ENTREVISTA

“Si nos quedamos sin océanos, terminaremos comiendo cemento”

Aunque los pájaros sean su verdadera pasión, María José Caballero (Madrid, 1968) habla con una claridad marina del desalentador informe que ha coordinado en Greenpeace sobre la nefasta disposición del litoral español ante las dentelladas que empieza a asestar el cambio climático. “Pese a haber escogido el mejor escenario de emisiones posible, el maltrato al que ha sido sometida toda la costa, la erosión natural y el aumento del nivel del mar nos indican que para 2030 habrá una pérdida masiva de playas”, asegura. Bióloga especializada en zoología, Caballero empezó a trabajar en diversas investigaciones científicas del Instituto Español de Oceanografía antes de entrar en Greenpeace en 1999. Casi de inmediato comenzó a elaborar el informe ahora presentado. Dos décadas de trabajos interrumpidos por acontecimientos como la pandemia o la gran recesión y que han concluido gracias a la ayuda aportada sobre el terreno por organizaciones locales en diferentes áreas del litoral, a los datos actualizados del IPCC y a las proyecciones sobre el ascenso del nivel del mar que la NASA difunde periódicamente. “Es un estudio muy completo que nos ha obligado a añadir conceptos nuevos y determinantes a lo largo de estos años que explican nuestra percepción conservacionista”, dice sin ambages. Inasequible al desaliento, a María José Caballero le emociona comprobar que, pese a las palabras huecas de políticos y economistas sobre su compromiso climático, cada vez hay más gente dispuesta a exigir a los gobiernos una mayor ambición. “Sabemos que, si nos quedamos sin mares, o sin abejas, terminaremos comiendo cemento”, sentencia.

Comenzaron a elaborar el informe hace 24 años, antes del boom urbanístico o cuando la emergencia climática era una fábula creada por antisistemas radicales. ¿Qué les ha aportado tanto tiempo de investigación?

Es un informe muy completo. Como bien dice, empezamos a elaborarlo en el año 2000 por lo que se aprecia su evolución. Al principio había que explicar por qué era malo construir un paseo marítimo sobre un paraje natural, ya que a muchos les parecía estupendo y atrayente regenerar de estas maneras artificiales tramos de su litoral. Eran años en los que no interesaba a nadie hablar de proteger las costas porque no había esa educación. Faltaban conceptos determinantes que ahora explican nuestra percepción conservacionista. Encima, llegó el boom urbanístico, que para el litoral español fue tremendo. Esto nos hizo variar el foco y centrarnos en enseñar la importancia que tienen los servicios ecosistémicos y lo positivo que es conservar el litoral de la manera más natural posible. Pero luego vino la pandemia, un tiempo valioso donde nos costó mucho analizar el estado de conservación, porque obviamente había dificultades para visitar la franja costera y trabajar con las organizaciones locales, que son las que mejor conocen el terreno. Sin embargo, una de las grandes maravillas es que hemos descubierto que ahora hay muchísima gente preocupada y que quiere conservar sus ecosistemas. Personalmente, ha sido muy gratificante.

¿Tan importante han sido las aportaciones de las organizaciones ecologistas locales?

Para este informe, sí. Se trata de un trabajo realizado conjuntamente con muchísimas asociaciones locales que se han dejado la piel y eso es una satisfacción porque ni Greenpeace ni nadie va a conseguir nada de manera individual. Solo es posible lograr objetivos si funcionamos como una comunidad. Yo me centré en la parte de eventos meteorológicos extremos, en cómo el aumento de la temperatura produce más fenómenos extremos y sube el nivel del mar. Entonces, empezamos a manejar lo que dice el IPCC, cuyos datos científicos están muy revisados, y en las proyecciones que hace la NASA, que son muy contundentes y no las discute nadie. Así que decidimos utilizar sus perspectivas sobre el ascenso global del nivel de los océanos y recabamos los datos más prudentes del IPCC para no parecer muy alarmistas. Aun así, el escenario que vislumbramos es nefasto.

¿Qué futuro espera al litoral español si no cambian las cosas?

