Principal animador literario y cultural de la primera mitad del siglo XIX cubano, Domingo del Monte dejó una estela de agradecidos poetas y narradores criollos a su paso y trazó pautas en el debate crítico y el periodismo.
También lo acompaña hasta nuestros días un halo difuso de juicios empeñados en destacar sus contradicciones y flaquezas, y en minimizar sus aportes en diversos campos.
De una extroversión desbordante, simpático y cautivador, dotado de fina penetración, gran cultura y espíritu comprensivo, nucleó en Matanzas y La Habana a quienes serían, pasando el tiempo, los primeros intelectuales genuinamente cubanos.
Sin vivir tanto como algunos de sus contemporáneos, despertó en José Martí la célebre frase “Delmonte, el más real y útil de los cubanos de su tiempo” (1).
A los 25 años de edad, después de viajar a Europa y Estados Unidos (1827-1828), regresa a Cuba en 1829 con horizontes más amplios de su futuro quehacer humanístico, en la prensa y la cultura de la que considera su patria.
A partir de entonces, poco a poco se convierte “en un verdadero mecenas, un protector de sus jóvenes amigos escritores que pertenecían en su mayor parte a una incipiente pequeña burguesía criolla, dedicados a la enseñanza, el periodismo y otras actividades culturales laborando algunos de ellos en modestos empleos burocráticos”, afirma Salvador Bueno. (2)
A juicio de Bueno, a Del Monte se le puede conferir el título de primer crítico profesional de las letras cubanas.
A sus tertulias literarias -famosas desde entonces- acudieron sensibles muchachos casi todos más jóvenes que él, entonces desconocidos, muchos de los cuales tuvieron luz propia en la cultura cubana.
Algunos de ellos fueron Cirilo Villaverde (1812-1894), Ramón de Palma (1812-1860), José Antonio Echeverría (1815-1885), Anselmo Suárez Romero (1818-1878), José María de Cárdenas y Rodríguez (1812-1882), José Victoriano Betancourt (1813-1875) y Gaspar Betancourt Cisneros (1803-1866).
En ellas se dieron a conocer tres poetas, después famosos: José Jacinto Milanés (1814-1863), su hermano Federico Milanés (1815-1890) y el esclavo Juan Francisco Manzano (1797-1854), quien obtuvo su libertad por gestiones de los delmontinos.
Fue mentor y animador; puso en manos de sus amigos los mejores libros, desde clásicos españoles a la literatura universal (Balzac, Victor Hugo, Walter Scott o Goethe, entre otros); escuchó sus textos, los orientó y criticó.
Los años de su madurez intelectual, sin fuerzas para romper con la metrópoli, trascurrieron en un limbo político entrampado por su parentesco con la familia Aldama-Alfonso, de las más ricas del país, propietaria de numerosos ingenios azucareros y esclavos.
Al casarse en 1834, no aceptó la dote de 30 mil pesos que se le ofrecía y dijo a su suegro el acaudalado Domingo Aldama que empleara el dinero y le diera las utilidades; así este le pasaba anualmente a su hija Rosa seis mil pesos.
Convencido de sus ideas avanzadas en cuanto a cultura y educación, rechazó la monarquía absoluta, abogó por reformas políticas y sociales que España nunca concedió; combatió también la trata negrera y la corriente del anexionismo (a Estados Unidos), granjeándose el desafecto de sus parientes.
Ni revolucionario ni abolicionista, pero sus actividades reformistas no le eran perdonadas por los propietarios de esclavos, señala Salvador Bueno.
Se encontraba en el extranjero cuando fue acusado de estar involucrado en la supuesta Conspiración de la Escalera (1844), año en que el 16 de abril muere de parto la esposa en París, y también fallece el recién nacido.
Dejó sus dos hijos al cuidado de José Antonio Saco y con la idea de regresar a Cuba escribe sin éxito una carta al capitán general Leopoldo O’Donnell.
Aunque exculpado, en 1846, cuando llegó a Madrid es obligado a establecerse fuera de la capital hasta 1852.
Ya moribundo y desterrado, pedía a los amigos que le leyeran poesías de José Jacinto Milanés.
