El último combate de la guerra de Independencia entre mambises y peninsulares no sucedió en las llanuras de Oriente, Camagüey u otras provincias, sino en plena capital, en el Hotel Inglaterra y su famosa Acera del Louvre, frente al Parque Central de La Habana.
El lugar del encuentro
Ocurrió en la acera del popular café El Louvre donde se reunían frecuentemente jóvenes cubanos de gran cultura e ideas independentistas que buscaban la manera de alcanzar la libertad de Cuba sin importar sacrificios, ni peligros. Allí se escucharon las voces de Ignacio Agramonte, Julio y Manuel Sanguily y otros patriotas, muchos de los cuales formaron parte del Ejército cubano y lucharon por la independencia de la Patria. Estos rebeldes se les conocían como los muchachos o los jóvenes de la
Acera del Louvre
Durante la Guerra de los Diez Años ocurrieron en esa acera sucesos muy dramáticos que conmovieron a los cubanos como el ocurrido el sábado 23 de enero de 1869 cuando los voluntarios españoles (que habían asaltado el teatro de Villanueva y el palacio del cubano independentista Miguel Aldana, dos días antes, causando numerosas muertes), tirotearon el café El Louvre y después entraron rematando a bayonetazos a varios parroquianos, entre ellos al famoso retratista norteamericano Samuel Cohner, dueño de la galería fotográfica más lujosa de La Habana, quien fue asesinado por llevar una corbata azul (color que simbolizaba lo criollo) y negarse a gritar Viva España.
Más tarde, el 27 de noviembre de 1871, cuando se escucharon en la Acera los disparos del infame fusilamiento de los ocho inocentes estudiantes de medicina, el capitán del ejército español Nicolás Estébanez que se encontraba allí, en un gesto de valor, nobleza y dignidad, rompió su espada públicamente y renunció a la carrera militar. Los empleados del café tuvieron que esconderlo para evitar la furia de los voluntarios. Una tarja de bronce colocada en la pared del antiguo café recuerda la valiente y honrada acción de Estébanez.
El 23 de diciembre de 1875, se inauguró en el lugar el nuevo edificio del Gran Hotel y Restaurante Inglaterra, aunque el pórtico continúa llamándose la Acera del Louvre.
En este histórico inmueble, el 21 de abril de 1879, durante su estancia en la capital nuestro héroe nacional José Martí pronunció el discurso “Honrar honra”, en homenaje al periodista Adolfo Márquez Sterling, director del diario La Discusión, aprovechando la ocasión para manifestar su rechazo al autonomismo.
El General Antonio Maceo desde que llegó a La Habana, el 5 de febrero y hasta el 24 de julio de 1890 que marchó, se hospedó en este hotel donde se reunió con los patriotas para coordinar las futuras acciones revolucionarias. Varios muchachos de La Acera lo cuidaron durante su estancia en la capital.
Decenas de jóvenes de la Acera del Louvre partieron a la guerra de Independencia a cumplir con su deber patrio. Cuarenta de ellos no regresaron, sus nombres están grabados en una tarja de bronce colocada en una de las paredes que los recuerda permanentemente.
¿Cuándo y cómo ocurrió el último combate entre criollos y peninsulares?
El incidente ocurrió el 11 de diciembre de 1898, un día después de firmarse el Tratado de París entre los representantes de España y los Estados Unidos, dando fin oficial a la guerra Hispanoamericana.
Según lo firmado en el Tratado, España renunciaba a todo derecho de soberanía y propiedad sobre Cuba y la isla pasaría a ser ocupada por los Estados Unidos una vez evacuada por España. Mientras durara la ocupación, los Estados Unidos tomarían sobre sí y cumplirían las obligaciones que por el hecho de ocuparla, les impone el Derecho Internacional, para la protección de vidas y haciendas. Evidentemente iban a acomodar la isla a sus intereses y sueños.
Hay que recordar que los Estados Unidos no reconocieron al Gobierno de la República en Armas y ningún representante de Cuba fue llamado a participar en los acuerdos del Tratado a pesar de haber luchado por la libertad durante treinta años y tener la victoria a sus puertas, además de haber dado todo el apoyo militar, experimentado y abierto, de los soldados mambises al mando del General Calixto García a las fuerzas norteamericanas en la toma de Santiago de Cuba, lo que facilitó la rendición de las tropas coloniales. El 12 de agosto fue firmado un Protocolo de Paz y el 10 de diciembre de 1898 dicho Tratado a espaldas de los cubanos.
En esta fecha, el 11 de diciembre, las tropas de ocupación norteamericanas habían reemplazado a los soldados españoles en todas las plazas militares de la isla menos en la ciudad de La Habana donde se realizó por barrios, escalonadamente. Cada vez que un barrio era evacuado, los cubanos cambiaban el escenario callejero adornándolo con banderas cubanas y comenzaba el estallido de voladores, los tiros al aire de escopetas y revólveres. Niños, mujeres y hombres llenos de alegría bailaban en las calles al toque de los tambores formando comparsas improvisadas, desde los balcones, ventanas y azoteas lanzaban flores y por todos lados fuertes y repetidos gritos de ¡Viva Cuba Libre!
