del Centro de Neurociencias de Cuba, reclama datos concretos y seriedad científica
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Cuando parecía que había llegado al límite, la historia de un grupo de diplomáticos estadounidenses que supuestamente enfermaron en Cuba se volvió aún menos creíble esta semana.
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Robert Bartholomew, sociólogo médico del Botany Downs Secondary College, en Nueva Zelanda, afirma que la historia de The New York Times no tiene rigor científico alguno.
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