Por Ángela Oramas Camero
“El año 1883 marca un acontecimiento importante: la publicación de la primera fotografía en Cuba. Hasta entonces lo que la tecnología permitía era reproducir los dibujos o apuntes de una foto. El Museo, un semanario ilustrado de literatura, arte, ciencias y conocimientos generales, dirigido por Juan Ignacio de Armas, publicó esa primera foto, realizada en un estudio, y que captó a Nicolás Azcárate, abogado y periodista que era considerado «un buen autonomista español». Azcárate fue creador de la Asociación de Escritores y Artistas cubanos.” Explica Juan Marrero en su libro Dos siglos del periodismo en Cuba.
Un año antes, como expresión de que el arte fotográfico se había convertido en asunto de gran interés para muchos cubanos, aparece en La Habana la revista El Boletín Fotográfico, dirigida por J. S. López, quien administraba un llamado «depósito de efectos fotográficos».
El mencionado Boletín salía cada mes hasta desaparecer en 1889, y “abordaba exclusivamente cuestiones técnicas sobre la fotografía, entre ellas la acción de la luz, los procedimientos químicos del revelado, las planchas secas de gelatina, etc. El Boletín Fotográfico publicó fotos de paisajes de La Habana, de estatuas y de familias habaneras”.
En su exhaustiva investigación, Marrero expresa que los antecedentes de la fotografía en Cuba hay que buscarlos muchas décadas atrás. Asimismo, nos remite a los profundos estudios realizados en la actualidad por los destacados profesionales Rufino del Valle y Ramón Cabrales sobre los orígenes de la fotografía en Cuba, como lo publicado por ellos en la revista Opus Habana, donde exponen los antecedentes desde que el daguerrotipo, inventado por el francés Daguerre para lograr la sensibilidad de las placas fotográficas, llegó a Cuba.
En otro aparte, el autor de Dos siglos del periodismo en Cuba resalta el inicio de la primeras fotografías realizadas en Cuba con carácter reporteril y llama la atención acerca de la seriedad del trabajo investigativo de Rufino y Cabrales, quienes señalan que “fueron las relacionadas con el inicio de la Guerra de los Diez Años en 1868, si bien no existe un gran número de ellas dadas las dificultades que entrañaba el tener que preparar las placas (colodión húmedo) en el mismo instante de hacer las tomas. Ello implicaba el traslado en carretas del pesado equipo fotográfico hacia el teatro de la guerra, como lo hicieron Roger Fenton al fotografiar la Guerra de Crimea en 1855, y Matthew B. Brady en la Guerra de Secesión Norteamericana (1861-1865).
“Solo un puñado de fotógrafos españoles autorizados por las autoridades coloniales dejaron testimonio gráfico de aquella contienda, el cual fue recogido en dos álbumes. Es el caso del Álbum histórico fotográfico de la Guerra de Cuba desde su principio hasta el Reinado de Amadeo I, dedicado a los beneméritos cuerpos del Ejército, Marina y Voluntarios de la Isla, que tiene veinticuatro grandes imágenes del fotógrafo gallego Leopoldo Varela y Solís, con textos de Gil Gelpe Ferro. A este se añade el Álbum de la paz, ocurrencias de la campaña de Cuba durante el Tratado de Paz, 1878, con diecisiete fotografías de Elías Ibáñez, quien viajó por los campamentos mambises de Oriente durante los días previos al Pacto del Zanjón.
“Los sucesos sangrientos iniciados en el Teatro Villanueva, de La Habana, el 22 de enero de 1869, cuando más de quinientos voluntarios arremetieron a tiros contra el público que había asistido al estreno de la obra El negro bueno, y que continuaron en los días siguientes, y que provocaron la muerte del fotógrafo norteamericano Cohner porque llevaba una corbata azul, color que utilizaban como símbolo los cubanos que estaban por la causa independentista. Tal hecho provocó el cierre de muchas galerías habaneras. Toda esta situación llevó a que el desarrollo técnico y artístico de la fotografía cubana, que se encontraba a la altura de Madrid, París y Nueva York, quedase estancado.
