La Presidencia nacional de la Unión de Periodistas de Cuba me honra al designarme para decir unas palabras en vísperas del Día de los Derechos Humanos, honor que se suma al de habérseme otorgado este año el Premio Nacional de Periodismo “José Martí” por la Obra de la Vida.
Traigo recuerdos de los años de represión y lucha, de reveses y glorias vividas por el pueblo de mi ciudad natal, Santiago de Cuba, bajo el régimen oprobioso que el imperio de Estados Unidos apoyó hasta que fuera barrido por la guerra de liberación nacional conducida por Fidel.
El 17 de abril de 1956, el joven Carlos Díaz Fontaine fue herido de gravedad en un encuentro con fuerzas de la tiranía y llegó vivo a la casa de socorro. Su padre pudo hablar con él. Más tarde el capitán García Olayón, jefe de la Policía Marítima, se lo llevó, le dio un tiro en la cabeza y lo devolvió como muerto al mismo centro de asistencia. Cuando el forense Prieto Aragón se personó para examinarlo, vio que Carlitos movía los labios, se acercó y escuchó lo último que el joven agonizante pudo decir: “Me mató Olayón”.
Josué País García, hermano de Frank País, fue ultimado en el hospital de emergencias por agentes criminales el 30 de junio de 1957, después que una patrulla policial lo dejara allí con heridas graves, pero con vida. Tenía 18 años.
A Fernando Prol le dispararon a la cabeza y lo arrojaron en las afueras de la ciudad. El funerario Genaro Rivas acudió con el carro fúnebre y el ataúd al lugar del hallazgo. Cuando trataban de introducir el cuerpo en la caja, Prol volvió en sí, levantando la cabeza. Entonces Haza ordenó al sargento Despaigne darle el tiro de gracia. El 11 de enero de 1959, el funerario Genaro Rivas atestiguó ante el tribunal militar que juzgaba a los asesinos, quienes confesaron sus crímenes.
En particular el esquema de la represión en Santiago lo integraban el Servicio de Inteligencia Regimental, más conocido como SIM; los Tigres de Masferrer y el Servicio Especial de la Policía, subordinado este último al capitán Haza como jefe del cuerpo policial.
El 16 de junio del año en curso, el presidente Donald Trumph, se reunió en Miami con la mafia anticubana, al presentar al violinista que amenizó el convite, Luis Haza, el Presidente de Estados Unidos consideró al padre de ése, el extinto Capitán Bonifacio Haza, víctima del régimen de Castro por haber defendido valientemente la democracia en Cuba.
Durante la tiranía batistiana, en Santiago de Cuba entregaron sus vidas más de 400 jóvenes luchando por mucho más que reconquistar las libertades democráticas conculcadas; luchaban por la revolución que amaneció el primero de enero de 1959. Frank País era alto exponente de esa juventud.
Lo conocí cuando estudiábamos el bachillerato; él un año más avanzado que el mío. Quería estudiar Arquitectura, pero apremiado por la necesidad de trabajar para ayudar a Doña Rosario, su madre, viuda, en el sostén de sus dos hermanos menores, optó por el magisterio, que también le gustaba.
En la Escuela Normal para Maestros fue primer expediente. Activo en la primera Iglesia Bautista, sobresalía entre otros aspectos por acompañar al coro con el órgano y el piano. Mostraba fina sensibilidad musical y poética. Componía versos. Con 17 años de edad, se proyectó como dirigente estudiantil de la Segunda Enseñanza, enfrentando con manifestaciones en las calles al régimen instaurado por un golpe de estado. Dirigió la revista El Mentor.
Cerrada por el tirano toda vía de solución pacífica a la crisis que sufría el país, Frank País encauzó su quehacer en la lucha armada, ya graduado, trabajando como maestro y estudiando en la Universidad de Oriente. Pero renunció a su plaza en el colegio El Salvador porque Cuba lo necesitaba, según explicó en una carta.
Fue uno de los principales divulgadores de La Historia me Absolverá, el programa del Moncada. En menos de tres años, obró pacientemente como un orfebre para vertebrar Acción Nacional Revolucionaria, que puso al mando de Fidel cuando este fundó el Movimiento 26 de Julio en mayo de 1955. Comprendió y proyectó el trabajo con los movimientos estudiantil, obrero, campesino y de sectores pudientes, creando las secciones correspondientes.
