Enrique Cirules ha muerto. Me llega, lacónica, la noticia. Cirules es uno de los que supo interpretar y defender las cambiantes coyunturas por la que ha transcurrido la Revolución Cubana.
Lo conocí en el pelotón de los recién llegados a responsabilidades en la Revolución. Inexpertos. Muy jóvenes. Idealistas. Fidelistas hasta la sangre. Aprendices de un proceso que nos rebasaba, pero dispuestos a llevarlo hacia delante y defenderlo a costa de cualquier sacrificio.
Él dirigía una publicación cultural del Ministerio de Cultura, y, yo, como “pescado en tarima”, la Sección de Cultura del Departamento de Ciencia, Cultura y Centros Docentes del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. El se iniciaba en la literatura, yo también. Nos hicimos afines.
Él no ha recibido insuficiente crédito por su obra. Una obra extensa. Valiosa. Visceralmente comprometida.
Inmerecidamente no figura entre los Premios Nacionales de Literatura.
Él pertenecía al piten de los “fundamentalistas”. Algo así como aquél acusado de robo por el verdadero ladrón que vocifera para que le atrapen para salvarse él.
Así, los verdaderos fundamentalistas que añoran el capitalismo, la vida light, esa Cuba “normal”, que algunos han denigrado en obras, entrevistas periodísticas y foros públicos en el extranjero, y se han auto-calificado como perteneciente a una “generación frustrada”, en la que, paradójicamente, se formaron como profesional, gratuitamente, reciben hoy lauros y beneficios interesados.
Súmale, amigo, el periodismo sesgado de alguno, tal vez quienes no siendo cubanos, se adjudican esa mezcla autóctona, en todos los sentidos, para darnos “consejos”, apegados a su “nomenclatura” originaria, para que hagamos lo que a él, o a ellos, les parece más “ juicioso”…
Los verdaderos, auténticos, integrales, intelectuales cubanos, no son objeto de entrevistas por parte de periodistas de agencias internacionales que busquen de ellos pronunciamientos negativos.
No lo son Graciella Pogolotty, Pablo Armando Fernández, Retamar, Miguel Barnet, Rodríguez Rivera, Julio Travieso, Toledo Sande, Alicia Alonso, Fabelo, Cacho, Choco, tantos y tantos verdaderos talentos de la intelectualidad cubana…
Cirules nunca perdió su Norte, que es el Sur, tanto en la política como en la literatura. Tal vez por eso mismo me confesó hace unos pocos días, en un encuentro casual que tuvimos en el Hospital Clínico Quirúrgico “Hermanos Ameijeiras”, sentados afuera, en uno de los bajos muros que da a un costado de la iglesia:
…te olvidaste de la enseñanza del famoso General soviético que en un momento crucial de la II Guerra Mundial rogaba del enemigo: ¡atácame! ¡Atácame!, para localizarlo y combatirlo…, y atacaste…, y mira como han aupado al tipo, increíblemente hasta los del patio… Al enemigo solo le interesan los que hablan y enjuician mal la Revolución Cubana. A esos los entrevistan, le dan bola. A ningún intelectual honesto, integral.
Septuagésimo, afable, y como si tuviera la mochila siempre lista, en los hombros o en alguno de los rincones visibles de su casa, con una inmortal sonrisa, debe haberse despedido de nosotros, de todos los cubanos.
Honor a quien lo merece, hijo de este tiempo, de esta Patria.
¡Amigo Enrique Cirules, camagüeyano, cubano, revolucionario, que te vaya bien!.
Espéranos para reunirnos y convenir en cómo libramos de los hijos de la GP: los de la mirada perruna, los con o sin pelos, pero siempre iguales por dentro.
Por Hugo Chinea