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Dilma, un zapato de cristal

“Imagina que vas a dar una fiesta, trabajas durante varios años para la fiesta, montas las condiciones, colocas la iluminación, llamas a la prensa… Y el día de la fiesta alguien llega, toma tu lugar y se apropia de la fiesta”, dijo al diario español El Mundo Dilma Rousseff y agregó “En esta historia de los Juegos, yo soy la Cenicienta, la invitan a la fiesta pero se tiene que ir antes, vive en las cenizas”.

Esta declaración la leí luego de que este viernes disfrutara de la inauguración de la XXXI olimpiada en Río de Janeiro, en un estadio Maracaná remodelado, con un alarde de exposición de la cultura brasileña desde la samba hasta el bosa nova, y lo que faltó en despliegue tecnológico como sucedió en Beijing y Londres se suplió con mucha imaginación y el uso de los colores tan variados y fuertes que encandilaban.

Se que la mano de Dilma estuvo en algunos detalles de esa exquisita inauguración, porque desde que se le dio la sede a Rio, primero Luis Ignacio Lula y luego ella visitaron instalaciones, y realizaron múltiples acciones para que la ciudad carioca deviniera una digna y linda sede de los juegos olímpicos.

Sólo la mente de un jefe de estado progresista podría pensar en una inauguración en la que se hiciera un llamado al planeta a cuidar a gea, a sembrar árboles y amar cada una de sus hojas, por eso habrá una planta por cada atleta en un campo brasileño.

Cada una de esas muestras me hizo pensar en Dilma ¿desde dónde vio la inauguración? ¿cuántas lágrimas derramó?. A punto de ser sacada del poder, acusada sin pruebas de corrupción, la aún jefa de estado del gigante sudamericano, puede estar orgullosa por ese espectáculo inaugural, del que fue la cenicienta, aunque tuvo un zapato de cristal, el símbolo de que su silla la ocupa un incapaz, cuanto un abucheo gigante recibió las palabras de Michel Temer, la marioneta que la derecha continental ha utilizado para derrotar a la presidenta.

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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