Consciente de las injusticias y de lo que había que hacer en el poder, expuso en carta a Fidel el 7 de julio de 1957, a menos de un mes de ser asesinado:
“Es ya un hecho que el pueblo de Cuba no espera al derrocamiento de un régimen o la sustitución de figuras, sino que aspira a cambios fundamentales en la estructura del país”.
No menoscababa su credo el creyente cuando empuñaba el arma por convicción para combatir frente a la violencia reaccionaria. Forjó su recia personalidad de soldado y jefe al asumir él mismo las misiones de mayores riesgos y dificultades. Podía exigir así por el cumplimiento de sus órdenes. A partir del ejemplo propio se ganó la autoridad, se le respetaba, se le quería y se le seguía.
El levantamiento del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba expresó en primer lugar, la fidelidad de Frank País al compromiso contraído con Fidel de apoyar el desembarco del Granma, y su identificación con la idea de este de que ambos hechos formaban parte de una estrategia de lucha por el poder revolucionario.
Después de mantener la ciudad en sus manos durante seis horas, Frank ordenó la retirada gradual y ordenada de sus fuerzas. En el alzamiento estaban comprometidos más de 350 hombres y 72 mujeres en acciones combativas y de aseguramiento. Cayeron combatiendo José Tey, Otto Parellada y Tony Alomá. Es significativo que los revolucionarios no sufrieran más bajas, no obstante la superioridad en hombres y armamentos de la tiranía. Frank lo explicó elocuentemente en el periódico clandestino Revolución, en la segunda quincena de febrero de 1957.
“La población entera de Santiago, enardecida y aliada de los revolucionarios, cooperó unánimemente con nosotros; cuidaba a los heridos, escondía a los hombres armados, guardaba las armas y los uniformes de los perseguidos; nos alentaban, nos prestaban las casas y vigilaban el lugar avisándonos del movimiento del ejército. Era hermoso el espectáculo de un pueblo cooperando con toda valentía en los momentos más difíciles de lucha”.
Después del 30 de noviembre de 1956, los últimos ocho meses de vida del joven David, seudónimo de Frank, registran hechos de tal magnitud que son por sí solos fiel expresión de la capacidad organizativa de aquél y de su entrega total a la causa revolucionaria. Era como dijera Fidel, su brazo derecho. Fue artífice de la retaguardia segura de la Sierra. Sus dos vocaciones más fuertes las constituyeron el magisterio y las fuerzas armadas que contribuyó a formar.
De la visita que hiciera a la Sierra Maestra habló el Che:
“Nos dió una callada lección de disciplina al limpiar nuestras armas, que estaban bastante sucias”. Más adelante lo retrata (Cito):” Sus ojos mostraban enseguida al hombre poseído de una causa, con fe en la misma, y además que ese hombre era un ser superior. Hoy se le llama el inolvidable Frank”.
Frank marcó con su personalidad y proceder la historia del movimiento revolucionario clandestino contra la última tiranía batistiana. Como expresara el General de Ejército Raúl Castro, forjó uno de los mejores y más audaces destacamentos clandestinos de toda nuestra historia.
Su muerte fue un duro golpe. De tal modo lo percibió Fidel en la Sierra Maestra al conocer la infausta nueva.
“Duele verlo así, ultimado en plena madurez, cuando estaba dándole a la revolución lo mejor de sí mismo. No sospecha el pueblo de Cuba quién era Frank País, lo que había en él de grande y prometedor”.
Su cadáver fue rescatado al enemigo. Su sepelio, imponente, colosal. Vilma Espín Guillois, su más cercana compañera de lucha, relató emocionada:
“La ciudad entera se quedó vacía mientras se acumulaban más de veinte cuadras en apretada masa (…) Ese día Frank ganó la más grande de sus batallas (…) Me hice la idea de que sonreía”.
Yo estaba recluido en la cárcel de Boniato, en las inmediaciones de Santiago de Cuba, con cerca de 30 presos políticos, entre ellos varios encausados por intentar abrir el segundo frente oriental. Aquella conmoción popular que derivó en una huelga general que sacudió a la tiranía, derribó las rejas de nuestras celdas para hacernos sentir luchando junto al triunfante David.
De historias como éstas hay que hablar maás a menuido, en contextos donde fluyen jóvenes estudiantes, trabajadores e intelectuales, para que conozcan más en vivo de los hechos y personajes que desconocen o les llegan vesrsiones distorsionadas. En particular, sería muy positivo esta charla en la Facultad de Comunicación de la UH, donde los futuros profesionales del periodismo no saben mucho de dónde venimos ni cuánto costó.