Estoy el martes 14 de marzo en el edificio de entrada al Cementerio Santa Ifigenia, Monumento Nacional, esperando que escampe, con la comitiva de colegas que venimos de La Habana y nuestros anfitriones de la Ciudad Heroica, especialmente convocados para rendir homenaje a Martí y Fidel.
Una joven y bella mujer se acerca: -¿Puedo tomarle una foto con mi hija?-me inquiere. Le pregunto si es de la prensa local y responde poniendo delante a la niña: -No, somos de Las Tunas y lo vimos anoche en el noticiero de la televisión contando que fue torturado en aquel calabozo-. Coincidencia feliz: Madre e hija han venido a tributar también respeto y admiración al Maestro y su discípulo. Luisa Fernanda, de 9 años, se aproxima y pega su carita a la mía, calándome dentro del pecho, en tanto la mamá y varios compañeros entran en acción con sus cámaras.
La crónica del talentoso reportero Wilmer Rodríguez Fernández es una joya audiovisual, como bien la calificara Pepe Alejandro en la suya publicada en el dominical de Juventud Rebelde del 19 de marzo último. Fruto de la complicidad del reportero y el entrevistado, porque el consiguió abrir las rejas para que adentro yo le relatara muy brevemente la historia. Y salió bien. Suerte la mía, pues a muchos le troncharon la vida allí y en otros tantos aposentos de terror y crueldad que había en el país hace más de 58 años.
Me agrada imaginar que la crónica del calabozo haya entrado con la magia de la televisión a las casas y agarrado la atención de muchas y muchos como Luisa Fernanda y su madre. La memoria no se detiene en el pasado; se perpetúa.
Muchas emociones suscitó el acompañamiento de la presidencia de la Upec nacional, los premios nacionales de Periodismo y personalidades de la prensa para compartir con las autoridades y los colegas santiagueros varios días de la Jornada de la Prensa Cubana.
En el Palacio del Gobierno de la provincia, construido hace 90 años, tuvo lugar el encuentro con Lázaro Expósito y Beatriz Johnson, primer secretario del Partido y presidenta de la Asamblea del Poder Popular provinciales. Fue una transparente exposición de las transformaciones, los logros y también de lo mucho que falta por hacer en la Ciudad Heroica y demás municipios, recalca siempre Expósito, poseedor de un estilo de trabajo que encara los problemas, tocándolos cotidianamente con las manos e implicando en el quehacer por solucionarlos a la población, incluidos los dirigentes desde arriba hasta las bases.
Emociona la espiritualidad que en estos tiempos reverdece, identificando al santiaguero con el sano orgullo de la cubanía de la que forma parte, pero con su idiosincrasia característica. Con ese espíritu se han recuperado en gran medida de los destrozos del huracán Sandy y se mueven voluntades para enfrentar la sequía a corto, mediano y largo plazos. “Mañana llega el agua a mi casa y tengo todo preparado para lavar”, me dijo en la despedida uno de los anfitriones. El ciclo de distribución del líquido está a 8 días y en sitios muy altos pasa de veinte. Y no se ve alterada la sanidad ambiental de la ciudad ni la higiene del hogar y de los centros de labor. Tal calidad de espíritu se respira en todas partes, animando a las familias en sus comunidades o reunidas en parques y centros de esparcimiento en las noches iluminadas.
Cesa la lluvia bienhechora. Centenares de visitantes se juntan y disponen ordenadamente para rendir homenaje a Martí y Fidel. Nos identifican y amablemente ceden el paso para que depositemos nuestras ofrendas en un ambiente de solemnidad. No me cabe duda de que fue idea del Comandante en Jefe descansar sencillamente en aquel entrañable monolito de la sierra, pequeño en tamaño, ante la majestuosidad del monumento que guarda el lecho del Maestro.
Por Eduardo Yasells (Premio Nacional de Periodismo “José Martí” 2017 por la obra de la vida)
Lea también: Yasells, Wilmer y el instante decisivo