Nadie consiguió asesinarte, ni con más de 600 atentados contra tu vida, ni derrotarte con continuas campañas mediáticas y agresiones contra tu pueblo, porque Fidel, naciste para vencer y nunca para ser vencido.
Partiste el día que escogiste para ello, después de enseñar a los cubanos y mostrar al mundo que la Revolución que lideraste será invencible y eterna, como siempre lo fuiste y serás Fidel, padre de todos tus compatriotas, de la Patria Grande y de millones de seres humanos en el mundo.
Guerrillero de pura cepa, sorprendiste con tu muerte hasta quienes una y otra vez la anticiparon, como parte de las agresiones cotidianas de que ha sido blanco la mayor de las Antillas por el solo hecho defender su soberanía e independencia.
La historia te absolvió, y aquellos que se negaban a dialogar con los Castro, como repetían, tuvieron que hacerlo porque conseguiste doblegarlos con tu inteligencia, dignidad, valentía y resistencia, junto a las de tus hijos.
Este 25 de noviembre, Cuba enmudeció, un silencio total se apoderó de la noche más triste de la historia de la mayor de las Antillas, tras el anuncio de tu partida por el presidente Raúl Castro, tu leal hermano y revolucionario.
Consternados, los cubanos se transmitían la noticia, mientras desde todos los rincones del planeta tierra llegaban innumerables mensajes de condolencia por el fallecimiento de uno de los hombres más grandes de la historia de la humanidad.
En lo adelante, de seguro el sol no saldrá nunca más en la nación caribeña como cuando tu aparecías con ese andar de guerrero incansable, pero sabrás alumbrarla con tus ideas, pensamientos y reflexiones dondequiera que estés.
Los cubanos y el mundo extrañarán tu presencia física, pero estarás más que nunca en sus corazones, y Fidel Es Fidel se repetirá hasta el infinito.