En el último mes los periódicos en el centro de la Isla no llegan tan puntualmente como antes. Hacen un recorrido más largo desde que el Poligráfico “Enrique Núñez Rodríguez”, de Santa Clara, vive las turbulencias de la renovación industrial y de la modernización de los centros de impresión de periódicos en el país, bajo un proceso inversionista millonario que se debe ejecutar en un plazo de tres años y ha comenzado por esta industria villareña.
Los diarios nacionales y provinciales destinados al público de los territorios centrales ahora se imprimen en el Poligráfico “Granma”, en La Habana. El incremento de la tirada, la humedad del papel, la obsolescencia de sus cuatro rotativas y las feroces lluvias de los últimos días, los plazos de entrega de los periódicos en el último mes muchas veces no se han cumplido.
Los trabajadores del Poligráfico de Santa Clara comentan a Cubaperiodistas que las actuales inconveniencias son por una buena causa, y lo argumentan con elocuencia. Este es el preámbulo de una profunda reconversión tecnológica de la industria poligráfica nacional, en el que todos saldrán beneficiados -los lectores, las redacciones, las imprentas y el sistema de distribución de la prensa-, aseguran.
Apenas pararon en Santa Clara las viejas máquinas alemanas, comenzó el desmontaje de la planta que había iniciado su producción en 1996. Eso es historia, afirman los trabajadores, pero la fecha del 2 de mayo de 2018 tiene para ellos un simbolismo más profundo: ese día se publicó aquí su último periódico en blanco y negro.
Jorge Enrique Veitía, director del Poligráfico, donde trabaja desde que se graduó de ingeniero en 1990 y está al frente del nuevo proceso inversionista, dice sin asomo de nostalgia: “Me tocó levantar esta imprenta desde cero, luego desarmarla y ahora rearmarla otra vez desde cero”.
Lo que viene para los impresores bajo este mismo techo y estas paredes de grueso concreto por donde parece que ha pasado un huracán que se ha llevado todo a su paso, es, efectivamente, la era del diario en colores (cuatricomía). Pero, también, tiempos más cortos para la salida de los periódicos; máquinas de última generación que humanizan el trabajo de los impresores; ahorro energético y de insumos de la industria poligráfica -particularmente de papel, pues no habrá que andar buscando en mercados de excepción bobinas que sirvan a máquinas producidas en un país que ya no existe, la RDA.
La inversión prevé beneficios colaterales importantes: la modernización del soporte técnico de las redacciones periodísticas y una mejora significativa en la distribución de los periódicos. Incluye una flota de nuevos transportes para Correos de Cuba, la empresa que distribuye el periódico todos los días del año, con lo cual se beneficiará el servicio postal.
¿A dónde han ido a parar las viejas rotativas? Al Poligráfico de Holguín, comenta Veitía, mientras otros equipos todavía están en proceso de desarme, para reutilizar las piezas como repuesto. “Se han desmantelado todas las áreas de producción y se tomaron medidas para reutilizar todo lo que sea útil, desde las máquinas hasta la carpintería”.
En algún momento del año próximo, cuando concluya esta primera fase de la inversión y entre en funcionamiento la maquinaria procedente de Alemania y China, con rotativas valoradas entre las más modernas del mercado, Villa Clara estará en capacidad de producir los periódicos que circulan en el occidente y en el centro de Cuba. Entonces, cerrará el Poligráfico de La Habana para vivir su propio proceso de modernización, con una notable diferencia: los periódicos tendrán un renovado diseño y la anhelada fotografía en color. Al concluir la modernización de la imprenta habanera, comenzará la tercera y última fase: el cambio del Poligráfico de Holguín, que imprime los diarios para los habitantes del Oriente.
El comentario con el que nos despedimos del Poligráfico “Enrique Núñez Rodríguez” es si, dentro de tres años, cuando tengamos los periódicos como manda la modernidad de la industria, esos diarios de papel los leerán solo los nostálgicos de una vieja era. No es secreto para nadie que en todas partes del mundo la industria editorial tiembla ante la amenaza de Internet. Pero en Villa Clara los impresores desechan esa idea milenarista de catástrofe universal que decreta anticipadamente la muerte de los llamados medios tradicionales. Ni la televisión hizo desaparecer a la radio, ni el cine anuló al teatro, ni las tarjetas de créditos han esfumado los billetes. Es posible imaginar una larga convivencia entre el diario de papel y el digital, con una importante ventaja a favor de los periódicos: no necesitan recarga, huelen bien y en la mañana, cuando acaban de salir de la imprenta, son como el pan recién horneado.