Gustavo Santiago Prado Álvarez tiene 86 años, pero no pierde la vitalidad y la frescura del joven que creaba anuncios publicitarios antes del primero de enero de 1959.
“En esa etapa hacía anuncios de cigarros, de cerveza, de zapatos. También hacía caricaturas para la televisión. Con el triunfo de la Revolución se acabó la publicidad en Cuba y empecé a trabajar en el periódico Hoy. Allí seguí haciendo caricaturas a diario, retocaba fotografías, dibujaba mapas, hacía de todo.”
Nacido en Villa Clara, encontró en Matanzas la motivación para seguir adelante, trabajando, haciendo de la caricatura su mejor espejo, con el espíritu de quien bien le hace honores a la extraña y autóctona cualidad de los cubanos de burlarse hasta de sus propios problemas.
“La caricatura debe estar al día con todo lo que ocurra. Es la vida misma la que te brinda nuevas ideas. Dos excelentes consejos son leer mucho, para tener dominio de los temas que ocupan la agenda mediática y dibujar todos los días, eso ayuda a desarrollar las ideas.
“La función del caricaturista es estar al tanto de todos los procesos de la vida y brindar su propio análisis desde la percepción que tiene de cada hecho, con responsabilidad y ofrecer caricaturas que se ajusten a las circunstancias, al contexto.”
Pitín acaba de merecer el Premio provincial Bonifacio Byrne por la obra de la vida. Más de 50 años en ejercicio de su profesión, con premios y reconocimientos nacionales e internacionales, avalan este reconocimiento, entregado por la Unión de Periodistas de Cuba en Matanzas.
“Fui fundador del periódico Granma y su suplemento de humor gráfico Palante. Colaboraba en programas de televisión y con la revista Bohemia. Estuve en Canadá, Japón, China, Alemania y Angola.
“También he hecho varios libros para niños, para el Instituto de Deporte, Educación Física y Recreación (Inder) y para la Upec. ¡Uf! Con este ya suman 83 premios: dos medallas de la Unión de Periodistas, premios de la Organización Internacional de Periodistas, también me reconocieron en Japón y en Viet Nam merecí la medalla Ho Chi Minh. Nacionales te puedo mencionar galardones de Salud, la Anap, Cultura, Tránsito.”
Desde la picardía de la experiencia, le encuentra el doble sentido hasta a los silencios y nos hace disfrutar de una obra de arte.
“Hay gente que cree que la caricatura es un arte menor, pero yo creo que no. Es tan importante como puede serlo la música, la danza, el teatro, la literatura. Y tampoco es un arte fácil, sino que es el resultado de mucha dedicación, de años de trabajo.
“Yo me mantengo trabajando. Todos los meses hago seis o siete caricaturas para Humedal, la publicación que se dedica a la Ciénaga de Zapata, para el semanario Girón, mando también para Palante y Bohemia. Eso sí, trabajo para hacer lo mejor que pueda.
Ser un constante observador también contribuye a que Gustavo mantenga la frescura de sus creaciones. Analiza cada suceso a su alrededor, desde lo más usual hasta los acontecimientos más insólitos.
Esos fragmentos de la vida cotidiana son los que alimentan su inspiración y resultan en los sugerentes dibujos en los que se define un poco de broma y mucho en serio.
“Yo me fijo mucho en todo y de todo voy creando ideas. Me baso en la gente a mi alrededor, sus gestos, sus características físicas y a partir de ahí creo nuevos personajes”
Cuando le pregunto cuánto hay de Cuba en su obra no duda: “Todo. Las situaciones cambian, las tecnologías, las maneras de comunicar, la manera de vivir y apreciar la vida. Pero lo que no se modifica es el amor por la tierra. Cuba es la protagonista de casi todo cuanto hago.”
Me siento frente a él, enciendo la grabadora, escribo las preguntas en una hoja y se la extiendo. Pitín ha perdido mucho de audición, pero su perspicacia parece ser inversamente proporcional a los bajos niveles de sonido que llegan a sus oídos. Converso con él, pausadamente en su casa desde donde la inmensa bahía matancera se escucha serena.
En todo momento el caricaturista me da una clase de humildad… “y Manuel, mira, es de Matanzas también y es un maestro. Yo no me considero maestro. Yo aprendo de todo. Todavía estoy aprendiendo a hacer la mejor caricatura. Todavía no la he hecho.” Después me despide con una carcajada. Eso es lo que lo hace auténtico.
Tras los espejuelos que le ayudan a descifrar el mundo asoman unos ojos de abuelo que ha vivido mucho y quien no alcanza a reconocer cuánto ha aportado al desarrollo del humor gráfico, de la cultura cubana. Vuelve a sonreír, como casi siempre y me agradece.
Esta vez me parece que la figura dibujada en un papel sobre la mesa me guiña un ojo. Me despido y me siento feliz de poder conocer a este sencillo hombre que toma el sol en las tardes mientras su mirada se pierde en las aguas azules de la bahía matancera.
Jessica Mesa Duarte / Cubaperiodistas