Desde hace un mes cada sábado a las 7:00 p.m. el canal televisivo Multivisión, de la TV Cubana, transmite una retrospectiva de la obra fílmica de Estela Bravo.
Ganan, sin lugar a dudas, la programación de ese canal y, obviamente, los telespectadores, al descubrir o repasar los hitos de una saga documental dotada de valor testimonial, compromiso con las verdades de nuestro tiempo y eficacia artística y comunicativa.
Estela ha filmado una treintena de documentales en algo más de tres décadas. Su iniciación, si se quiere, fue tardía, pero por su preparación intelectual, su inteligencia y convicciones políticas, venció con creces la prueba. Lo supo el público cuando tuvo ante sí Los que se fueron, a fines de 1980.
Aunque nacida en Estados Unidos, Estela ha conquistado por derecho propio un lugar en la vida y la cultura cubanas. Igual condición merece su esposo Ernesto Bravo, oriundo de Argentina, destacado profesor de Bioquímica, formador de varias generaciones de médicos cubanos y colaborador infaltable de la obra de su compañera.
El ciclo de Multivisión comenzó por Fidel (2001), a tono con la conmemoración del cumpleaños 90 del líder de la Revolución. Se trata de un filme coral, de estructura contrapuntística, en el que fluyen diversas opiniones sobre el Comandante en Jefe bajo el denominador común de poner de relieve el costado humano.
La sagacidad de Estela como entrevistadora se revela en los testimonios acopiados en los rostros y las voces de Juan Almeida y Gabriel García Márquez, Harry Belafonte y Alice Walker, pero también de personalidades no precisamente afines al perfil ideológico del protagonista, como Arthur Schlesinger Jr., historiador y publicista asociado a la tradición liberal norteamericana.
En sus documentales, por muy conmovedoras que sean sus historias, Estela expone sentimientos sin caer en el sentimentalismo. Obras maestras en tal sentido son las ya revisitadas Operación Peter Pan, cerrando el círculo en Cuba (2010) y Los excluibles (1997).
No sé qué proyectará la televisión el próximo sábado. En la cartelera semanal que publicó la prensa, se consigna a las 7.00 p.m. «Documental de Estela Bravo», pero no se sabe cuál.
Por supuesto, hay dónde escoger. Si volvemos la mirada a los filmes de Estela dedicados a Sudáfrica, encontramos tres excelentes materiales; Cuba–Sudáfrica, después de la batalla (1991), Mandela en Cuba (1991) y Mandela y Fidel (2013). Al estrenarse este último filme en Johannesburgo, la realizadora comentó: «Cuando Mandela falleció, yo estaba en Estados Unidos y la prensa de allá no hizo ninguna mención de Cuba, a su amor por Cuba».
También si dirigimos la vista a la historia latinoamericana más reciente, Estela tiene mucho que decir con sus documentales Niños desaparecidos (1985), Niños deudores (1987) y el estremecedor El Santo Padre y la Gloria (1987), acerca de la visita del pontífice Juan Pablo II a Chile y su encuentro con la joven que sobrevivió a las quemaduras infligidas por los represores de la dictadura pinochetista.
A Estela no le gusta hablar de sí misma. Prefiere que lo haga su filmografía. No estaría mal, sin embargo, que la pantalla doméstica aproveche esta ocasión para conminarla a que cuente su propia historia de vida. La de Ernesto y la suya. Nos sorprenderíamos y aprenderíamos mucho.
Otra sugerencia. El espacio sabatino puede y deber ser mantenido y potenciado. ¿Por qué no pensar luego en un ciclo de Santiago Álvarez, o de Oscar Valdés, o de Fernando Pérez, o de Octavio Cortázar, o de Rebeca Chávez, o de Roberto Chile? ¿O de extranjeros que filmaron en Cuba en los 60 como Joris Ivens, Chris Marker, Agnes Varda y Theodor Christensen? No dejemos solo a Luciano Castillo en De cierta manera.
Fuente: Periódico Granma