El Doctor en Ciencias de la Comunicación, Raúl Garcés Corra, cautiva a su auditorio. Sabe convertir la erudición no en disertaciones aburridas, sino en ejercicios de reflexión de los que uno no quisiera sustraerse nunca. El decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana está dotado de esa extraña cualidad para seducir con sapiencia. En la academia, —por fortuna para periodistas y comunicadores, también para muchos decisores—, encontró un nicho donde cultivar el discernimiento que lo hace imprescindible cuando se trata de explicar procesos comunicológicos en Cuba, en un nuevo contexto, que requiere “un cambio cultural, de paradigmas de comunicación”.
En esta ocasión en Cienfuegos, invitado al Taller de planeamiento de estrategias de información y comunicación para el desarrollo, Garcés, volvió a absorber a su audiencia.
Antes de iniciarse el encuentro convocado por la Secretaría de la Asamblea Provincial del Poder Popular, el Departamento de Comunicación Social de la Universidad cienfueguera y la Plataforma de Desarrollo Integral Territorial, PADIT, adelantaba a los impacientes reporteros:
“Durante muchas décadas el Estado tuvo la responsabilidad de dirigir los principales temas del país, centralizadamente —y eso seguirá siendo de alguna manera así, de acuerdo con un modelo como el nuestro—, pero ahora, está definido en el modelo de desarrollo del país hacia 2030 estimular una participación y corresponsabilidad mayores de la ciudadanía en la gestión del desarrollo a todos los niveles. Este es un proceso que implica necesariamente a la comunicación. No es posible la participación consciente de la gente, ni la articulación de consensos a todos los niveles, sin que se construya un tejido social, comunicativamente.
“La importancia de la comunicación para el desarrollo, tema de este taller, es directamente proporcional a una coyuntura de país y a un modelo de desarrollo que privilegia estos temas, jerarquizándolos con una relevancia inusitada dentro de nuestra propia práctica política e histórica”.
Dijo el profesor Titular de la Universidad de La Habana, que la información no tiene valor de uso si no se comunica.
“Probablemente diez o quince años atrás, alguien podría tener la custodia de la información y dejarla guardada en una biblioteca, pero en una sociedad-red en la que estamos, que depende de articulaciones, se necesita que esa información sea comunicada, y por otro lado, que sea de calidad, porque circula mucha información banal, no contrastada por fuentes, generada no necesariamente por periodistas, sino por ciudadanos en un entorno donde cualquiera puede tener un blog y acceder a las redes sociales.
“La sociedad tiene que crear mecanismos de ecualización para generar información de calidad, socialmente útil y relevante, por eso damos preeminencia al término infocomunicación, porque el paradigma de la sociedad-red y la sociedad de la información, llama justamente a una integración de información y comunicación, respondiendo a las demandas cambiantes de una época histórica que no son ya más las precedentes”.
¿Cómo se inserta el periodismo dentro de ello?
“El periodismo está en una encrucijada, la de ganar credibilidad entre sus públicos, la de hacer un periodismo que se parezca a la gente, y que los medios de comunicación tradicionales tengan un papel complementario a los medios sociales, los blogs, los ciudadanos. Si no entendemos que hay un desplazamiento de ese modelo mediocéntrico de los años 80, donde todo dependía del noticiero de televisión, o de un periódico, o de una radio, una prensa estatal, —lo que no quiere decir que renunciemos al concepto de prensa estatal y pública que forma parte del diseño de nuestra sociedad—; lo que quiero decir es que hay que incorporar a nuevos actores en el ejercicio de la comunicación.
“Hay que entender que democratizar la comunicación implica también un proceso que complementa a los medios tradicionales con la participación de los ciudadanos en ejercicio de la comunicación, condición sine qua non de la sociedad moderna.
“Lo que hace falta es un periodismo que tenga ascendencia sobre la opinión pública, que forme opinión pública y para ello hay que crear mensajes no de reproducción acrítica, sino que tengan en sí el germen de la transformación; necesitamos una sociedad deliberativa, capaz de discutir sus problemas y darse cuenta de lo que hay que mejorar e involucrar a la gente en el perfeccionamiento consciente de esas cosas; en eso el periodismo es fundamental”.
