Como todo el pueblo, los periodistas estamos también de duelo. El mismo sentimiento de pérdida enorme que cubre el país, también nos ensombrece. Algo más, sin embargo, incrementa nuestro pesar. Los miembros de la Unión de Periodistas de Cuba tuvimos en Fidel al más atento de nuestros interlocutores. Siempre dispuesto a oírnos; a estar presente en nuestras deliberaciones. ¿Cuándo no nos comprendió? ¿Cuándo nos quitó la confianza?
En Fidel teníamos, sobre todo, a un maestro. Cuántas veces permaneció horas con nosotros informándonos, explicándonos las circunstancias y planes del país para que pudiéramos informar, opinar, editorializar, para que pudiéramos escribir, hablar, fotografiar, filmar en plenitud de conocimiento de la realidad del país.
Con nosotros, Fidel se hacía como nosotros. Es más, era como nosotros. Sentía como periodista. El periodismo le sirvió de instrumento eficaz para luchar en la república burguesa contra la injusticia y la corrupción.
Fue Fidel periodista agudo y certero. Se expresaba con un estilo convencido y convincente. Apegado a la corrección. Su palabra se humedecía con la pasión de los que se sienten seguros de su verdad. Pero sin apasionamiento. Sabía que el apasionamiento puede oscurecer la lucidez de las ideas, pero la pasión, es decir, la energía moral unida a la audacia, la honradez y la valentía, hace que las ideas resalten por el brillo de la sinceridad con que son expuestas. Así destacaba el periodismo de Fidel.
Cuánto estimó el líder de la Revolución cubana el papel de la prensa. Fidel escribió en su juventud periodismo de denuncia, periodismo de debate, incluso periodismo de investigación, porque no expresaba una acusación o una crítica sin presentar pruebas y argumentos por ocultos que estos se mantuvieran. Pero sobre todo Fidel demostró cuánto talento periodístico apoyó su cultura jurídica como abogado y su cultura política y literaria.
Fidel ya no compartirá más nuestras páginas dignificando al periodismo como faena honrosa y útil. Ya no lo veremos más convertirse en un redactor para defender la causa de la Revolución, la causa de Cuba, con razonamientos sopesados, medidos, investigados, y sustentado sobre todo en la sagrada pasión del amor a la patria, la revolución, la verdad y la justicia.