Que la CIA y los políticos estadounidenses condenen la intromisión o intervención de otro poder en la política interna de un país, tiene un poco de humor negro, al menos para los que tienen memoria de las intromisiones estadunidenses en diversas regiones del planeta. La primera operación estadunidense de intervención electoral fue en el 1948, en Italia, cuando la CIA apoyó a los democratacristianos contra una coalición de izquierda.
Los principales líderes políticos, medios y analistas, acusan que los rusos intentaron intervenir en el proceso electoral de Estados Unidos con la intención de minar la democracia.
La dirigencia de ambos partidos en el Congreso, la campaña de Hillary Clinton e integrantes del Colegio Electoral han solicitado ser informados y realizar más investigaciones sobre lo que consideran un grave atentado contra el país por el régimen de Vladimir Putin.
El problema es que no se ha presentado ninguna evidencia de tales acusaciones. Por ahora, lo único con que se cuenta es que oficiales anónimos dicen que la llamada “comunidad de inteligencia” ha concluido que los rusos intervinieron en la elección, aunque aparentemente no hay consenso entre la CIA y el FBI sobre esto.
Todo ha sido a través de filtraciones de fuentes anónimas de la CIA al Washington Post y el The New York Times, asegurando que el gobierno ruso está detrás de un atentado contra la democracia estadunidense y, más allá de eso, que la CIA concluyó en una “evaluación secreta” que Rusia interfirió no solo para minar el sistema electoral, sino específicamente para ayudar a Donald Trump a ganar la elección.
Hoy, Mitch McConnell, dirigente de la mayoría republicana en el Senado, y su contraparte Paul Ryan, presidente de la cámara baja, afirmaron que apoyan una investigación legislativa además de la que ordenó el presidente Barack Obama, esto después de que varios de sus colegas de ambos partidos exigieron indagaciones.
Ambos condenaron cualquier ataque cibernético contra Estados Unidos, pero evitaron detallar qué tipo de investigación realizarán. Sin embargo, otros de sus colegas, como el influyente senador republicano John McCain aseguraron que “no hay duda” sobre el hackeo de servicios de inteligencia rusos, algo que llamó “otra forma de guerra” y se comprometió a realizar una investigación plena del asunto.
Aparentemente los líderes republicanos decidieron romper con la posición de Donald Trump, quien ha reiterado que los rusos no están detrás de este complot, afirmó el domingo que esas acusaciones son “ridículas” y “no creo para nada” que eso haya sucedido, argumentando que “no tienen idea si es Rusia o China o alguien, podría ser alguien sentado en una cama en algún lugar, digo, no tienen ni idea”.
Hoy reiteró que es casi imposible detectar el origen de un hackeo. Más aún, dijo que la CIA carece de credibilidad. Hoy su campaña comentó a reporteros que todo este asunto parece tener el objetivo de “deslegitimar el triunfo del presidente electo Trump”.
La campaña presidencial de la demócrata Hillary Clinton exigió hoy la desclasificación de toda la información oficial de inteligencia sobre la intromisión de Rusia. “Sabemos que la CIA ha determinado que la interferencia de Rusia en nuestras elecciones tenía el propósito de elegir a Donald Trump. Esto debería de angustiar a todo estadunidense. Nunca antes en la historia de la república hemos visto tal esfuerzo para minar el fundamento de nuestra democracia”, escribió John Podesta, presidente de la campaña, en una declaración.
Por otro lado, 10 ‘electores’, de los 538 integrantes del Colegio Electoral, enviaron hoy un comunicado exigiendo que se les brinde un briefing sobre la inteligencia en torno a la mano rusa en la elección estadunidense y sobre la existencia de indagaciones de vínculos entre Trump, o sus socios, con el gobierno ruso, y los resultados de éstas, antes de emitir sus votos el 19 de diciembre, acto en que se corona oficialmente el ganador de la elección presidencial.
Durante meses, la campaña de Clinton ha acusado al régimen ruso de intervenir en la elección estadunidense para sembrar dudas sobre su integridad y dañar la campaña demócrata para favorecer a Trump. Ha insistido en que Putin estaba detrás de los hackeos de los correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata (DNC) y de la cuenta de Podesta, entregando este material a Wikileaks para su difusión al pública.
El gobierno de Obama formalmente acusó a Rusia de promover problemas en el proceso electoral a través de sus hackeos a principios de octubre.
La filtración de los correos del DNC justo antes de la Convención Demócrata en julio sacudieron la campaña y obligaron la renuncia de la presidenta del órgano máximo del partido al revelarse que había conspirado con la campaña de Clinton para descarrilar la campaña del precandidato Bernie Sanders (algo que Sanders había denunciado durante meses pero que se comprobó con los correos).
Los correos de la cuenta de Podesta —más allá de cientos que son de su vida privada— revelan los debates y preocupaciones normales de una campaña con algunos chismes sobre conflictos entre algunos asesores y la familia Clinton, pero nada devastador.
Sin embargo, el exdirector en funciones de la CIA, Mike Morell, declaró el domingo que “es un ataque sobre nuestra propia democracia, un ataque sobre quien somos como pueblo. Un gobierno extranjero metiéndose en nuestras elecciones es, creo, una amenaza existencial a nuestra forma de vida, es el equivalente político de un 11-S”, dijo a The Cipher Brief.
El periodista Glenn Greenwald, quien reportó y publicó los documentos filtrados por Edward Snowden, escribió en The Intercept que lo reportado por el Post y el Times está basado “exclusivamente en afirmaciones no verificadas de oficiales anónimos” que están difundiendo información sobre lo que supuestamente concluyó la CIA sobre evidencia que permanece completamente secreta, o sea, “no hay evidencia para estas aseveraciones… y menos pruebas”. Por lo tanto, advierte contra cualquier conclusión hasta contar con la evidencia, y no solo el intercambio de filtraciones de fuentes anónimas.
Con todo esto, Rusia vuelve a su papel de los mejores tiempos de la guerra fría como amenaza mortal contra la democracia en el mundo, con todo y la consigna de “ahí vienen los rusos, ahí vienen los rusos” (título, por cierto, de una gran película antiguerra fría del 1966)
Además, que la CIA y los políticos estadunidenses condenen la intromisión o intervención de otro poder en la política interna de un país, es un poco de humor negro, al menos para los que tienen memoria de las intromisiones estadunidenses en diversas regiones del planeta. La historia de este tipo de intervenciones de Washington, y la CIA en particular, está ampliamente documentada, incluso en investigaciones del Congreso.
La primera operación de intervención electoral fue en 1948 en Italia cuando la CIA apoyó a los democratacristianos contra una coalición de izquierda.
Vale solo recordar algunos de los casos más prominentes, como el de Salvador Allende en Chile —no solo del golpe de Estado del 11-S del 1973, sino en la contienda electoral del 1964, donde la CIA invirtió más de 4 millones en proyectos encubiertos para prevenir su elección, algo que repitió sin éxito en el 1970— así como el derrocamiento de Mohammed Mossadegh de Irán en el 1953, Jacobo Arbenz en Guatemala en el 1954, Patrice Lumumba del Congo en el 1961, y por supuesto, la lista larga de intentos contra Cuba, así como las denuncias más recientes por Venezuela, Bolivia y Ecuador, entre decenas de casos más en varias regiones del mundo.
Fuente: La Jornada