El 24 de febrero de 1895, primer domingo de carnavales, había sido fijado por los conspiradores en Cuba como la fecha del alzamiento. Ese día, en diferentes puntos de la Isla, los revolucionarios se lanzaron a la manigua, y aunque algunos levantamientos fracasaron y muchos conspiradores fueron detenidos, una vez iniciada la guerra, la llama de la insurrección se extendió con rapidez, primero por toda la región oriental, la más rebelde, y luego, por todo el archipiélago cubano.
Sin saber nada aún, José Martí y Máximo Gómez se hallaban en Montecristi, en la humilde vivienda del dominicano. Por esos días, habían estado tratando, inútilmente, de conseguir una goleta que los llevara a la cercana patria.
El día 26, mediante un cablegrama firmado por Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, ambos conspiradores conocieron del estallido de la insurrección en Cuba, noticia que, de igual modo, apareció publicada en el Listín Diario, de Santo Domingo.
En respuesta al cablegrama, Martí dirigió ese mismo día una importante misiva a Quesada y a Guerra. En ella, les decía: “Ya Cuba está encendida. De acá se hace lo que se debe”. También indagaba acerca del trabajo en la Delegación y del rescate de las armas implicadas en el fallido Plan Fernandina; les recomendaba hacerlas llegar a Cuba en una expedición dirigida por Serafín Sánchez y les daba instrucciones de organizar un “servicio amplio—y continuo de socorros—de recursos de guerra, y no de hombres innecesarios”:[1] una vez más reiteraba que la guerra no era contra el español y habló de la necesidad de sumar a todo cubano honrado, cualquiera que hubiera sido su credo político: “La guerra es para que españoles y cubanos puedan gozar de la tierra ordenada en paz, y que la revolución, generosa y serena, jamás tratará como enemigo en el cubano de hoy, al autonomista de ayer”.[2] Entre otras instrucciones, recalcaba la importancia del periódico Patria, y les indicó: “muchas noticias ahora […] Un fondo con las ideas fijadas […] Todo lo de Cuba”.[3]
Mucho entusiasmó a Martí y a Gómez la buena nueva acerca del estallido anunciado en el periódico; pero, a la vez, mucho les preocupaba el hecho de que los principales jefes del movimiento libertario no se encontraran aún en la manigua, lo cual los obligaba a agilizar los preparativos de su propia partida y a enfrentar la situación que con el grupo del Titán se había presentado en Costa Rica. Como escribiría el 26 de febrero al general Antonio Maceo, desde Montecristi: “El ejército está allá. La dirección puede ir en una uña”.[4]
Por eso, había manifestado en uno de sus últimos trabajos publicados en Patria, cuando aún estaba en marcha el Plan de Fernandina: “Para Cuba no hay más esperanza de emancipación […] que la independencia de España por un sacrificio inevitable, y de alma generosa. Ver después, no vale. Lo que vale es ver antes, y estar preparados. Ese era el deber de los cubanos libres en el extranjero, y a eso atendimos. De canijos o necios es ver venir la dificultad y no prepararse para ella. De malvados, y no menos, es la tarea, inútil por fortuna, de quitar fuerzas a los que se preparan a encarar una situación fatal e inminente”. Y añadió: “Se creyó […] que las reformas de imposible realidad, podían dañar a la revolución, y aflojar la fe y el hecho de sus mantenedores,—y Patria se limitó, firme en lo verdadero, a declarar que la obra revolucionaria, de alma en que caben españoles y cubanos, continuaba sin prisa y sin ira, sin un héroe menos, sin una esperanza menos, con nuevas esperanzas”.[5]
Confiado, además, en la importante labor de la prensa expresó en ese artículo: “Patria previó y obró a su hora, y conoce y aguarda la voluntad del país. Su deber no era azuzar engañosamente: sino preparar prudentemente. Ver venir es lo de hombres, y tener casa hecha a la tempestad, y cauce abierto al incendio de la sangre. Si la sangre se enciende, tendrá idea, tendrá brazo, tendrá amor, tendrá adentro un alma convencida, y afuera un propósito serio revolucionario, un patriotismo cordial y constructivo. De hombre es ver de lejos, y disponerse al conflicto que ha de venir”.6
Este breve trabajo del Apóstol, que alerta acerca de las tardías reformas con las que España pretendía detener la guerra necesaria, concluye con sabias palabras: “¡Todos, pues, a la obra de todos, con alma en que quepan todos!”7Un vigente llamado a la unidad.
[1] José Martí: “Carta a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra”, 26 de febrero de 1895, en Obras completas, t. 4, Centro de Estudios Martianos, colección digital, La Habana, 2007, p. 72. Muchos emigrados cubanos y solidarios extranjeros aspiraban viajar a Cuba para pelear por ella; sin embargo, la realidad era que en el campo insurrecto había una buena cantidad de mambises desarmados: los hombres sobraban; pero las armas faltaban y, por ello, era política del PRC priorizar el envío de armamento y municiones.
[2] _________: Diarios de campaña, Biblioteca Familiar, s. f., p. 72.
[3] Ibídem, p. 73.
[4] José Martí: “Carta a Antonio Maceo”, 26 de febrero de 1895, en Obras completas, ob. cit., t. 4, p. 71.
[5] _________: “Las reformas en Cuba”, 8 de diciembre de 1894, en ob. cit., t. 3, p. 425.
6 Ibídem.
7 Ibídem, p. 426.