No habían pasado 24 horas de que Fernando Ravsberg acusara de castración a autoridades cubanas pero mintiendo al menos tres veces, según ratificó la Vicepresidenta de la Unión de Periodistas de Cuba, cuando el mismo denunciante hizo un ejercicio castrante con el texto de Darío Machado titulado “Democracia, medios de comunicación y realidades“.
De 37 párrafos publicados por Darío Machado bajo el título referido en los sitios Cubadebate y Cubaperiodistas, Ravsberg entresacó 5 que ni siquiera son un fragmento completo y lo llamó síntesis pero no los separó con la identificación -(….)-, que suele utilizarse en una edición o síntesis, indicando pertenecen a partes diferentes del texto original. Así puso bajo el mismo título y el mismo autor un texto que de resultas es otro diferente al escrito por el articulista, del que el autor es él y no Darío Machado.
Pero hay algo peor: Ravsberg no contó con el escritor del artículo para esta castración, actuando como un vulgar propagandista, un censor extremista que manipula una obra sin contar con la voluntad de su creador y le altera el sentido creyéndose todoporoso para intervenir un texto ajeno sin advertir al autor.
Ante la reclamación de Darío Machado mediante un comentario en lo que debería ser su artículo, la justificación de Ravsberg fue que el texto tenía “una extensión inapropiada para la prensa digital”, cuando hasta un niño sabe que una de las ventajas al publicar en Internet es que no hay límites de extensión. La prensa digital apropiada parece suponer para el periodismo de Fernando Ravsberg la práctica autoritaria de castrar inconsultamente lo escrito por otros.
En apenas 48 horas Fernando Ravsberg tuvo que cambiar un post porque ubicó al Primer Vicepresidente cubano en una reunión donde no estuvo y luego debió pedir disculpas a un ensayista por cercenarle 32 párrafos y convertirle su trabajo en otra cosa bien diferente de la que escribió. No es un buen récord para un autoproclamado profesor de periodismo objetivo dedicado a darnos lecciones contra la censura y la castración y no es tomando lecciones de un profesor que tanto en prensa digital como en ética -“haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”- parece tiene muy poco que enseñarnos, como avanzaremos.
La prensa cubana tiene mucho que cambiar. En cualquiera de los párrafos que le cercenó Ravsberg a Darío Machado hay valiosas ideas y principios para esa transformación, tal vez precisamente por eso fueron retirados de la versión castrada por quien pretende guiarnos, cual si fuéramos ratones tras su flauta, en el cambio deseado mientras mira para otro lado cuando sus coterráneos periodistas en las márgenes del Río de la Plata caen al abismo neoliberal que no queremos para Cuba.
Tomado de La Pupila Insomne