El capitán cubano Juan Manuel Pérez de Alderete (ayudante del General Calixto García, que se encontraba en Washington en gestiones oficiales), Pepe D’Estrampes, Enrique Regueira y otros libertadores que se identificaban por el sombrero a la mambisa con escarapela, estaban alegres pues eran aclamados por el público cuando pasaban por las calles y en su andar decidieron tomar un trago en el café Tacón, frente al Parque de Isabel II (Parque Central).
El historiador Gustavo Robreño cuenta con lujo de detalles lo que sucedió después: “El capitán Alderete había llegado con aire de triunfo al café Tacón, pidiendo en voz alta una copa de cognac, cosa que hubo de chocarle a un numeroso grupo de oficiales españoles , que allí se hallaban comentando, a tragos, la derrota sufrida y, como es natural, nada conformas con su situación de vencidos; uno de estos oficiales miró con altivez a Alderete, haciéndole, al fin, un gesto grotesco e irreverente que remedaba un saludo militar y acompañado de estas palabras: “¡A la orden mi general!”.
“Alderete, justamente ofendido en su dignidad, por semejante chunga, respondió al agravio con una agresión que, a su vez, el oficial trato de repeler; se agriaron los ánimos salirme a relucir los revólveres y los sables de los demás oficiales y gracias a la intervención del General cubano Armando Riva, pudo conjurarse, por el momento , el escándalo, pues dominando la situación y aun admitiendo que Alderete había interpretado mal el saludo respetuoso de un oficial enemigo, sugirió el arreglo de la cuestión, por los medios usuales entre caballeros y sobre todo: entre militares.
“E iba a terminar ya el conflicto de ese modo, cuando inesperadamente, los oficiales trataron de agredir a Alderete a quien Riva mandó a retirar.
“El capitán obedeció el mandato del superior, mas no así sus adversarios, que persiguieron a Juan Manuel hasta el hotel Inglaterra donde se había introducido.
“Como se había producido el consiguiente tumulto, alguien, desde la Acera del Louvre, gritó previsoramente. “Salven a Sanguily (General Julio Sanguily) y a Lacret (General José Lacret Morlot), que vienen a matarlos”, éstos, que no tenían armas, atendieron las suplicas de sus ayudantes que les rogaban subieran las escaleras del hotel.
“Al ver entrar en el café a oficiales y soldados armados y en actitud agresiva, se produjo el natural revuelo.
“Felipe Romero, a quien sorprendió el accidente cerca del mostrador, no sabiendo que partido tomar, le dijo a sus amigos, entre bromas y veras, “Deja ver si haciéndome pasar por dependiente, me respetan.”
“Y despojándose del saco, el chaleco, el cuello y la corbata, se arrolló las mangas de la camisa y se puso a fregar unos vasos.
“Los españoles buscaban sin cesar a Alderete que se había escudado detrás de Lacret y como trataron de apuntarle, Artidiello, que era el único armado entre los cubanos, sacó su revólver para defender al General.
“-No: déjame a mí, que soy su ayudante, dijo Jesús Sotolongo; arrebatándole el arma, con presteza, disparó contra los que le amenazaban.
“Entonces un soldado español, rodilla en tierra, descargó su fisil contra Jesús, hiriéndole mortalmente.
“De modo simultáneo sonaron otros tiros; Arturo Tousset fue herido mientras subía la escalera del hotel, pues hacia allí se dirigían los tiros en su mayor parte.
“Afortunadamente, pudieron contener algo el avance de los agresores los hermanos Guillermo y Eduardo Soto (éste último, comandante del Ejército Libertador) quienes con sus certeros disparos de revólver y exponiéndose heroicamente al fuego mortífero de la fusilería española, hicieron algunas bajas y casi repelieron el ataque.
“Pero la mecha estaba encendida y a los pocos minutos, todo el batallón de Colon Nº 1, encargado de guarnecer la plaza y el último que había quedado para rendir honores a la bandera que había de arriarse en el Morro, se situó frente al hotel Inglaterra, en actitud de asalto.
“Los cubanos de la Acera, por su parte, se armaron, también, como pudieron (y pudieron muy poco porque el uso de armas les estaba prohibido) y así el Coronel Rafael Peña, que procedía del campamento de Menocal, en Marianao, apenas creyó iniciado un movimiento de avance sobre el hotel, descargó su revólver contra los de Colon, que arremetieron con saña, causando algunas bajas y recibiendo otras, cuyo número jamás pudo saberse, pues lo ocultaron cuidadosamente.
“Despejada por un momento la Acera, acertó a pasar por allí un joven sordo, apellidado Jiménez; e ignorante de cuanto allí había pasado, se detuvo a averiguarlo en la puerta del Inglaterra, de donde fue muerto a culatazos por un grupo de soldados.
“Al cabo, los oficiales que pretendían ocupar el hotel para realizar la captura de los cubanos, fueron contenidos por el general americano Green, quien (aunque algo tardíamente) hizo allí acto de presencia.
“Al día siguiente se reprodujeron los desórdenes en el entierro del valiente oficial Jesús Sotolongo y Lynch, ultimo muchacho de la Acera, que ofreció, noblemente, su vida a la Santa Causa de la Independencia”-
Fuentes:
• Gustavo Robreño: La Acera del Louvre, El último combate. Revista Social Marzo de 1926 pp. 51, 75 y 86
• Emilio Roig de Leuchsenring: 1895 y 1898 dos guerras cubanas. Ensayo de la Revolución Cultural S.A. La Habana 1945