El 2 de enero de 1984, Lázaro está sentado en una oficina con dos oficiales, en el Ministerio de las Fuerzas Armadas.
Tiene 32 años y camisa y espejuelos de armadura cuadrada sobre el bigote. No habla, todavía. Los dos oficiales están sentados frente a él. Una mesa de por medio. Se miran. Hay demasiado silencio. Una mujer con ropa de asistenta pone un vaso con agua frente a cada uno de los oficiales, en la mesa. Frente a Lázaro, pone un vaso con té.
–Por fin, ¿supiste algo de tus hermanos? –preguntó uno de los oficiales.
Noel y Diosbel, los hermanos de Lázaro, llevaban par de años en Angola.
Noel tenía 25 años y estaba en Luena, una ciudad lindante con Sudáfrica. Diosbel había cumplido 22 en Cabinda.
–Noel está al venir. Mandó una carta hace poco.
–Noel tuvo un accidente –dijo el otro oficial.
–Sí, mira, fue un vehículo…
Diez minutos después, Lázaro supo que en la noche del 30 de diciembre, un grupo de sudafricanos armados logró burlar la guardia y abrir fuego contra un pelotón angolano-cubano.
Entre los muertos, estaba Noel.
–El sentimiento más grande de la familia fue que ese año nos pasamos 30, 31 y 1ro. de fiesta. Y el día 2 es que me dan la noticia. Es decir, que ya él estaba muerto y nosotros de fiesta, ¿entiendes? Pero bueno, eso nadie lo sabía…
«Y después del Minfar tuve que ir con una comisión, a darles la noticia a mis padres».
Lázaro entró a la casa contenido. Afuera, un grupo médico dejó pasar 15 o 20 minutos. Como –dijeron– andaban por el barrio, realizando chequeos de rutina, los padres de Lázaro no sospecharon. La presión, bien. Detrás, los militares.
–Mi mamá se viró pa’ mí y me empezó a decir cosas. Del nerviosismo y el llanto, me empezó a decir: ¡tú lo sabías!, ¡tú, cuando entraste, lo sabías, y no me dijiste nada!
«Yo primero le dije que no lo sabía, pero después le dije que sí, pero que no pude decirle, ¿entiendes? Meterle esa noticia así, de sorpresa, no era fácil».
Así que asumió el luto de una manera recta y sosegada, del modo en que el cabeza de familia asume el dolor propio y el del resto, para que no se pierda el equilibrio.
De noche, concienciado, entró a su cuarto:
Querido hermano Diosbel,/ yo sé que tienes el pecho/ afligido, por el hecho/ de la muerte de Noel./ Pero tú sabes que él/ es digno ejemplo a seguir,/ por eso debes cumplir/ con decisión y coraje,/ que es el mejor homenaje/ que le podemos rendir.
La muerte de nuestro hermano/ rememora un nacimiento/ que crece en el pensamiento/ del combatiente cubano/ que en cualquier suelo lejano/ combata al imperialismo/ con valentía y dinamismo,/ logrando, con cada muerte,/ que sea cada vez más fuerte/ el internacionalismo.
Diosbel, ahí va también/ un abrazo de papá/ y un gran beso de mamá,/ los dos se encuentran muy bien./ Aunque tú sepas que estén/ llorando lo sucedido,/ han llorado y han sufrido,/ pero en su aliento, Diosbel,/ ellos saben que Noel/ no está desaparecido.
Ahora, sin embargo, mientras me las recita de memoria, le tiembla la garganta.
Nadie puede ser fuerte todo el tiempo.
Fuente: Periódico Granma