INFANCIA Y JUVENTUD
Hijo de dominicanos, el niño Domingo María de las Nieves, de unos seis años de edad, arribó con su numerosa familia a Santiago de Cuba, en el verano de 1811, de paso para La Habana, que será su ciudad, igual que Matanzas, pues en ambas tuvo feliz residencia.
El licenciado Leonardo del Monte Medrano -oriundo de la localidad dominicana de Santiago de los Caballeros- fue designado auditor en Cuba después de 10 años radicado en Venezuela donde también tuvo funciones oficiales tras abandonar su país natal al pasar a manos francesas.
En agosto de 1820 falleció el padre y la madre viuda, Rosa Aponte y Sánchez, con sus hijas solteras, decidió mudarse a Matanzas donde uno de los hijos mayores había comprado tierras en el Partido de Cimarrones, actual Carlos Rojas. La familia adquirió un ingenio azucarero, Ceres, y, sin ser ricos, vivieron acomodadamente en Cuba.
Domingo recibió clases de buenos maestros, antes de estudiar filosofía en el famoso Real Colegio-Seminario de San Carlos y San Ambrosio y, jurisprudencia, en la Universidad de la Habana (1818-1821).
Su arribo a la adolescencia tuvo lugar en un momento trascendente para Cuba, colonia de España, convertida en una plantación esclavista, que ató sus cadenas a la metrópoli española de espalda a una Iberoamérica en el camino de la independencia.
De trascendencia en su formación humanística y política, fue la suerte de conocer al presbítero Félix Varela Morales (1788-1853), reformador de los estudios filosóficos en Cuba, y de pertenecer al llamado grupo vareliano.
Iniciar también su amistad con José María Heredia (1803-1839), José de la Luz y Caballero (1800-1862) y José Antonio Saco (1797-1879), así como otros de su generación.
A estos jóvenes el presbítero y profesor de San Carlos trasmitió la idea de que era lícito inculcar el sentimiento patriótico y mostró un universo de conocimientos avanzados, rompiendo con la enseñanza escolástica.
PRESENCIA EN LA PRENSA
El joven Del Monte abrió lanzas en el periodismo junto a otros alumnos del Seminario de San Carlos, en el segundo periodo constitucional, como redactor de El Americano libre, junto a su amigo José Antonio Cintra Collazo (1802-1868), para contrarrestar al reaccionario El Español Libre.
Este periódico político que salió en La Habana tres veces a la semana, del 15 de noviembre de 1822 hasta el 28 de febrero de 1823, nació dedicado al Seminario “porque en él se enseñaron aún en épocas en que estaba encadenado el pensamiento, los conocimientos más modernos”. (3)
En el primer número el periódico expresa su propósito de “esparcir las luces y conocimientos que estén a nuestro alcance, contribuyendo por este medio a la ilustración de los pacíficos habitantes de este delicioso país, que es blanco de todas las potencias ambiciosas”.
El sexto número (27 de noviembre) dice: “El amor a la antigua patria no hace palpitar sus pechos” (4)
Noche de luna en la Alameda de Paula, se titula el primer trabajo literario de Domingo del Monte, publicado en la Sección Costumbre, de El Americano Libre, el 19 de enero de 1823.
En El Revisor Político y Literario, sustituto del anterior y redactado por varios alumnos de la clase de Constitución de Varela, apareció Noche de retreta, otro artículo suyo de corte costumbrista, en la Sección Parte Crítica, el 5 de marzo de 1823.
El 31 de marzo en este periódico, Del Monte presentó una composición del joven poeta Heredia y afirmó que es el primero que dedicándose desde temprana edad, al estudio de los clásicos, hizo resonar la lira cubana con acentos delicados y nobles.
Aun sin cumplir 20 años, se adelantó a enjuiciar con términos duros a versificadores contemporáneos, cuando todavía Heredia no gozaba de reconocimiento público, lo cual desató una polémica en el mismo periódico.
Una segunda entrada al diarismo ocurrió a mediados de 1829, al fundar, en compañía de Jesús Villariño, La Moda; o, Recreo semanal del bello sexo (1829-1831), en la que estuvo hasta mediados de 1830 al emprender asuntos de su mayor interés.
