El mexicano Alonso Ruizpalacios (Ciudad de México, 1978) recibió por La cocina el Premio Coral de Largometraje de Ficción en la 45 edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, recién concluido en La Habana. Basada en la obra teatral The Kitchen de Arnold Wesler —y con las experiencias de las premiadas Güeros (2014), que le hizo ganar cinco premios Ariel de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas y el de mejor ópera prima en el Festival Internacional de Cine de Berlín; Museo (2018), ganador del Oso de Plata en Berlín; y Una película de policías (2021), docudrama con el que repite premios en las principales categorías de los Ariel, como mejor dirección, largometraje documental y guion original, además del lauro para sus actores principales, quienes representan a dos policías reales—, La cocina sigue la vida de un emigrante mexicano que trabaja como cocinero en un restaurante de la neoyorkina Manhattan y se enfrenta —en una de las línea temáticas, sobre todo después de los años novena, del cine de la región: la del emigrante como centro del conflicto y ejemplificación de la otredad— a una nueva vida, a una ardua realidad que le impone constantes retos.
El tema de la emigración fue abordado por Ruizpalacios en su primer cortometraje, Café Paraíso (2008), a partir de la historia de dos emigrantes mexicanos que trabajan en una cafetería en Los Ángeles, interpretados por Sophie Alexander y Tenoch Huerta. A diferencia de su anterior trabajo, el conflicto de esta coproducción entre México y Estados Unidos, aunque filmado en la capital azteca, se traslada a la cosmopolita Nueva York y utiliza un elenco internacional, similar a como hicieron otros rostros visibles del cine contemporáneo mexicano con una filmografía vinculada en los últimos años a la industria estadounidense, como Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro. En La cocina los protagonistas Raúl Briones —que venía con Ruizpalacios desde Una película de policías— y la conocida Rooney Mara, se acompañan de James Waterston, Oded Fehr, Laura Gómez, John Pyper-Ferguson, entre otros actores. La película tuvo su premiere mundial en la 74 edición del Festival Internacional de Cine de Berlín.
Ruizpalacios estudió Dirección y Actuación en el Foro Teatro Contemporáneo y en el Royal Academy of Dramatic Art, de Londres, Reino Unido; y además de las anteriores, ha realizado los cortos El último canto del pájaro Cú (2010) y Verde (2016). A Cuba lo vincula, entre otros temas, el Coral de ópera prima en el 36 Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano, por Güeros; en su edición 40 el Premio colateral entregado por la Muestra Joven Icaic a Museo y ahora, el Coral al Mejor Largometraje de Ficción por La cocina, además de los galardones de mejor fotografía, edición y sonido, entre los más importantes del Festival; sumando el premio Fipresci y los colaterales de Cineplaza y de la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica, sobre todo “gracias al excelente desarrollo de la temática de la diversidad racial y cultural, desde una calidad discursiva impecable y una estética atrayente”. A propósito de los premios habaneros, vuelvo sobre una conversación de 2019, cuando Alonso Ruizpalacios, uno de los realizadores más interesantes del cine mexicano, inauguró la 18 Muestra con su película Museo.
El cine tiene que ser muchos cines
Me gusta la pluralidad del cine contemporáneo, pues no debe haber un solo tipo de cine. Yo mismo disfruto las películas frívolas y de entretenimiento. El cine tiene que ser muchos cines. Cuarón, Iñárritu y Del Toro no hacen cine mexicano. Cuarón, a excepción de su reciente Roma, no había filmado en México desde hace veinte años. Sus películas no tratan problemas mexicanos, no tienen dinero de nuestro país. La gran fortaleza del cine mexicano es que permite que existan todas estas expresiones. Estoy a favor de que no exista una línea, sino que haya pluralidad.