“El cese de las hostilidades llega con la firma del Pacto del Zanjón, suceso que quedó registrado mediante la fotografía. En esa instantánea histórica, junto al general en jefe Arsenio Martínez Campos y la comitiva española, aparecen los cubanos Bartolomé Masó, Modesto Díaz y Ramón Roa, entre otros.”
En la obra de Marrero la fotografía en Cuba recibe una meticulosa exposición, en la cual incluye la creación del primer taller de fotograbado en Cuba, establecido en 1881 por el portugués Alfredo Pereira y Taveira en la calle Aguacate número 66.
Al respecto, Rufino y Cabrales han señalado que “en ese Taller de Fotograbados, Fotocopia y Fotolitografía fueron reproducidas las ilustraciones del pintor vascongado Víctor Patricio de Landaluce para el libro Tipos y costumbres de la Isla de Cuba. Además se hicieron casi todos los fotograbados para las revistas La Habana Elegante y El Fígaro”, e incluye Marrero en su libro otros interesantes estudios de los mencionados profesionales de la fotografía en Cuba:
“Entre las primeras publicaciones periódicas cubanas con servicio fotográfico sobresalió El Fígaro (1885-1929), en la que se reportó con gran despliegue de imágenes la visita de la Infanta Eulalia de Borbón a La Habana en 1892, ente otros hechos relevantes. Los fotorreporteros exclusivos de esa revista fueron José Gómez de la Carrera —hasta 1902—, y más tarde Rafael Blanco Santa Coloma. Al primero de ellos se deben importantes reportajes gráficos de la Guerra de Independencia Cubana (1895-1898). Gómez de la Carrera, quien logró trabajar como corresponsal de guerra tanto junto al ejército colonial español como al Ejército Libertador, publicó la iconografía más importante de esa guerra. De la Carrera, de origen español y que tenía la ciudadanía norteamericana, había sido fotógrafo comercial en Cuba hasta 1890, en que comenzó a trabajar para El Fígaro, La Lucha y La Discusión.
“Otros fotógrafos que cubrieron esa contienda para El Fígaro fueron: Desquirón, Gregorio Casañas, Mestre, Elías Ibáñez, Ramón Carreras, Juan Pérez Argení, Miguel Reyna, Luis V. López, Trelles y el estudio de Otero y Colominas.”
Más adelante señalan que por lo general, las fotografías tomadas en el teatro de la guerra eran apacibles y posadas, mientras califican estos académicos como “más elocuentes las imágenes que ofrecen testimonio de la Reconcentración, medida decretada en 1896 por el capitán general Valeriano Weyler para evitar que las tropas mambisas recibieran apoyo del campesinado. “La cruel realidad de esa situación de sometimiento y exterminio —que provocó más de doscientos mil muertos—, quedó recogida por los fotógrafos Pedro J. Pérez, Joaquín López de Quintana, Gregorio Casañas, Trelles, Sánchez Capiró y el estudio de Otero y Colominas.
“No escapó del fotoperiodismo el acontecimiento que dio un vuelco al rumbo de la guerra: la explosión del crucero Maine en la bahía habanera, el 15 de febrero de 1898, convertida en pretexto para la intervención norteamericana…”
Juan Marrero concluye el capítulo dedicado a la fotografía durante la colonia con la advertencia de que la técnica fotográfica comienza a tomar fuerza en el periodismo cubano a partir del siglo XX.
(Por nuestro lado, prometemos continuar con otros interesantes temas contenidos en el libro de Juan Marrero con el título Dos siglos del periodismo en Cuba)
Necesito saber si tienen algún dato del fotógrafo José Trelles, fundamentalmente en que tiempo tuvo su estudio fotográfico en Santi Spiritu.Gracias