Muchas veces usted ha advertido a los periodistas y decisores de la política informativa, que como prensa estatal podemos tener los medios y no tener la comunicación… y ciertamente ya muchos no nos ven, no nos oyen, no nos leen?
“Pero muchos sí. Yo no creo que la batalla esté pérdida, y menos en las condiciones de Cuba donde los niveles de conectividad no son los de una sociedad desarrollada, y donde te encuentras una radio en lo más recóndito, y es seguida. Yo creo que la gente confía aún en nuestros medios y saben que lo que dicen los medios es verdad, lo sucede es que al mismo tiempo, no todo lo que pasa en la realidad está en los medios; parece un trabalenguas pero no lo es: lo que dicen los medios, ocurre, pero no todo lo que ocurre, está en los medios. Y todos los periodistas formamos parte de esa batalla del acercamiento de las agendas públicas y las agendas mediáticas, un proceso que no depende solo de los periodistas, además de muchas regulaciones internas y externas, y de que demos la batalla con la ciudadanía, porque lo que la ciudadanía no encuentra en un periódico, está en YouTube, y si no en el paquete semanal, lo mismo en La Habana, en Cienfuegos, que en cualquier provincia. No pensemos que estos fenómenos de consumo audiovisual informal son exclusivos de las grandes ciudades, yo me los he encontrado en todas las ciudades de Cuba.
(Una investigación del Centro de Investigación Juan Marinello afirma que el 50 por ciento de la población cubana consume el paquete semanal.)
“Estamos en una encrucijada en que antes podíamos mejorar los medios, ahora o los mejoramos, o no tenemos medios, o no tenemos la posibilidad de que la gente efectivamente nos tenga como fuente de información.
“Yo creo que hay conciencia, como nunca antes en el gremio, en la dirección del país, y en los ciudadanos, de la necesidad de un cambio. Pero yo creo que para que se dé el cambio, depende de muchos factores, incluso sociales, de competencias profesionales de nosotros mismos, de direcciones de procesos. Yo conozco medios muy osados, con directores osados que no tienen que estar consultando todas y cada una de sus decisiones, y conozco otros cuya práctica es radicalmente distinta y cuyos resultados también son distintos. Por eso tenemos que articular un cambio cultural, comunicacional, no es solo un cambio de política de comunicación, no es únicamente una ley lo que va a resolver el problema…”.
Pero tiene que haber un marco jurídico regulatorio…
“Claro un marco legal que ayude a proteger a los periodistas, a los ciudadanos, etc., pero además debe haber suficiente fuerza en la sociedad para demandar un periodismo distinto o mejor que el que tenemos”.
EPÍLOGO: CAUTIVOS NO, CAUTIVADORES
Taller adentro, Garcés, compartió sus preocupaciones.
“Debemos devolverle la comunicación a la gente, a quienes de alguna manera le hemos secuestrado, le hemos mantenido cautiva, lo que significa ver al ciudadano como un productor de contenidos.
“Será —dijo— un cambio en el paradigma comunicacional, que por razones de orden económico y conflicto político, fue diseñado verticalmente, pero que las bases de nuestro desarrollo futuro, asentadas en la descentralización, en la participación social, deberá transformar”.
Insistió Garcés en la necesidad de un enfoque estratégico en la comunicación para posicionar nuestras corrientes de pensamiento, en convencer a los decisores de que el consenso se construye constantemente, e incluye el disenso, las opiniones diversas.
“Debemos hacer entender a los decisores que la comunicación no es asunto de periodistas, sino que comienza por el líder mismo, que es impensable una comunicación sin articulaciones entre servidores públicos y ciudadanos, en una política de transparencia.
“La batalla es dura, porque todo el mundo quiere que le comuniquen, que le divulguen… hasta que lo critican.
“La información tiene que ser comunicada si no pierde su razón de ser, reiteró. Un sistema con una comunicación eficiencia, tendrá una política eficiente y un proyecto de país también eficiente.
“Pero, muy mal andaremos si la gente no encuentra comunicadores que tengan algo interesante que decirle, que informe no de forma repetitiva y sosa, por el contrario que provoque la inconformidad, la necesidad de transformación, que atraiga”, cautive.
Por Ismary Barcia Leyva / Tomado del periódico 5 de Septiembre