El arte se define mientras lo haces
No trato de hacer un cine que dialogue con críticos y festivales. Al director le corresponde perseguir sus inquietudes, sus filias y fobias, y después que la gente decida dónde se acomoda eso, qué tipo de cine es. Lo mejor es no determinar la postura de la película antes de hacerla, pues va en contra del arte. Esta se define mientras la haces, no es decir: voy a hacer cine anti establishment y festivalero que toque este sector. Trato de dialogar con el público mexicano y me gustaría pensar que la gente ve en mis películas algo de mi país. Ahí es cuando debe ocurrir la catarsis.
Me procuré mi propia escuela
No fui a escuelas de cine, pero me procuré mi propia escuela. Por eso les digo a mis alumnos que lean, estudien y se pongan a hacer cine. Eso es lo importante. Aunque no estar en una escuela de cine te pone en un lugar más vulnerable, digamos inseguro, y tratas de compensar eso, como yo hice, viendo mucho cine. Fui muy disciplinado haciendo ciclos de cine durante unos tres años; vi todo Akira Kurosawa, por ejemplo, mientras leía su autobiografía, para mí uno de los mejores textos sobre cine. Él atravesó un arco muy completo, hizo todos los géneros y fue encontrando su voz.
Mis películas son un homenaje al no tener certezas
Me conmueve mucho y me siento identificando con la juventud y las incertidumbres que conlleva. Doy clases en la escuela de cine y me gusta el contacto con los alumnos, escuchar sus historias y ver las posturas que tienen, pues hay algo en la juventud, el no tener certezas, que me parece inspirador. Mis películas son, de alguna manera, un homenaje al no tener certezas. México es, además, un país que es un perpetuo adolescente. Como toda Latinoamérica, su identidad está formándose y tiene una historia que no está asentada, construida, ni siquiera conocida.
La literatura es una desnudez que me asusta
Me considero, además, un guionista, pues escribo mis filmes y por mucho tiempo escribí series y otros productos, pero pienso que la literatura es una desnudez que me asusta y me genera muchísimo respeto. Uno de los libros que más me marcó, y al cual siempre regreso, es El guardián en el centeno, de D. J. Salinger, y también Los detectives salvajes, del chileno Roberto Bolaño. Primero escribí el guion de Güeros y un amigo me dijo que debía leerme Los detectives…
Güeros, una ópera prima más que exitosa
La premisa de Güeros fue hacer un road movie en la Ciudad de México. Es tan basta que ameritaba este género; es como un país que cuando vas de un lugar a otro cambia la geografía, incluso el ecosistema. Durante el proceso vimos muchas road movie, es una forma por naturaleza libre, antiaristotélica, episódica, pues su punto son las paradas y lo que encuentras en las paradas. También vimos La dolce vitta, de Federico Fellini. Güeros es también un homenaje a la nueva ola francesa, pero es más Fellini en el espíritu juguetón. Me gustan mucho los directores con sentido del humor. De los contemporáneos, Paul Thomas Anderson me parece el último gran maestro.
Museo y la memoria histórica mexicana
Museo no era originalmente así, no tenía este componente de road movie, pero descubrimos que, en la historia real del robo de las piezas, sí había un viaje de estos chicos hasta Palenque. Encontramos unas fotos de ellos en las ruinas mayas, y después acabaron en Acapulco. Dijimos ahí hay un viaje. Hay algo de esa estructura de road movie que me atrae, en tanto es una estructura episódica, un viaje de regreso a casa, pues todos son un viaje yéndose o regresando al hogar.
La película no se amarraba bien a las expectativas de los inversionistas extranjeros. Ellos decían: dónde está el policía, el interés romántico; pero es que esta historia no los tiene, si no quieren invertir en esta película así pues… Era parte de la idea, al principio, meter en Museo el género de las películas de robo, después pervertir eso y que la película se descarrilara y se fuera por la libre. Para mí esa era la estructura más honesta para la película. Vemos el robo, seguimos a los protagonistas, pero después no saben que chingadas hacer con las piezas, cómo deshacerse de ellas (Tomado de La Jiribilla).
Imagen de portada: Yoan Ramos.