Matanzas.-Por esas caprichosas ironías de la vida, entristece escribir sobre la muerte del hombre y amigo, del artista y colega que en vida fue un consagrado maestro del humorismo gráfico.
Tan solo cinco letras le bastaron para rubricar sus caricaturas. El jubiloso sobrenombre de Pitín refugió siempre a Gustavo Prado Álvarez, en quien encontramos “una salida chispeante, una situación resuelta de la manera más sencilla”, según los críticos. Porque también así era su calidad humana, esencial y trascendente.
Divertido en el momento creativo, siempre risueño y de buen carácter, el pasado domingo 22 de abril se apartó eternamente de su mesa de trabajo y de la cuartilla en blanco, retadora de su ingeniosidad a pesar de sus casi 87 años.
Cierta vez me confesó las peripecias iniciales como dibujante de publicidad en una agencia habanera hasta 1960, año de trabajo cenital en el periódico Hoy, al tiempo que alternaba en Bohemia y Verde Olivo. Para el fundador de Granma y Palante, la clave estaba en no repetirse. Necesitaba prestarle atención a todo: modas, canciones, noticias… y leer, leer mucho.
Tal vez esa inveterada laboriosidad le acompañó desde el propio día en que abrió los ojos al mundo en el villaclareño pueblito de Ranchuelo, el 1ro. de mayo de 1931. Tal vez por eso le creció el talento y con él viajó hasta las trincheras de los combatientes internacionalistas en Angola.
Desde mediados de los años 90 residía en esta ciudad. Entonces, ¿cómo no abrirle las puertas de Girón y Humedal del Sur a quien hacía maravillas con su escueto dibujo?
Sabio, respetuoso, maestro de la ironía apenas apuntada, sugería la doble intención con elegancia, como pocos.
Pitín deja una huella irremplazable. Se advertirá en la sección Apartado 1433, a la cual prestigió por más de 10 años. Sus premios ya forman parte de los anales de la prensa en Matanzas.
Por Fernando López Duarte
