Muy pocos autores establecieron una relación tan estrecha en su trabajo de escritor como Alejo Carpentier entre periodismo y ficción.
Claro, existe una gran tradición en nuestro país; en el siglo XIX es difícil encontrar un escritor cubano que no haya sido también periodista. Ahí tenemos el ejemplo soberano de José Martí, que realmente ejerció el periodismo de forma excelsa, pero en el siglo XX puede decirse algo similar. Escritores de ese siglo mantuvieron una relación en nuestro país muy estrecha entre periodismo y obras de ficción o de poesía.
Pienso, por ejemplo, que Nicolás Guillén fue no solo el gran poeta que todos sabemos, sino un gran periodista. Precisamente, se han recogido en varios tomos los trabajos periodísticos de Nicolás Guillén. Fuera del ámbito geográfico de Cuba, pienso en García Márquez.
En el caso de Alejo, yo lo conocí como periodista, leyendo en Carteles sus crónicas de los viajes por el Orinoco; después se iban a volcar, las vivencias que allí obtuvo, en su novela Los pasos perdidos.
Además conocí a Alejo por una razón muy singular, que se vincula con esta relación suya entre lo escrito para ser divulgado masivamente y lo escrito para ser leído con mayor detenimiento si se quiere. Y es que cuando yo era muchacho escuchaba unas aventuras por radio muy vivaces, eran sobre la II Guerra Mundial. Yo nací en el año 30, así que cuando estalla en el 39, tendría nueve años, y a medida que la guerra se va desarrollando, esos episodios tan vívidos los escribía Alejo Carpentier. Yo no tenía una noción muy clara de quién era Carpentier. Yo era un niño, pero me encantaban los episodios que Alejo escribía para la radio.
Así que lo conocía como escritor de periódicos, de revistas, como periodista, autor de radio, y más tarde empecé a conocerlo también como poeta: aunque él decía que no lo era, escribió poemas muy importantes de lo que se daría en llamar la poesía negra o mulata, de los primeros poemas de esa naturaleza, generalmente musicalizados por grandes músicos cubanos y no cubanos; Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla y el francés Marius Francois Gaillard musicalizaron los textos de Alejo Carpentier.
De modo que cuando finalmente vine a intimar con él, ya era para mí una figura casi legendaria. Lo encontré en 1954, y no lo olvido porque él había ido a visitar en el hospital, en la Quinta, a Fina García Marruz, la esposa de Cintio Vitier, la gran escritora, que acababa de tener un niño, José María Vitier, y cuando Alejo fue junto con Lilia a saludar a Fina allí encontramos mi compañera Adelaida y yo a Carpentier.
En realidad, vinimos a establecer una relación muy profunda a partir del 59 cuando, al triunfo de la Revolución, abandonando una situación muy holgada que tenía en Caracas, regresó a la Isla. Una de las personas con las que él sostenía vínculos le extendió un cheque en blanco para que pusiera la cifra que quisiera, pero nada lo retuvo para quedarse en Venezuela, ni a él ni a Lilia, que es realmente, como he dicho muchas veces, la otra mitad de Alejo Carpentier.
Cuando ellos se trasladan a Cuba, Alejo ve realizados los sueños de juventud. Recordemos que fue muy amigo de Rubén Martínez Villena, sintió una gran admiración por Mella, incluso en El recurso del método crea un personaje que se llama El Estudiante, muy parecido a Mella y Villena. La Revolución cubana le hizo reverdecer toda esa juventud revolucionaria suya, en la que estaban muy unidas la lucha política y la lucha artística. De hecho fue a parar a la cárcel en 1928 acusado de actividades comunistas. Allí hizo la primera redacción de su novela inicial, Ecué Yamba O. Salió del país, fue a Francia, estuvo muchos años en ese país. Regresar a Cuba en el 59 fue un extraordinario acontecimiento cultural y moral: uno de los grandes escritores del mundo, del que sentíamos la dicha de que hubiera nacido en Cuba, venía a unir su destino a una revolución incierta como todas las revoluciones al comienzo, de manera que él sabía claramente los riesgos que estaba corriendo.
Yo tuve una suerte enorme y es que, como también soy periodista, cosa que me gusta recordar, periodista intermitente, escribí una página que se tituló “Alegría por el regreso de Alejo Carpentier en 1959”, publicada en el diario Revolución. Y así nos hicimos realmente grandes amigos. He escrito en muchas ocasiones sobre esto; recuerdo un trabajo que se llama “Alejo siempre en domingo”, donde cuento cómo los domingos por la noche siempre nos reuníamos.
Creo que Alejo es un ejemplo para los periodistas, para los escritores de ficción, un ejemplo moral, político, es uno de los grandes privilegios de nuestro país que haya sido nuestro, aunque pertenecía al mundo entero. Los franceses están convencidos de que es francés; la gente donde quiera que lo lee, se lo adjudica, y no les falta razón. Pero también lo asumen como venezolano, pasó 14 años en Venezuela, allí maduró su novelística, allí escribió El reino de este mundo, su gran novela sobre Haití, que es una novela inauguradora. Allí escribió Los pasos perdidos, El siglo de las luces, aunque tardó en publicarse algún tiempo después, pero ya lo había escrito: me consta porque cuando regresó a Cuba, traía los originales de El siglo… y me los dio a leer. Yo dirigía entonces la Nueva Revista Cubana, y puso ante mí el texto para que escogiera capítulos y los publicara.
Él se hubiera sentido muy feliz con un homenaje de periodistas como este, porque Alejo Carpentier se consideró periodista desde muy temprana edad hasta el final de sus días. Llevó más de medio siglo de tareas periodísticas y, lejos de arrepentirse, esas tareas las asumió siempre como una escuela fundamental para la tarea general que realizaba y que era muy vasta; no solo eran novelas, cuentos, crónicas, ensayos, también he recordado otra manera de periodismo, sus trabajos para la radio, pues contribuyó a renovarla en nuestro país.
Se trata de alguien que solo podemos comparar con las grandes figuras del XIX, como José Martí, absolutamente esencial, y en el siglo XX cubano es una figura cimera. En la Casa de las Américas, cuando se hizo el Congreso, le dimos el nombre de El Siglo de Alejo Carpentier, no solo porque alude al título de una novela suya, sino porque ese siglo está encarnado en figuras como Carpentier, una de las grandes que simboliza el siglo XX. (Palabras de Roberto Fernández Retamar, Premio Nacional de Literatura, en el periódico Granma sobre Alejo Carpentier, el 25 de noviembre del 2004).
Imagen de portada: Alejo Carpentier. Dibujo de Isis de Lázaro.