Desde que el huracán Matthew asomó en el horizonte caribeño, la prensa cubana desplegó artes de información que parece reservar para ocasiones muy especiales. Con profesionalidad y diligencia, reportó minuto a minuto sobre la nueva amenaza y las medidas de preparación primero, y luego, de la catástrofe en Baracoa y en otras localidades del extremo oriental de Cuba y de las labores de recuperación.
Los medios de comunicación suelen motorizarse ante desastres naturales. Es cierto. Pero esta vez, percibí en los espacios informativos de la televisión, la radio, los periódicos y la web un toque de resolución y competencia inusuales. El prurito profesional y el compromiso social se acentuaron ante las malas intenciones previsibles en un huracán de alta intensidad; mas no creo que sean los únicos motivos.
La capacidad periodística para maniobrar ante Matthew e informar con precisión e inmediatez me recordó el éxito con que la prensa reportó otros sucesos del pasado, de alta sensibilidad política incluso. Aquellas coberturas hicieron historia probablemente porque no esperaron –era imposible hacerlo- por orientaciones rígidamente centralizadas. En gestión editorial, la eficacia de las decisiones es inversamente proporcional a su grado de centralización.
Los periodistas salieron a buscar y comunicar la noticia. Una vez más, demostraron que saben hacerlo. La revista televisiva especial conducida convincentemente por Cristina Escobar y Lázaro Manuel Alonso, bien articulada a los telecentros locales y al Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología, tuvo expresiones similares en la radio. Las radioemisoras provinciales y municipales improvisaron soluciones ingeniosas para esquivar fallas en la conexión con el resto del mundo. En la red de redes el seguimiento certero del huracán propició en Cubadebate récords de accesos en un día. La mejor evidencia de la creatividad y rigor de los periódicos fue la diversidad de productos informativos junto a los partes, imprescindibles, de los meteorólogos y de la Defensa Civil.
La vida, resistente a planificaciones inflexibles, puso a prueba a la prensa con un giro imprevisto. Cuando Matthew parecía suficientemente alejado de las costas cubanas y habían cesado los comunicados especiales del Centro de Pronósticos, en internet aparecieron previsiones y mapas de expertos extranjeros sobre un posible retorno del maldecido huracán. No todos los medios reaccionaron con igual diligencia, pero el Doctor José Rubiera volvió ante las cámaras a descartar la solidez científica de las nuevas predicciones e inyectar tranquilidad a sus compatriotas. Por suerte, la vida, o la atmósfera, le dieron la razón.
Este epílogo meteorológico de Matthew confirmó el enlace de la sociedad cubana a las vías globales de comunicación. La información llega también desde emisores asentados allende las fronteras nacionales. Reconocerlo es una condición clave a la hora de articular estrategias y acciones de comunicación, como ocurrió esta vez, y como es necesario siempre, aunque –a juzgar por otros eventos- todavía no parecen entenderlo o aceptarlo algunos actores sociales y funcionarios del gobierno.
La autonomía para actuar fue probablemente una condición que permitió la fusión eficaz de la prensa a la estrategia nacional de enfrentamiento al huracán. No podría ser de otra forma en circunstancias en que cayeron las líneas telefónicas y de electricidad, se bloquearon carreteras, desaparecieron puentes y se desmoronaron cientos de edificaciones.
Los medios de comunicación procedieron según la norma del Consejo de Defensa Nacional: la máxima autoridad teje centralmente los objetivos y claves de preparación, que luego ejecuta cada eslabón y territorio con responsabilidad proporcional a su autonomía.
En la estrategia para proteger bienes y sobre todo vidas humanas, el sistema de información y comunicación volvió a funcionar como eje esencial para avisos, orientaciones y reportes. A ciegas o entre brumas es imposible prever y tomar decisiones acertadas. En la fase de recuperación, la prensa aportó los primeros datos para identificar daños, abrumadores en Baracoa, Maisí, Imías y San Antonio del Sur, los municipios más castigados de la provincia de Guantánamo. Una vez conocidas las pérdidas, el país pudo movilizar ayudas y recursos.
La experiencia mediática más reciente confirmó virtudes frente al vendaval y frente al modelo de prensa dominante en Cuba, regido tradicionalmente por un método o estilo de administrar la información, cuya ineficacia y agotamiento argumentó Julio García Luis en el libro “Revolución, socialismo, periodismo”.
¿Tenemos entonces una alternativa, si de construir un nuevo modelo de prensa se trata? No lo creo. La labor y las vivencias ante un huracán siempre serán excepcionales. Pero prueban métodos y desarrollan prácticas que sirven de referencia. Se suman a otros registros de la historia, en Cuba y el extranjero, al intenso debate que desde hace años mantienen los periodistas cubanos, con puntos de vistas no siempre coincidentes, y a propuestas académicas más elaboradas, como la de García Luis.
Señales singulares que merecen ser observadas también en la búsqueda de un modelo de prensa son los proyectos que se abren paso en el país o los métodos innovadores que toman vuelo intuitivamente en algún rincón de la geografía.