Recreó con figurines, diversos asuntos de interés: poesías, teatros, temas de crítica y teoría literaria y bellas artes, así como los acontecimientos diarios en estilo jocoso y avisos de tiendas en donde se despachen objetos de moda y lujos.
En esta revista escribió Del Monte sobre numerosos temas, modas, costumbristas, breves narraciones y crítica literaria; de forma anónima o con los seudónimos El peregrino, Toribio Sánchez de Almodóvar o Flérido.
En el mismo periodo con Antonio Bachiller y Morales publicó El Puntero Literario (1830), que redactaban anónimamente.
Con el beneplácito de Varela y bajo la orientación de Domingo del Monte, José de la Luz y Caballero y José Antonio Saco –director-, la Revista Bimestre Cubana (1831-1834) se convirtió en la mejor publicación en lengua española de esa época.
Delmonte, como le gustaba firmar, colaboró, además, en El Observador Habanero, El Mensajero Semanal, La Aurora de Matanzas, El Pasatiempo, El Aguinaldo Habanero, El Álbum, El Plantel y El Eco de Madrid (España), entre otras publicaciones.
Sus amigos delmontinos publicaron diversos trabajos en El Álbum (La Habana, 1838-1839) y El Plantel (La Habana, 1838-1839), revistas dirigidas por Palma y Echeverría, y en El Aguinaldo Habanero (1837), miscelánea de versos y prosa, de una sola entrega que no continuó por falta de apoyo económico.
LEGADO DELMONTINO
El 4 de julio de 1833, fundó junto a Tomás Gener (1787-1835), amnistiado el año anterior, la primera Biblioteca Pública en el interior del país (Matanzas) –filial de la habanera de la Sociedad Económica de Amigos del País (1793)-, con un fondo inicial de 695 volúmenes, la cual lleva desde 1940 el apellido de ambos.
El catalán Gener, radicado en Matanzas desde los 14 años, integró la diputación cubana a las Cortes de Cádiz (1822-1823), junto al Padre Félix Varela y Leonardo Santos Suárez, todos condenados a muerte (1825) en ausencia por la Real Audiencia de Sevilla, y confiscados sus bienes.
En el libro La isla de Cuba tal como está, incluyó su Informe sobre el estado de la enseñanza primaria en este país, su costo, y mejoras de que es susceptible. (Nueva York, 1836), solo publicado en La Habana, en 1859.
Redactó el Proyecto a S.M. la Reina de España en nombre del Ayuntamiento de la Habana pidiendo leyes especiales para Cuba (1838).
El Centón Epistolario reúne más de mil 500 cartas recibidas y conservadas cuidadosamente por Domingo del Monte, de personalidades de diversas partes del mundo; es considerado por los investigadores una fuente literaria de indiscutible valor histórico. (5)
Fue autor de Lista cronológica de los libros inéditos e impresos que se han escrito sobre la Isla de Cuba y de los que hablan de la misma desde su descubrimiento y conquista hasta nuestros días (París en 1846), publicada en La Habana, en 1882.
El periodista y crítico cultural José Antonio Fernández de Castro (1897-1951), incansable estudioso de su vida y obra, compiló parte de sus escritos dispersos, en 1929, (6) y dejó otros trabajos inconclusos.
Notas:
Martí José. Artículo en Patria, 22 de julio de 1893 sobre el pintor Juan J. Peoli. Obras Completas (Editorial de Ciencias Sociales, 1975, tomo 5).
Salvador Bueno Menéndez (1917-2006). Notable lingüista, periodista, profesor, crítico e investigador, fue en la segunda mitad del pasado siglo uno de los principales estudiosos de la obra delmontina. Las ideas literarias de Domingo del Monte (1954), es su primer importante trabajo sobre este personaje.
Bachiller y Morales Antonio. Apuntes para la Historia de las letras y de la instrucción en la isla de Cuba. Tomo II. Instituto Cubano del Libro, 1971.
Urbano Martínez. Domingo del Monte y su tiempo. Ediciones Unión, 1997.
Centón epistolario. Editados en siete tomos por la Academia de la Historia de Cuba, entre 1923 y 1957, fueron reeditados posteriormente.
La obra Escritos de Domingo del Monte, dos tomos, con introducción y notas de José Antonio Fernández de Castro; 1929, fue nuevamente publicada en 1936 y 1960.