La principal conclusión es que todo el frente costero, da igual el golfo de Vizcaya que el litoral balear o el golfo de Cádiz, está afectado. Es verdad que el Mediterráneo está peor porque es uno de los auténticos puntos calientes del cambio climático a nivel planetario por sus características. Pero si miramos con detalle las causas, vemos que suma varios factores. El primero es que está sufriendo un proceso muy acelerado de erosión natural en toda su costa. Aunque pensemos que una playa es un lugar que sirve para poner la toalla, su función es fundamental porque disipa la energía de las olas. Y si tratamos de meter estos arenales en cubos envueltos en construcciones e infraestructuras preciosas y comodísimas, favorecemos impactos del mar mucho mayores. Así nos las estamos cargando. Lo vemos en Cataluña. En la costa del Maresme han inventariado qué paseos marítimos ya no merece la pena recuperar porque el próximo temporal los destruirá. En Valencia, la situación es tremenda. En algunos lugares han desaparecido hasta el 60% de los arenales. El problema que nos encontramos es que se siguen buscando soluciones en la ingeniería y no en la biología cuando en el Ministerio de Transición Ecológica hay un grupo muy grande de personas que dicen que no hay que recuperar sino proteger lo que nos queda. Eso es lo fundamental. Proteger lo que nos queda. Pero, como le digo, si miramos la subida del nivel del mar, el litoral mediterráneo está muy afectado por la erosión natural, pero en el resto de costa peninsular hay pocas zonas que se salvan. El agua del golfo de Vizcaya, por ejemplo, lleva arrastrando una ola de calor constante desde el 2022.

¿Qué lugares corren el mayor peligro de desaparición?

Hay dos sitios que ya están especialmente afectados. Uno es el Delta del Ebro y el otro es Doñana. ¿Por qué? Porque los dos son desembocaduras de grandes ríos. En el Delta del Ebro, las presas que han construido frenan el asentamiento de los sedimentos con el agravante de que a su alrededor han crecido las zonas urbanizadas. En Doñana, el problema no se debe a la construcción sino a una sequía estructural. Si tuviera que destacar cuál de los dos me parece más preocupante ese es el Delta del Ebro. En el informe se recoge que está perdiendo dos metros de terreno al año. Eso es una barbaridad.

Además de las olas de calor atmosféricas, están las marinas menos perceptibles, pero con una incidencia devastadora para el clima. ¿Hasta qué punto somos conscientes de la importancia que este calentamiento del mar tiene para la vida?

Somos conscientes cuando te bañas. Pero, es cierto, no somos muy conscientes de los impactos que tienen las altas temperaturas. Por ejemplo, sobre la biodiversidad marina. El Mediterráneo es un mar casi cerrado que impide la huida de especies que se pueden mover a zonas más frías. Pero es que hay muchas plantas, muchos corales, que no pueden trasladarse. Una de las joyas endémicas del Mediterráneo es la posidonia oceánica, una fuente no solo de oxígeno y de absorción de CO2, sino de cobijo, alimentos y espacio para la reproducción de casi mil especies. Y la posidonia lleva muy mal las altas temperaturas del agua. Si muere nos afectará a la biodiversidad y a nosotros. Pero no es sólo eso. A agua más caliente, mayor evaporación. Y a mayor evaporación, fenómenos atmosféricos como gotas frías, danas y lluvias torrenciales más dañinas. Si miramos el mapa mediterráneo es muy difícil encontrar hoy zonas inundables que se hayan respetado. Está todo urbanizado. Seguimos sin comprender que protegiendo el medio ambiente también nos salvamos a nosotras mismas.

Llueve torrencialmente en Centroeuropa, ríos como el Amazonas llevan cada vez menos caudal y se registran ‘superincendios’ en Grecia, Canadá o Rusia. ¿Qué factores multiplican estos desastres?

Mientras sigamos sin asimilar que los gases de efecto invernadero aceleran los eventos meteorológicos extremos no habrá nada que hacer. Es así de simple. La desertificación en España ha avanzado de una forma demencial. Hay zonas que ya sufren una sequía estructural. Empezamos a ver incendios que son inextinguibles pero seguimos sin cuidar los montes y los llenamos de eucaliptos. Y, por otro lado, tenemos tormentas, huracanes y lluvias torrenciales muchísimo más frecuentes que antes. Mientras no entiendan que si no reducimos las emisiones, si no exigimos a nuestros gobiernos una mayor ambición climática, estos fenómenos acabarán con nosotros. Es evidente que no estamos haciendo las cosas bien. Quizá, quienes nos dedicamos a esto, tampoco estamos siendo capaces de contarlo correctamente. No sé. Creo que todos estamos fallando en algo.

El mapa de temperaturas del Mar Mediterráneo de este verano es de un rojo intenso. En algunas zonas se han registrado hasta 30 grados. ¿Por qué es tan difícil abordar la solución, pese a que todos saben por dónde empezar?

