Dos semanas de combates televisivos desgastan a cualquier auditorio, por más fogueados que esté en circunstancias bélicas.
No puedo juzgar las narraciones radiales en Cuba porque la pequeña pantalla aquí –con un canal dedicado a ellas las 24 horas- acaparó la atención absoluta de aficionados a los deportes, que somos casi todos (exceptúo a una vecina que no sabía quien era ¡Usain Bolt!) y que sin salir de la casa participamos, como uno mas, en la porfía olímpica.
En las televisivas, el entusiasmo de nuestros cronistas-narradores matizó con vivos colores las competencias que llenaron la atmósfera de angustias culminadas por el revés y ansiedades premiadas con el éxito.
Hubo algunos que combinaron las descripciones con la necesaria contextualización de lo que se veía, sus antecedentes y otros datos significativos. Esos propiciaron no sólo mejor comprensión de lo observado sino que contribuyeron a la cultura relacionada con el deporte y a veces más allá.
Pienso en uno que recordó a Freddy Mercury y su grupo Queen, ante el tema escogido por una gimnasta para sus evoluciones, y que nos llevó hasta la Olimpiada de Barcelona (2002) y a su interpretación del tema allí cantado junto a Monseratt Caballé.
A eso llamo excelente conocimiento cultural de perfil ancho, que enriquece cualquier narración.
En otros casos, también de profesionales bien preparados, el término belicista “batalla” se adueño de forma abrumadora en sus descripciones, adelantos y presentaciones, no importara que el deporte no fuera de ese corte.
Boxeo, esgrima, lucha y otros que implican el enfrentamiento directo entre dos contrincantes justifica empleo de combate, incluso por tradición, pero en esta ocasión lo escuchamos reiteradamente en atletismo, canotaje y hasta en deportes colectivos.
Soy de los que se sienten saturados con el belicismo que obvió términos como competencia, justa, certamen, desafío, lid, reto, porfía, pugna y rivalidad. Por suerte, hubo poca sangre –sólo derramada en aras del deporte- en un mundo lleno de masacres, genocidios y terrorismos totalmente opuestos al ideal olímpico que ha primado en estos días. ¡Viva el deporte! ¡Abajo las guerras!