El crimen ocurrió en 1958, luego que a principios de mayo el ecuatoriano Carlos Bastidas bajara de la Sierra Maestra, donde entrevistó al Comandante en Jefe Fidel Castro. Tenía 22 años de edad cuando lo mató el cabo de seudónimo Gallo Ronco, uno de los esbirros más sanguinarios de la dictadura de Batista.
Se supone que Bastidas no escribió notas sobre las vivencias durante mes y medio en el campamento del Ejército Rebelde, quizás para salvaguardarlas en la memoria con la intención de realizar un reportaje al regreso a su tierra natal. Pero sí entregó rollos de fotos al embajador de Ecuador en La Habana.
Posteriormente a su muerte, muchas de las fotos fueron publicadas por la prensa ecuatoriana. Entretanto continuaron y prosiguen hoy las investigaciones sobre sus escritos. Cierto es que hasta el momento, ni una sola letra suya ha sido hallada en Cuba ni en Ecuador.
El periodista cubano, exiliado en tierra ecuatoriana, Julio Castelló, publicó en el periódico vespertino La Hora, el 17 de junio de 1958: “A pesar de sus cortos años (…) Bastidas razonaba como el más experimentado conocedor de los graves problemas que agobian a la humanidad. Voy a reproducir algunas de sus palabras: Nada en el mundo puede detener la firme marcha de América hacia un futuro lleno de justicia, progreso y libertad democrática. Poco días después me enteré de su brutal y cobarde asesinato.”
Por su lado, el colega Orlando Gómez Balado, quien trabajó en el periódico Granma, actualmente retirado, ofreció su testimonio del tiempo en que estuvo alzado en la Sierra Maestra y conversó con Bastidas o Atahualpa Recio, nombre que usó el ecuatoriano en el lomerío oriental.
Él gustaba contar sus desvelos y andanzas de periodista por Colombia y Venezuela, bajo tiranías similares a la de Fulgencio Batista, recordó Gómez. Precisamente, fue el entonces joven guerrillero quien a Bastidas le dio la dirección de su familia en La Habana y una carta para que le entregara a la madre en el hotel Pasaje, propiedad de ella. Y en esta pensión, el periodista ecuatoriano decidió hospedarse.
Del aludido hotel y acompañado por el otro hijo de la propietaria, salió Bastidas la noche del 13 de mayo, con miras a encontrarse con Jorge Quintana, decano del Colegio de Periodistas y pedirle la protección de esta institución, además de obtener cartas que llevaría a cubanos exiliados en los Estados Unidos.
Ambos resolvieron esperar a Quintana en un bar, sito en Prado entre Virtudes y Neptuno. Allí, casi de inmediato, se presentó el esbirro Orlando Marrero Suárez, el apodado Gallo Ronco, que sin motivo injurió a Bastidas. El periodista ecuatoriano protestó y durante el violento diálogo, el cabo le propinó un fuerte golpe en el rostro que lo hizo caer al suelo inconsciente. Seguidamente, el sanguinario agente le disparó a mansalva.
Agonizante, Bastidas fue llevado a un puesto de socorro donde falleció en la madrugada del 14 de mayo de 1958. Su cadáver fue sepultado el día 17 en el panteón de la Asociación de Reporteros de La Habana, en el Cementerio de Colón.
El crimen fue silenciado por el régimen batistiano, ni una sola línea se publicó en los diarios sometidos a la censura. El rescate del cadáver por el Colegio de Periodista resultó una odisea, pasaron días de tormento para su entrega. Quintana dijo que encontraron el cadáver sin ropa en un frigorífico, junto a otros también desnudos. Y, por las gestiones del Colegio, el cadáver de Bastidas no fue lanzado a una fosa común, como era costumbre el proceder de la dictadura con los revolucionarios asesinados.
La corta vida de Carlos Bastidas Argüello y su obra profesional, incluyendo trabajos suyos publicados en la prensa ecuatoriana, de manera meticulosa aparecen en el libro Andanzas de Atahualpa Recio con la autoría de Juan Marrero González.
En la página de presentación al texto, Marrero destacó: “En los años del poder revolucionario, desde 1958, no ha ocurrido un hecho semejante en Cuba. Jamás un periodista ha sido torturado, desaparecido, asesinado. En el resto de Latinoamérica, en cambio, más de ochocientos periodista han perdido la vida: muchos de ellos desaparecidos por las dictaduras militares, otros asesinados en el marco de las “democracias” conocidas. Cientos fueron torturados, miles fueron amenazados, agredidos físicamente, despedidos de su trabajo, impedidos de tener afiliación sindical, censurados. Miles, miles, miles… Hasta el día de hoy, inclusive.”
Marrero fue de las pocas personas que en 1958 participó del velorio y entierro del periodista ecuatoriano, así se lo hizo saber a Edmundo Bastidas Argüello, también periodista como su hermano Carlos, cuando en 1994 se conocieron durante un evento celebrado en la capital cubana.
A partir de aquel encuentro con Edmundo y de sus revelaciones, no sólo surgió la idea de escribir el citado libro y de que la Unión de Periodista de Cuba, (Upec), develara en la Casa de la Prensa una tarja con el nombre de Carlos Bastidas Arguellos, sino que además, cada año en mayo se rinda homenaje póstumo al admirado periodista ecuatoriano y se efectúa una peregrinación hasta el panteón de la Asociación de Reporteros de La Habana, donde son depositan flores.
Asimismo, en el acto por el Día Internacional de los Derechos Humanos, este 8 de diciembre, celebrado en el Capitolio, sede del Parlamento, La Unión de Periodista de Cuba y la Asamblea Nacional del Poder Popular dieron inicio a la jornada de recordación de Carlos Bastidas Argüello, asesinado hace 60 años.
Ángela Oramas Camero/Cubaperiodistas