FOTOCRÓNICAS

La réplica de la nao Santa María en La Habana

Al atardecer del día 9 de abril de 1893, entraba al puerto de La Habana la nao Santa María, una réplica igual a la utilizada por Cristóbal Colon al descubrir la América. Navegaba al mando del Capitán de Fragata D. Víctor M. Concas y Palau y una tripulación de 6 oficiales y 46 clases.  La pequeña nave, además de su célebre nombre, tenía una gran historia.

A principios de 1892, el Gobierno español ordenó su construcción con el mayor rigor posible a los astilleros de La Carraca en Cádiz y bajo la supervisión del Museo Naval de Madrid. El día 3 de agosto de ese año, en el puerto de Palos de la Frontera, inició su navegar con todas sus velas hinchadas encabezando el desfile naval más grande realizado en el mundo hasta entonces y con el que España dio inicio a los grandes festejos del IV Centenario del descubrimiento de América por Cristóbal Colon.

Los Estados Unidos no quisieron quedarse atrás y proyectaron otra parada naval que se efectuaría en Nueva York el 28 de abril de 1893 donde además de homenajear a Colon exhibirían su creciente poderío marítimo. Seguidamente inaugurarían en la ciudad de Chicago la “World’s Columbian Exposition”, una gran feria mundial que duraría del 1 de mayo al 31 de octubre dedicada al descubrimiento de América. Para darle más vida a estos festejos le propusieron al Gobierno de España construir en los astilleros españoles las réplicas de las carabelas la Pinta y la Niña las cuales junto con la nao Santa María, que habia presidido los festejos del IV Centenario, se completaría la flotilla de Colón. Las naves serian remolcadas hasta La Habana por buques de guerra norteamericanos y entregados a la escuadra española que participaría en los actos programados en Norteamérica.

Al Capitán Víctor M. Concas le disgustó que nadie tomara en cuenta las aptitudes marineras de su nao para hacer el trayecto y, peor aún, que pretendieran remolcarla barcos de una bandera extranjera y propuso a sus superiores cruzar el Atlántico en la Santa María, sola y a vela, de la misma manera que lo hizo Colon en 1492. Pese a lo arriesgado de la idea el gobierno lo aprobó por su gran valor histórico y patriótico y el mejor homenaje que se le pudiera ofrecer a Cristóbal Colon. En cuanto a las carabelas la Pinta y la Niña, que median 18 y 17 metros de largo respectivamente, fueron construidas en astilleros catalanes y, de acuerdo al pedido norteamericano, se utilizaron dos pequeños barcos de cabotaje a los que le dieron la forma más cercana posible de las carabelas que acompañaron a Colon.

Como estas embarcaciones eran frágiles y no estaban preparadas para la navegación de altura serian remolcadas por la flota norteamericana que participó en los festejos españoles del IV Centenario hasta La Habana. Los gobiernos de España y los Estados Unidos aprobaron el plan y convinieron que una vez terminada la exposición, la Pinta y la Niña quedarían en Chicago y la Santa María regresaría a La Habana donde quedaría anclada en un lugar apropiado del puerto como un recuerdo del descubrimiento de América.

Una vez hechos los preparativos necesarios, la nao Santa María partió del puerto de Cádiz el 10 de febrero de 1893 y cinco días después llegó a las Islas Canarias. El 22 zarpó rumbo a San Juan de Puerto Rico para comenzar su aventura más peligrosa: la traviesa del Atlántico.

Al principio la nao navegó con las velas hinchadas favorecida por los vientos de popa, pero a medida que se adentraba en el extenso océano, el tiempo se tornó impredecible. A veces la niebla o la lluvia impedía ver el horizonte, en otras ocasiones la calma chicha frenaba el navegar de la nave. Lo peor sucedió cuando una repentina y peligrosa tempestad jugó peligrosamente con la Santa María y su tripulación. Fueron momentos que el capitán Concas y sus 56 oficiales y marineros lucharon desesperadamente durante horas contra la fuerza del mar logrando salir airosos del atolladero. Después de 36 días de atrevida y a la vez afortunada navegación, aquellos bravos hombres orgullosos de las penalidades que pasaron arribaron al puerto de San Juan en Puerto Rico. Era el 30 de marzo de 1893.

Después de tres días de festejos en tierras boricuas, el 2 de abril, la nao levó anclas y navegó por aguas próximas al norte de Santo Domingo y Haití rumbo a La Habana. A las cuatro de la tarde del día 6 de abril avistó la costa cubana y al crucero español Jorge Juan que, según estaba previsto, la remolcó hasta la capital cubana terminando la navegación a vela que hasta entonces habia hecho a través del océano Atlántico

El día 9 de abril, el capitán de la Santa María escribió:

“A las dos de la tarde avistamos el faro de la Habana y poco después se vio clara la ciudad, llegando á la boca del puerto al ponerse el sol. Ya cerca de él salieron á recibirnos, saludando al cañón y luego formando escolta de honor el caza torpedero Nueva España, cañonero Concha y multitud de remolcadores y botes de vapor y de vela atestados de gente. Las alturas del puerto y las orillas de su entrada estaban negras de curiosos, favorecidos por la hora y la circunstancia de ser domingo, saludando con vivas que llegaban hasta nosotros á medida que, lo más despacio posible, íbamos entrando magestuosamemte en la gran bahía de La Habana”

