José Martí, muy cerca la guerra necesaria organizada por él, indicó que Patria tenía que ser un periódico más hondo y atractivo para contestarle a la contienda de pensamiento que se les hacía a las fuerzas revolucionarias. Julio Antonio Mella señaló a los corresponsales de la publicación comunista mexicana El Machete “Nosotros no somos burgueses hipócritas para ocultar nuestros fracasos e ineptitudes”.
Los revolucionarios tenemos que profundizar en la historia, en la economía, en el deporte, el arte, en todo; y el periodista que quiera serlo debe lograrlo en su reportaje, su comentario, su crónica, su información… No basta con decir nuestra verdad: hay que argumentarla, partir de bases sólidas, y expresarla de manera que conquiste, convenza, arribe al corazón y el cerebro de las masas, sin pensar que la razón nos pertenece siempre.
Tiene que ejercer su criterio, alabar lo correcto sin convertir en hazaña el cumplimiento del deber, y censurar lo que estime erróneo sin palabras destructivas. Anda mal quien cante loas por doquier sin ir a las raíces, o caiga en el hipercriticismo: los alabarderos y los francotiradores lesionan. Indispensable, investigar, no limitarse a unas pocas voces bien arriba, ladeando la base, ni atarse a pocas fuentes. Lacera quien dice sí a todo y aun calla lo que piensa por acomodamiento o por ignorancia. .
No se debe mentir jamás indicó Fidel. Y ha sido un ejemplo en esto: ¿dónde no? Acaso se dijo que los Diez Millones se habían logrado? El Comandante en Jefe informó la realidad como se debía. Y con él al frente luchamos por convertir este revés y todos los fracasos en victoria. Pero primero hay que reconocerlos. ¿Por qué entonces ocultar otros insatisfacciones y tratar de disfrazarlas de triunfos en sectores de menor importancia y hasta cuando sean del mismo nivel o por encima de aquella zafra?.
En lo deportivo se buscan luces para ocultar oscuridades en muchas ocasiones. Y el Apóstol senalo: “Tenemos que levantar, no poetizar las caídas” El propio Fidel fue de los primeros en reconocer el bajón en Beijing 2008 y reflexionó combativamente sobre el hecho: “… nos hemos dormido sobre los laureles. Seamos honestos y reconozcámoslo todos. Revisemos cada disciplina, cada recurso humano y material que dedicamos al deporte. Debemos ser profundos en el análisis, aplicar nuevas ideas, conceptos y conocimientos”.
Tampoco se va frecuentemente a la esencia encandilados por el brillo del subproducto: las medallas y los récords, olvidando la misión fundamental del deporte: forjar a un ser mejor en alma y cuerpo. Una clara muestra: la cultura física complementa la atención a los discapacitados. ¿Cómo no aplaudir y emocionarse con las proezas internacionales de Yunidis Castillo y Omara Durán? Pero ¿por qué olvidar que en 1958 solo había 8 escuelas especializadas para discapacitados, todas habaneras, y ahora poseemos 366 y 38 133 alumnos, y que antes muchas de estas personas eran incluso mendigos?
¿Por qué el canto inmenso a Mo Farah que puso a correr su sangre somalí a favor del imperio británico? Inmenso como corredor, pequeño como hombre aunque no es el principal culpable de la indignidad: quien paga por pecar es el gran pecador. No es el único as birlado. Recuerdo un ensueño del Comandante al respecto:
“Soñamos con el día en que no aparezca un país europeo, muy nórdico, muy blanco y de ojos azules, cuyas competencias las realiza tanto con kenyanos, nigerianos, etíopes o ciudadanos de otros países, como con ciudadanos cubanos que se han robado…” (28-9-2000). Hay que tenerlo presente y usarlo: con inteligencia, con profesionalidad, sin traerlo por los pelos, pero usarlo.
Ni lo histórico queda incólume. Es injusto callar que Maceo fue perseguido por el racismo, por la derecha de aquella epopeya, por un gobierno en armas que golpeó en muchas veces a los que empuñaban con firmeza las armas y que pesó en la muerte de Antonio y de José. Castrar la historia trae, tarde o temprano, una desgarradura terrible, y esa castración puede ser usada por el enemigo al tergiversarla y penetrar con su mentira. Por los resquicios que dejamos los viles se introducen.
Ocurre igual o peor con la historia que estamos haciendo ahora al construir el socialismo. Y no hablo de los temas militares o del Ministerio del Interior que sabemos son áreas de un tratamiento especial, de inversiones de empresas extranjeras acá o de exportaciones porque el imperio está ahí y utilizará todo lo que pueda para desbaratar esos planes. Mas en general cualquier tema puede ser tratado por duro que sea- y el pueblo lo exige y lo necesita- si se hace con calidad revolucionaria y profesional, desde el alma del propio pueblo.
Para conducir la derrota hacia el triunfo, hay que reconocerla, decirla primero e ir a los porqués y buscar los caminos para que no aparezca de nuevo, para llevar la tristeza a la dicha. La prensa puede y debe ayudar en estos combates. Raúl lo ha orientado: la verdad hay que decirla en el momento, la forma y lugar adecuados. Pero hay que decirla porque si no nos aplasta. Tenemos que ser creíbles y no lo conseguimos siempre por aburridos y por superficiales en bastantes oportunidades.
Tampoco podemos estimar que solo con el desarrollo de la economía está resuelto todo, a pesar de la trascendental importancia que tiene: si no batallamos, a la vez, por salvar, sembrar, hacer crecer los valores, no estamos edificando realmente el socialismo. Y la prensa debe desempeñar un papel importantísimo al encontrar formas y contenidos superiores para poner sus granos de arena en la lid por salvarnos de esta época de crisis moral y material que destroza al planeta y de la que ningún país escapa.
Todavía no se ha abandonado completamente el secretismo -no es culpa de los periodistas en su mayor medida- y una revisión en demasía sobre los trabajos sin dejar a la dirección del medio actuar como tal, como ha decretado el Buró Político: en ella deben estar los profesionales capacitados para dirigir, y quienes no tengan la potencia para desempeñar su papel, no deben ocupar dichos puestos. Tenemos que resolver este problema.
A un periodista verdadero lo veo como un cuadro del Partido en Cuba, tenga carné o no, siempre el corazón rojo, que dirige, prueba y hasta crea teorías, hace política desde la trinchera de ideas que le toca para que se lleven y el mismo conducirlas a la práctica en no pocas oportunidades. Hacia las almas va y, también, fortalece la suya, cada vez más humana, de pueblo, revolucionaria.
Por: Víctor Joaquín Ortega