Gabriel Molina Franchossi seguirá en zafarrancho de combate como periodista, y desmintiendo su propia muerte este 19 de noviembre de 2024; como el cronista de la Revolución Cubana que fue y será, con sus arrestos juveniles bajo ese talante sereno y gallardo.
Se va y se queda para siempre uno de los grandes del periodismo revolucionario cubano, desde La Hoja, aquel libelo estudiantil contra el terror batistiano en la Escuela de Derecho de la Universidad de La Habana, hasta la fragorosa redacción de una Prensa Latina “nuestramericana” que fundó en la efervescencia triunfal junto a Gabriel García Márquez, Jorge Ricardo Massetti y otros soñadores muchachos que plantaron una voz alternativa al poderoso coloniaje informativo de los Estados Unidos.
Molina fue el preciso testimoniante de aquellos años iniciáticos y difíciles de refundar un país y sacarlo de la égida estadounidense con esa osadía tan costosa hasta hoy. Su estilo directo y fuerte, sin ambages, acompañó siempre los grandes enfrentamientos al vasallaje norteño por aquella joven revolución, hasta concluir sus últimos años de ejercicio profesional como timonel del Granma Internacional.
No perdió pie ni pisada en su reflejo de los grandes temas de la naciente gesta, desde aquella atrevida entrevista en junio de 1959 a un Ernesto Che Guevara blandiendo preclaramente por la unidad de todos los revolucionarios en momentos muy convulsos y tirantes.
Fue un ejemplo de que, lejos de simplezas, acomodamientos y blanduras y consignismos, el periodismo especializado en temas internacionales requiere mucha investigación y rigor, y a la vez una voz propia y juicio personal sin pedir tantos permisos, para defender una visión de este mundo.
Y de ese abordaje investigativo tan fecundo le nacieron libros tan reveladores como Girón, Bahía de Cochinos: el mayor error de Kennedy.
Con tan elevada estatura profesional, este corresponsal de guerra siempre fue hombre y amigo, cordial interlocutor y exégeta de la decencia humana en todos los órdenes. Siempre con esa elegante sencillez de quienes llevan el talento y la honra sin altisonancias ni tiesuras ni vanidades.
Maestro en el doctorado de las urgencias informativas, ojalá que en la otra dimensión de la vida que hoy inauguras, puedas seguir proporcionándonos las claves de ser y estar en el ojo de las turbulencias con la lucidez de quienes llevan su propia brújula. El Premio Nacional de Periodismo José Martí esperaba hace mucho tiempo por ti hasta abrazarte en 2000.
Imagen de portada: Archivo de Gabriel Molina.