Antes de fondear cerca del muelle de la Machina pasaron por delante de las réplicas de las carabelas la Pinta y la Niña que habían llegado remolcadas desde Barcelona. Quedo formada asi la flotilla que viajaría a Nueva York y Chicago custodiados por la armada española. Durante los seis días que estuvo La Santa María en la Habana se celebraron homenajes al Capitán y su tripulación, fiestas populares, recepciones oficiales, banquetes, visitas al buque y otras actividades pero faltaba algo injustificable en los programas que al Capitán de la Santa María le extraño y por respeto a sus superiores y anfitriones no se había inmiscuido hasta el 14 de abril que escribió en su bitácora:

“En este día recibí un anónimo escrito con la mayor corrección y que atribuyo á algún elevado funcionario de la Catedral, en que, salvo el anónimo, hacía muy atinadas observaciones respecto á la paz de que gozaban los venerandos restos de Colón, de quien nadie se había acordado. Al ver que ya no era yo solo á quien se le había ocurrido idea tan natural, aproveché momentos antes de salir para ir de uniforme con todos los Oficiales de la Santa María á cumplir un deber tan de ocasión, que me cuidé que se supiera por los periódicos de la Habana, sin que en verdad nadie se ocupara en comentar el asunto, y por única vez en toda la expedición, rompí mi propósito expresado antes en punto á festejos, pues el caso no sólo lo merecía, sino que es absolutamente inexplicable olvido tan garrafal”.

Al día siguiente, de acuerdo a lo planeado, el Contralmirante Gómez Loño desde el puente de mando del crucero insignia Infanta Isabel dio la orden de partida a la escuadra que participaría en el gran desfile naval de Nueva York y en la exposición internacional de Chicago dedicada a Colon. Su nave remolcaba a la Pinta; el cazatorpedero Nueva España a la Niña y el crucero Reina Mercedes a la nao Santa María. Habia terminado de hecho – escribió el Capitán de Fragata D. Víctor M. Concas y Palau al salir de Morro – la expedición histórica que dio vida á la conmemoración del viaje del descubrimiento.

Los diarios y revistas de La Habana y del extranjero desplegaron en sus páginas la visita de las naves,  ilustradas con las fotografías de los “redactores fotográficos” José Gómez de la Carrera, de El Fígaro Higinio Martínez, de La Caricatura y La Discusión, Juan Francisco Steegers de La Lucha y Francisco Cabrera y Luís Mestre que colaboraban en revistas españolas.

¿Regresó a la Habana la nao Santa María cuando terminaron los festejos norteamericanos según lo acordado? ¿Cuál fue su destino?

La nao Santa María jamás regresó a La Habana. Después de participar en el desfile naval de Nueva York y de ser la atracción principal de la Feria internacional de Chicago, el Gobierno español decidido donar la nao Santa María a esta ciudad como un gesto de buena voluntad. El 12 de septiembre, con gran tristeza y decepción, el comandante Víctor M. Concas y Palau, hizo la entrega de la Santa María a las autoridades de la ciudad de Chicago.

Terminada la Exposición Mundial de Chicago, la gloria de la Santa María duró poco. Fue situada junto con las carabelas la Pinta y la Niña a orillas del Jackson Park donde, en ocasiones se escenificaba el descubrimiento de América.  Los barcos fueron perdiendo interés y quedaron prácticamente abandonados; en 1918 la Pinta amaneció hundida y un año después La Niña se incendió. La nao Santa María quedó sola y fue vendida a un abogado de Nueva York por $940 dólares. Los habitantes de Chicago protestaron e hicieron una colecta que la devolvió a la ciudad. En 1952 su quilla se partió y fue remolcada y hundida en el centro del gran lago Michigan.

Así acabó la historia de la nave que repitió heroicamente la hazaña de Colon atravesando el Atlántico totalmente sola, sin otra máquina que sus velas y el valor de sus hombres. La que encabezó los dos desfiles navales más grandes celebrados en el siglo XIX. La que merecía haber echado su ancla en La Habana.

Fuentes:

·        Concas y Palau, Victor, M.: La Nao Histórica Santa María en la celebración del IV Centenario del Descubrimiento de América, Madrid Imprenta Alemana, 1914

  • Revistas: La Ilustración Española y Americana , Madrid. Números del 25 de agosto de 1892, y del 8, 15 y 30 de mayo de 1893.
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Jorge Oller Oller
Fotógrafo, reportero gráfico. Fundador de la Unión de Periodistas de Cuba y del Periódico Granma. Premio Nacional de Periodismo José Martí por la obra de la Vida. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.

2 thoughts on “La réplica de la nao Santa María en La Habana

  1. Muy buen trabajo. ¿Y las fotos?
    Es una lástima que no aparezcan, estas le dan otro gran valor al reportaje. ¿Habrá otra ocación en que puedan aparecer las fotos ?

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