Durante 100 horas ininterrumpidas, Radio Sancti Spíritus le siguió los pasos al huracán Irma minuto a minuto.
Sentí envidia. Añoré cuando, con unas botas plásticas más altas que yo, cazaba historias en medio de la lluvia que ahogaba viviendas y cafetales en el Segundo Frente santiaguero. Eran mis años mozos en la Radio, que otro
viento se llevó. Al parecer.
Hoy es viernes 8 de septiembre, y todo indica que ni vaguada ni ningún Perico de los palotes —disculpen—, trato de decir que nada se interpondrá en el camino del huracán Irma, que bojeará a Cuba a la vista de todos. Lo pronostican por Radio Sancti Spíritus.
Ahora estoy en el apartamento, y Julito (Julio Antonio Pérez), el locutor, habla como si nos mirara las caras. Orienta más que todo. “Asegure sus cosas”, recomienda, y en ese instante, protejo las ventanas hasta con el palo de la escoba. “Busque un sitio seguro para refugiarse”, advierte el conductor radial, como si presintiera que Irma no dejaría títere con cabeza.
Y porque quien no oye consejo…, bajo del quinto piso con la familia a cuestas; rumbo a la casa de mi hermana, un carro altoparlante anuncia un torrencial de medidas para asegurar vidas y recursos económicos, y de otras
orientaciones aparecidas en la Guía familiar para la protección ante ciclones tropicales, elaborada por la Defensa Civil.
A partir de esa tarde, secuestraría cada celular que pasaba por el lado. No quería la información a trasmano. Llueven los reportes periodísticos en Radio Sancti Spíritus. Hasta debajo de las piedras buscan la noticia Nicolás, en La Sierpe; Sicilia, en Taguasco; Luis René, en Yaguajay…
Al poblado norteño, arribó a media tarde el reportero Juan Carlos Castellón, no sin atar previamente los cabos de la programación de la emisora, cuyamresponsabilidad también asume. En los últimos suspiros de la carga del móvil, alcanzo escucharlo alrededor de las cinco de la madrugada del sábado.
Las rachas del viento casi le cortan las palabras. Se encuentra a escasos kilómetros del ojo de Irma. A las afueras del edificio del Gobierno Municipal —cuartel del Consejo de Defensa Provincial—, el mundo parece acabarse. Parece no; está a punto. La radio lo describe. Lo narra Juan Carlos, quien no tocaría cama alguna en dos noches. Él está de cuerpo presente allí; mas, otro huracán le ronda la cabeza: el destino de su familia, de la emisora.
Desde el 7 de septiembre a las 2:00 p.m. hasta el día 11 a las 6:00 p. m., la programación de la estación provincial trastocaría su cotidianidad y, por ende, la del colectivo —liderado por Luis Ramón González, director del sistema radial en el territorio—, que me traslada en el tiempo a la cobertura excepcional de junio del 2002, cuando las aguas de la presa Lebrije querían sepultar Jatibonico.
Esas vivencias reporteriles no las vivió Mairelys Valdivia Díaz. La edad no le daba para tanto. Mientras difunde los estragos de Irma en Sancti Spíritus a través de su cuenta en Facebook, recibe un mensaje por el chat de Gerardo
Hernández, uno de los Cinco, preocupado por los daños ocasionados en el caserío El Capricho, en los Olivos, en fin, en la provincia, desde donde varios coterráneos cruzaban cartas con él durante su prisión en Estados Unidos.
Del intercambio por Facebook me enteraría luego. Ahora lo que oigo, gracias al radio de una vecina, es el diálogo entre Mairelys y Gerardo, quien asegura que de Irma nos repondremos, pues hemos resistido el peor de los
meteoros, “un huracán estacionario que ha estado sobre Cuba por más de medio siglo”. Son pasadas las once de la noche del sábado, y tengo los ojos más abiertos que una lechuza.
Quizás no tan abiertos como los colegas sumidos en plena brega en este minuto en la Sala de Prensa de la emisora, adonde llegó Lisandra Gómez Guerra al amanecer, bajo el diluvio. Un mensaje remitido vía celular a una agente de seguridad, de turno en la planta radial, por una mujer de Yaguajay, sacude a todos: “Mi casa se destruyó completa, a mi alrededor no quedó nada”.
“Ello nos estremeció”, dice Lisandra. Desde ahí, buscar noticias devino obsesión. Oscar, Elsa, Sicilia, Félix, Cristóbal y Mayito, encabezados por Maricela y unidos a los colegas de los municipios, sentaron cátedra de noticiabilidad, como los colegas de CentroVisión.
En la Redacción, algunos convirtieron el sofá en cama; otros brindaron las suyas en casa, finalizada la sesión de reporteo. Ambiente de hermandad, reinante, además, entre directivos, locutores, directores de programas,
asesores, realizadores de sonido, redactores, personal de la técnica y administrativo, choferes…, quienes compartieron lo mismo un trago de café, que un pedazo de yuca, hervida en una cocina improvisada.
“Irma nos unió más”, comenta la locutora Mairelys Delgado Sánchez. Para ella, “la emisora fue la luz en la oscuridad”. Lo certifica hasta como oyente, y la imagino en la madrugada, sin electricidad en su hogar, con el
celular en la mano y los audífonos puestos, atenta a su radio.
“No salimos del aire ni un segundo”, se precia en señalar Yeris del Sauzal Francisco. Apenas amainó el ciclón, no cesó de cazar historias; pero ninguna la conmocionó tanto como la de aquella madre en Llanadas Abajo, Yaguajay,
que barría el local que le prestaron para cobijarse junto a su hijo de tres años: “Perdí mi casa, la ropa y hasta las teteras del niño”.
En Colón, Sancti Spíritus, no corrió similar suerte la vivienda de Eduarda Estévez. Si a esta espirituana la oyeran quienes vaticinan el fin apocalíptico de la Radio, quedarían pasmados: “Usted dirá que estoy loca, pero cuando oía la emisora, yo veía clarito, clarito, lo que estaba pasando”.
Enrique Ojito / Escambray
MIS FELICITACIONES A LOS COLEGAS DE RADIO SANCTI SPÍRITUS Y DEL RESTO DE LAS EMISORAS DEL PAÍS. HICIERON UNA COBERTURA MUY OPORTUNA. GRACIAS A STGO OJITO POR ESTE TEXTO; ME PARECÍA QUE ESTABA VIVIENDO DE NUEVO ESOS DÍAS ACIAGOS.