En uno de los municipios arrasados, Imías, los periodistas de la emisora local, Radio Playita, no flaquearon ante los rugidos de Matthew. Con una bocina ante la puerta y el apoyo de un grupo electrógeno, mantuvieron informado al pueblo hasta el último minuto. Están habituados a trabajar en condiciones adversas. Periódicamente, suben lomas en cualquier camión de carga para pulsar la vida comunitaria menos conocida. Los protagonistas de los reportajes son la misma gente humilde que llama en otro momento a la redacción para participar en un programa de perfil picante. Con los mejores recursos de la comunicación –la síntesis combinada con la ironía, típica de la cultura popular y casi proscrita de la prensa cubana del presente-, La esquina del pica-pica juzga y da seguimiento –otro mérito- a conflictos e insatisfacciones sociales, hasta obtener respuesta pública.
Las autoridades del territorio no le pierden pie ni pisada. “La prensa es una herramienta para gobernar”, fue la opinión de otro joven, en un alto cargo del municipio, cuando le pregunté hace un tiempo por Radio Playita.
Otros medios preparan proyectos para una renovación integral de la gestión editorial y de su actividad económica, como el periódico Cinco de Septiembre, de Cienfuegos, y Cubadebate. También estudian alternativas los diarios Granma y Juventud Rebelde, el periódico Invasor, de Ciego de Ávila, y Radio Rebelde, entre otras emisoras y publicaciones. La Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana ha sumado investigaciones donde converge el pensamiento de generaciones jóvenes, de profesores y de profesionales de experiencia. La Unión de Periodistas de Cuba (Upec) también hizo una contribución: una comisión de expertos propuso claves para un nuevo modelo de la gestión económica y editorial en la prensa.
Las iniciativas expresan la necesidad públicamente reconocida de ganar eficiencia en el sistema de información y comunicación. Pero constituyen también una reacción ante las transformaciones profundas que tienen lugar en la sociedad cubana y en el entorno mediático global. La actualización del modelo económico y social, que es de hecho una renovación del modelo cubano de socialismo, demanda forzosamente otra manera de concebir y hacer periodismo.
Los documentos programáticos aprobados en el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba dan un paso avanzado cuando le confieren a la comunicación valor estratégico para el desarrollo. Pero es un postulado tan general como la visión de que es necesario perfeccionarla. Pese a estudios, proyectos y debates, todavía no percibo consenso claro en la sociedad acerca de cuál es el modelo de prensa que requiere el socialismo cubano.
La indefinición retarda, a mi juicio, la transformación del sistema de comunicación y esta tardanza obstaculiza, a su vez, el perfeccionamiento de la economía y de la sociedad. Como mismo mostró su valía a la hora de organizar la acción frente a un huracán, la información oportuna, dinámica y veraz tiene una misión estratégica para implementar cada lineamiento y medida en la actualización del modelo económico y social.
Algunos cambios de la actividad económica han tropezado y se han dilatado después de legislados por carecer de información precisa los responsables de su ejecución: trabajadores y directivos de empresas estatales, de cooperativas, del sector privado, los consumidores y la sociedad en general.
Si la información demora, demora la construcción de una nueva realidad social.
Los medios de prensa tienen la misión de actuar, además, como cauce de las corrientes de opinión. Cuando lo hacen, permiten catar reacciones sociales ante las vueltas de la vida y ante cada medida, reajustar decisiones gubernamentales, dialogar. Garantizan una participación social definida como meta y rasgo singular de la democracia socialista cubana. Tienen, en suma, la función de “legitimar política y éticamente el sistema social”, recuerda García Luis. “Un sistema político socialista que no genere un sistema de prensa legítimo –agrega-, a la larga no podrá a su vez ser legitimado por este y se enfrentara a un peligro de crisis”.
Quizás por su gradualidad, quizás por la estabilidad política conseguida por la Revolución, creo que los cambios en marcha en Cuba no son aquilatados en toda su dimensión, aunque son profundos y –confío- tendrán impacto creciente. Las transformaciones iniciadas en el modelo económico y social, que implican una diversificación de las formas de propiedad y la reinterpretación de las políticas migratorias, entre otros asuntos, coinciden con un giro radical en las relaciones con Estados Unidos y la consiguiente reorientación del enfrentamiento ideológico hacia terrenos más peligrosos para la nación cubana. Simultáneamente se modifican las redes, lenguajes y modos de comunicación en el mundo. La propiedad privada entra también en el escenario mediático nacional, con paquetes y otras opciones.
La gente busca información y productos culturales por vías novedosas que se tornan convencionales en un abrir y cerrar de ojos. Mientras, los periodistas más inquietos se proponen nuevas alternativas y modos de comunicar y algunos intentan ensayarlos.
Los cambios iniciados en ámbitos económicos y sociales se han convertido en caldo de cultivo de la renovación del sistema de comunicación y del modelo de prensa. Cambiar cánones del periodismo y de la comunicación mediática es pieza obligada para alcanzar la prosperidad y sostenibilidad a que aspira el modelo cubano de socialismo.