Ya tocan puerta los topes eliminatorios regionales, que darán boleto al Torneo Nacional de Softbol de la Prensa Cubana, y vuelve a mi memoria la imagen del colega tunero Yaciel Peña de la Peña, a quien cierta vez encontré haciendo ejercicios físicos en uno de los terrenos deportivos de la ciudad y, ante una pregunta mía, respondió con ese humor ingenuo y bien criollo que le salta a punta de labios: “Aquí, engrasando las bisagritas”.
Eran los tiempos en que, sin ser un receptor del “todos estrellas”, los leñadores de la prensa tunera podían contar con Yaciel detrás del cajón “para lo que fuera necesario”.
Y, como quiera que se avecinaba uno de aquellos dos excelentes torneos que, de forma consecutiva, organizaron los matanceros, Yaciel calentaba disciplinadamente sus articulaciones… por si acaso.
Por si acaso, desde luego, no significaba para él la posibilidad de integrar la nómina regular del equipo, o no. Era, sencilla y previsoramente, reducir, por vía de la preparación previa, posibilidades de lesión en medio del apogeo competitivo.
Rememoro el pasaje no por gusto. Solo nos separan horas del inicio de topes regionales como los que tendrán lugar en Ciego de Ávila, para las provincias del centro del país, y no es, en modo alguno, aconsejable, lanzarse a la grama sin el gradual entrenamiento que un evento así demanda.
Muchos de quienes no han tenido esa precaución —por falta de tiempo, por exceso de trabajo, por dejadez, por la razón que sea— han lamentado luego las consecuencias de un tobillo torcido, una clavícula dislocada, una fractura de antebrazo… en fin.
Y ni la copa es para lesionarse en su alegre transcurso, ni los medios de prensa están para “pagar”, luego, las consecuencias de una insuficiente preparación con vistas a dicha copa.
Lo mejor, entonces, será que todo el mundo engrase al máximo “sus bisagritas”, como solía decir Yaciel, no solo para darle a la bola con fuerza en el mismísimo centro y correr a la velocidad de una flecha, o para capturar la conexión del bateador contrario, sino también para regresar, luego, a casa y al trabajo, en igual o en mejor forma, en el orden físico y espiritual.