“Nuestras democracias deben llamarse democracias mediatizadas. Los medios de comunicación son un componente más importante en el proceso político que los partidos y sistemas electorales; se han convertido en los principales partidos de oposición de los Gobiernos progresistas; y son los verdaderos representantes del poder político empresarial y conservador”, sostiene Rafael Correa en su artículo. El desafío estratégico de la izquierda latinoamericana, publicado en Granma, el 19 de febrero último.
El tema adquiere aún mayor relevancia en momentos en que la derecha regional libra una contraofensiva restauracionista en donde los medios de comunicación de masas (MCM) asumen un papel de actores políticos de primer orden. De ahí el interés por exponer algunos elementos teóricos relacionados con este fenómeno político-comunicacional.
Marx y Engels brindan las primeras pistas. Ellos aseveran en la Ideología Alemana, que “La clase que posee los medios de producción material posee al mismo tiempo el control de los medios de producción mental y, por tanto, en sentido general, las ideas a que están sometidos los que carecen de medios de producción mental (…). En consecuencia, gobiernan ampliamente como una clase y determinan la extensión y el ámbito de una época, con lo que evidentemente, entre otras cosas, regulan la producción y distribución de las ideas de su época. Es así como sus ideas son las ideas dominantes de su época”.
En correspondencia con lo antes expuesto por los clásicos del marxismo, las características culturales, políticas, económicas de una sociedad, su historia y conflictos en un momento dado son las condiciones estructurales que definen el tipo de medios de comunicación de masas (MCM) y la actividad comunicacional que desarrollan.
Así, cada sistema político genera su propio sistema de comunicación y como parte de esta su modelo de prensa. De esa manera la actividad de la prensa, en el sentido más amplio de la palabra, realiza buena parte de su actividad en estrecha relación con los poderes dominantes y sus representantes produciendo y reproduciendo sus ideas.
Al buscar la clave de tan importante asunto nos debemos remitir a la función principal del periodismo que es inducir y formar opinión; es decir, fabricar el consenso, atribuyéndole una función estratégica en el ejercicio político. Luego entonces, no hay actividad periodística que se produzca y difunda al margen de la disputa del poder.
Es en el discurso donde radica la fortaleza de los MCM, pues mediante las informaciones y opiniones que lo conforman tienen la capacidad de construir percepciones de la realidad convirtiéndose en fuentes importantísimas de reconocimiento, identificación y contextualización de los individuos.
El proceso objetivo de mundialización, los vertiginosos avances tecnológicos en el campo de la información y la comunicación, el modelo de globalización neoliberal imperante y la profundización de la crisis estructural y de legitimidad del sistema capitalista, tienen una influencia innegable en los modos de concebir y realizar la política hacia y desde la comunicación transformando así su misión y papel tradicional. Asistimos a cambios sustantivos de la política clásica, tanto desde su compresión y ejercicio, cuyo eje transformador radica en la comunicación y más específicamente desde la comunicación política y del periodismo. Se trata de un fenómeno cultural y simbólico propio de la etapa histórica que vivimos.
Diversos investigadores (Alsina, Borrat, Ricardo, Van Dijk, entre otros) concuerdan en que el funcionamiento político de los medios se expresa desde diversas aristas: espacio para la batalla política, entidad contendiente, portavoz, caja de resonancia y escenario proyectivo para el desencadenamiento de determinadas acciones que por sus consecuencias influyen en la toma de decisiones políticas.
Esa percepción lleva a colocar a la prensa en la categoría de poderes fácticos. Así se demostró con la asonada contra el presidente Hugo Chávez, en abril de 2002. De tal suerte, el poder mediático pasó a ser el espacio donde se constituyó la estrategia política y eso representa una transformación significativa en los viejos y complejos vínculos entre los poderes político y mediático.
El quiebre moral de los partidos políticos llevó a los medios privados a sustituirlos, pues en un primer momento, fueron las únicas entidades con capacidad y autoridad para asumir la dirección política de la oposición amparados en su supuesta credibilidad ante la opinión pública y, detrás de ese telón, por ser representativos de la élite político-económica desplazada del poder y porque dueños y/o accionistas de esos medios forman parte prominente de esa élite.
En tal sentido, esa postura la resume el expresidente ecuatoriano cuando subraya en el artículo de referencia que “(…) lo importante es lo que aprueben o desaprueben en sus titulares los medios de comunicación, sustituyendo así al Estado de Derecho con el Estado de Opinión”.
El académico chileno Pedro Santander apunta que las causas han de buscarse en el modelo neoliberal capitalista al impactar de manera negativa el ámbito de la política con la pérdida del protagonismo del Estado en sus funciones, en la cooptación de los grupos subordinados, la distribución de las cuotas de poder político y económico entre los sectores de la clase dominante, y su manquedad para corresponder al interés público; por la crisis de credibilidad de los partidos políticos tradicionales ante la pérdida de la representatividad de los intereses del electorado y la potenciación de su gestión clientelar ante los consorcios económicos y financieros locales y trasnacionales en los que descansa el verdadero poder; y, como consecuencia de ambas situaciones, la creciente apatía y desilusión ciudadana ante esas prácticas de gerencia política.
A lo anterior se suma la tendencia objetiva, uniforme y trasnacional de la concentración económica de la propiedad de los medios y su consiguiente influencia en el control del discurso en el contexto de la denominada democracia neoliberal lo cual ha determinado que los principales medios de comunicación privados se han convertido en actores políticos explícitos de la oposición, y desde ellos y con ellos se lleva a cabo una guerra permanente a los gobiernos de la izquierda en América Latina.
El venezolano Luis Britto postula que los propios medios se constituyen en verdaderos partidos políticos cuando designan o fabrican dirigencias, redactan programas y plataformas, establecen líneas, consignas y movilizan; paralelamente actúan como si constituyeran un poder político operante, asumiendo todas y cada una de las funciones de éste, y más grave aún, actúan como un Estado paralelo mediático que se erige por encima de la propia legalidad que rige los actos de los poderes públicos.
Cualquier mirada a la condición de partido asumida por la empresa privada mediática en el escenario latinoamericano actual no puede desvincularse de su relación orgánica con el capital corporativo transnacional y la emergencia de fuerzas ultraderechistas en el seno de la oposición local y mundial. Se trata de una triangulación de intereses estratégicos destinada a luchar por su hegemonía global al costo que fuera necesario, tal como lo demuestran los acontecimientos. (FIN)
Bibliografía consultada:
- Alsina, Rodrigo. La construcción de la noticia. Nueva edición revisada y ampliada.Ed. Paidós. Barcelona. 2005.
- Borrat, Héctor. El periódico, actor político, En Análisis, Nro 12, Barcelona, pp 67-80.
- Britto García, Luis. Venezuela: investigación de unos medios por encima de toda sospecha. Fondo Editorial de la Casa de las Américas. La Habana. 2005.
- Marx, Carlos y Engels, Federico. La ideología alemana. Obras escogidas. Tomo II. Ed. Progreso. Moscú. 1978.
- Ricardo Luis, Roger. El magnicidio mediático de Hugo Chávez. Tesis en opción al título de Doctor en Ciencias de la Comunicación Social. Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana. 2012.
Santander, Pedro. Analizando los medios y la comunicación. Teoría y métodos. Ediciones Universitarias de Valparaíso. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Chile. 2009.
Muy sólido y oportuno comentario. Gracias, profesor. Valdría la pena haber puesto un link al artículo de Correa publicado en Granma.