La foto tomada en México hace 48 años es tal vez una de las imágenes más conocidas en la historia de los Juegos Olímpicos: dos atletas con un guante negro en el puño, en un saludo rebelde que sacudió Estados Unidos.
Tommie Smith y John Carlos subieron para recibir una medalla de oro y una de bronce en la carrera de 200 metros en el segundo día de las Olimpiadas de 1968. Mientras se escuchaba el himno e izaban la bandera estadunidense, Smith y Carlos bajaron la cabeza, alzaron sus puños con un guante negro en un saludo de Black power (Poder negro), expresión de resistencia y solidaridad con el movimiento de derechos civiles, y en particular con su expresión radical de las Panteras Negras. Subieron descalzos como símbolo de la pobreza negra, y también con collares en protesta por los linchamientos.
El Comité Olímpico de inmediato intentó sofocar la expresión y castigarlos, y con ello enviar un mensaje de que no se tolerarían protestas políticas dentro de los juegos. Con ese acto, ambos sacrificaron futuros contratos lucrativos, fama oficial y toda una gama de oportunidades para campeones bien portados. Los medios estadunidenses y los comentaristas los condenaron, algunos de manera brutal, incluso acusándolos de haber insultado a su país, o peor, de casi traicionarlo.
Pero esto no surgió de la nada, como explica el extraordinario periodista deportivo progresista Dave Zirin (www.edgeofsports.com/index.html).
Smith y Carlos eran parte de algo llamado el Proyecto Olímpico para Derechos Humanos (OPHR), organización que surgió entre atletas afroestadunidenses amateur, que habían sido inspirados por la lucha de los derechos civiles, y su meta era revelar cómo Estados Unidos usaba a atletas negros para proyectar una mentira sobre las relaciones raciales, tanto en casa como a escala internacional.
En paréntesis vale mencionar que casi nadie menciona al tercer atleta que estaba en el podio con Smith y Carlos, galardonado con la medalla de plata. Era Peter Norman, el mejor velocista en la historia de Australia hasta hoy día, quien había platicado con sus dos colegas a a quienes les pidió una insignia de OPHR que colocó sobre su uniforme para mostrar su solidaridad con esa causa en esa ceremonia. En un artículo reciente publicado en Griot sobre Norman, se revela que fue expulsado del equipo y del comité olímpico de su país a su regreso, y que fue casi borrado de la historia por este acto de solidaridad. Falleció en 2006 y Smith y Carlos estuvieron entre los que cargaron su ataúd en su funeral. No fue hasta 2012 que el gobierno de su país reconoció oficialmente sus logros atléticos y ofreció una disculpa oficial por la manera en que lo habían tratado desde 1968.
Entre las grandes figuras del deporte (algunos olímpicos) en Estados Unidos que se destacan por su lucha dentro y fuera del campo del juego, el más famoso a nivel mundial obviamente es Muhammad Alí. Más allá de sus hazañas dentro del cuadrilátero, y su talento retórico (volar como mariposa, picar como abeja), fue la valiente defensa de sus principios como hombre afroestadunidense sin temor y crítico de un sistema de opresión contra los pobres, sobre todo los negros y latinos, en casa, como su oposición a la guerra en Vietnam. Pagó caro: las autoridades del boxeo le retiraron su título de campeón mundial por rehusar hacer su servicio militar obligatorio en Vietnam.
Declaró en ese momento que no se pondría un uniforme para matar a gente café en Vietnam, mientras a la gente de color en su país le eran negados sus derechos humanos. “No, no iré a 10 mil millas de aquí para ayudar a asesinar e incendiar otro país pobre sólo para continuar la dominación de los amos blancos de esclavos de la gente oscura por todo el mundo… Lo he dicho… el verdadero enemigo de mi pueblo está aquí. No voy a deshonrar mi religión, mi pueblo o a mí mismo al convertirme en una herramienta para esclavizar a aquellos que están luchando por su propia justicia, libertad e igualdad”. Dijo que no le importaría si hacer eso implicaba acabar en la cárcel, Hemos estado encarcelados durante 400 años.
No por nada, Martin Luther King y Nelson Mandela lo citaban y comentaban que era uno de sus héroes.
Otros nombres destacados en esta lista de atletas en luchas sociales progresistas incluyen al legendario basquetbolista profesional Kareem Abdul-Jabbar, quien además de ser un crítico y activista social, es columnista de la revista Time, y el futbolista de americano Jim Brown, y más recientemente el astro del basquetbol y activista antiguerra Etan Thomas, y antes de ellos una historia larga de figuras que incluye al gran Paul Robeson y el tenista Arthur Ashe.
Más recientemente, estrellas del mundo deportivo han empezado a expresarse públicamente en torno al nuevo movimiento de derechos civiles y la violencia e impunidad oficial contra comunidades de color, bajo el amplio paraguas de Black Lives Matter, entre ellos los superestrellas del basquetbol profesional Carmelo Anthony (de los Knicks e integrante del equipo de Estados Unidos en Río), Chris Paul, Dwayne Wade y LeBron James (considerado el mejor jugador de basquetbol en el planeta). Llamaron a una mayor participación de los atletas en estos asuntos de justicia social.
El mes pasado, atletas e incluso equipos enteros de la liga profesional de basquetbol femenil, WNBA, se pusieron camisetas antes de los juegos con expresiones de apoyo a Black Lives Matter, a pesar de las amenazas de multas y otras penas de la liga. Una de las atletas respondió citando al reverendo King: llega un momento en que el silencio es traición.
En este país, los héroes populares –y las únicas figuras con credibilidad– no suelen provenir del mundo político, sino de los universos de las artes vivas y del deporte. Cuando algunos –la gran mayoría no lo hacen– se atreven a criticar o enfrentar a los poderes políticos y económicos, o a jugar en el campo social, pueden volverse héroes no sólo para el pueblo, sino también del pueblo.
(Tomado de La Jornada)