El 20 de diciembre de 1930 nació Teresita Fernández García en Santa Clara y falleció el 11 de noviembre de 2013, en La Habana. Trovadora, cantautora, guitarrista y compositora, la cantora mayor estuvo junto a mí en una noche bogotana de 2008. A su memoria, y en su día, la recuerdo.
Diez años atrás, de regreso de un viaje a Colombia, yo llevaba entre los encargos de conocidos bogotanos una pequeña nota para la trovadora Teresita Fernández, escrita con letras presurosas por una productora de programas infantiles de Radio Caracol, admiradora tremenda de la juglar cubana. Teresita la recibió de mano de una amiga común. Teresita no me conoce. De entonces acá, siempre he querido entrevistarla, y siempre, mis propios laberintos personales y de trabajo me alejan de esa singular mujer que nos convoca a subvertir lo feo, a creer en la amistad, a ponernos del lado bueno de la vida porque su fe está en que “la humanidad comprenda que ser bueno es un gran negocio”.
Hoy estoy de nuevo en Bogotá y llueve, y es de noche. Bajo esa lluvia suave y tenaz, desando las calles del brazo de Patricia, mi hija maravillosa que amo. Como en una adivinación de quereres que nos traen nostalgias, se aparece Teresita evocada en “Tin-Tin, la lluvia cayó”, una especie de himno infantil cubano que, al menos en los últimos 30 años, no hay madre que no lo haya enseñado a sus hijos en tardes de aguaceros que retienen a los muchachos dentro de las casas, mientras ellos anhelan la libertad del parque, de la acera, de la entrada del edificio o, simplemente, la soltura de la calle y el poder cuchichear o vociferar en tanto juegan sin los apremios de algún ojo escrutador.
En medio de esa suerte de alegría y añoranza nos llegan sin permiso retazos de sus canciones-poemas que regala con voz de privilegio, una voz que nos parece cubana, latinoamericana, universal. Bola de Nieve dijo que Teresita era una mujer sin más adorno que la canción. Y ella confesó en una entrevista que “La canción es un modo de expresar lo que hablando nadie escucha. Cuando canto no queda más remedio que oírme. Mi tono no es de soprano ni de contralto. Mi voz es, como decía Bola de Nieve, voz de persona. De acuerdo como la tenga, toco”.
Armamos en un santiamén un juego adivinatorio para probar quién recuerda más. Y están entonces, retozonas, partes bellísimas de “Pirata”, “Mi bandera”, “La canción del mar”, “Muñeca de trapo”, “Libélula”, “Lo feo”, “El carretón”, “Vicaria la lechucita” y la primerísima, así en superlativo, “Dame la mano y danzaremos”, canción que no es de su autoría, sino de la chilena Gabriela Mistral, pero que igual su voz ha hecho sempiterna.
Ah, esta noche me hace recordar esa etapa feliz de maternidad en estreno y la alegría de “amiguitos vamos todos a cantar, porque tenemos el corazón feliz, feliz”, disfrutada en una rueda de a dos en una azotea inspiradora. Qué manera de regalar fantasías la de esta mujer que ama a los animales aunque ahora no los pueda abrigar en el edificio de muchos pisos en el que vive, que se deleita con un tabaco y que canta como retratando la vida. Teresita Fernández no nos conoce. Ella, desde su casa en La Habana, no sabe que estuvo entre nosotros paseando por las calles bogotanas en medio de la lluvia.
(Bogotá, Colombia, 2/6/2008).
Imagen de portada: Tomada de Cubadebate.