Porque la política y la economía son cortoplacistas. Sabemos que una ola de calor atmosférica tiene un impacto sobre la salud y se han aplicado medidas para minimizarlas. Pero cuando ocurre en el mar, cuando la ola de calor es oceánica todo se ve de forma mucho más lejana y menos directa. Un político, al fin y al cabo, dice que sus responsabilidades llegan hasta la playa. Como mucho quiere que haya arena pero de ahí hacia dentro no tiene nada que hacer porque excede su competencia. Y eso es un error porque todo está conectado. Lo hemos visto este verano con los incendios en Canadá que los hemos sentido aquí. Hoy en día tenemos acceso a toda la información que queramos. La parte positiva es que antes había muy pocos estudios científicos, pero ahora hay infinitos. Recuerdo que cuando entré en Greenpeace funcionábamos como ‘voz de la ciencia’ pero ahora la ciencia tiene su propia voz. Para nosotras son fuentes extraordinarias. Todo nuestro informe está referenciado a análisis científicos superelaborados. No hay un dato sin contrastar. Y, bueno, pese a estas evidencias sobre la emergencia climática, seguirá habiendo negacionistas. Me produce mucha pena tanto contrasentido.

Y con los informes del IPCC y los datos de la NASA que manejan, ¿cómo estará el litoral español dentro de una década?

Pese a haber escogido el mejor escenario de emisiones posible, el maltrato al que ha sido sometida, la erosión natural y el aumento de nivel del mar van a afectar mucho. Para 2030 habrá una pérdida masiva de playas. Y no hay arena artificial suficiente para regenerarlas porque, aparte de que es muy dañina para los fondos marinos, es carísima. Es evidente que nadie quiere perderlas, pero cuando adviertes a un ayuntamiento de lo que puede suceder si no se toman medidas te responden que van a trabajar por recuperarla. Y muchos se ponen manos a la obra, es cierto, pero lo hacen por el turismo más que por salvaguardar la vida humana.

¿Cuál está siendo la reacción del Gobierno central y de las administraciones autonómicas a esta emergencia lanzada?

Desde mi punto de vista, el Ministerio para la Transición Ecológica está haciendo lo que tiene que hacer, que es mirar cómo está cada tramo de costa y señalar las zonas en riesgo. Lo está haciendo por tramos y el resultado obtenido lo pone a disposición de las comunidades autónomas, que son quienes tienen las competencias de costas. El problema, como decía antes, es que sigue habiendo una mirada turística de los recursos. Quieren más hoteles. Hay casos contados que han empezado a poner coto a esta situación, como Barcelona o Palma, porque vivir en esas ciudades se ha vuelto imposible. Pero reacciones realistas a diez años vista, con planteamientos de desmontar un paseo marítimo para convertir la zona en una frontera natural, hemos encontrado pocas. Toman decisiones cuando los impactos están a las puertas. En España somos muy buenos improvisando. Se nos da fenomenal. Y es una pena. La esperanza que tengo es que los estudios científicos que corroboran la emergencia climática tienen cada vez más peso y la gente está mucho más concienciada de que es urgente actuar.

¿Cómo puede un país como España proceder a un cambio de modelo cuando el 13% de su PIB procede del turismo y el 40% de la población vive cerca de los litorales?

Ese 13% del PIB no procede solamente del turismo de sol y costa. En zonas como la Comunidad Valenciana hay plataformas que empiezan a pensar a largo plazo porque el turista ya no quiere ir a un sitio donde hay 42 grados por el día y no baja de 30 por la noche. Entonces, no es tanto un cambio de modelo sino un cambio de mentalidad. Entiendo que es difícil entender que conservar un entorno es lo más positivo que podemos hacer pero es lo que va a asegurar nuestro futuro. Insisto que en la clase política hay una miopía cortoplacista, especialmente en los ayuntamientos, que les impide ver la realidad hasta que no tienen el agua al cuello.

El Gobierno de Australia acaba de anunciar una inversión de 116 millones de euros para proteger la Gran Barrera de Coral que está muriendo por el calentamiento oceánico. ¿Son suficientes estas inversiones de emergencia para evitar el desastre?

No tiene ningún sentido invertir dinero mientras sigues permitiendo proyectos de carbón al lado. Vivimos en una contradicción. Es lo que sucede en el litoral mediterráneo. Si queremos proteger un arenal no podemos autorizar la construcción de un hotel a pocos metros, porque son incompatibles. En el caso que me comenta, parece que tampoco somos conscientes de lo mucho que nos puede afectar la pérdida de algo tan valioso como la Gran Barrera de coral australiana, una de las zonas de mayor biodiversidad del mundo. No lo podemos permitir. Ya hay zonas del océano que se conocen como ‘zonas muertas’ porque no hay oxígeno. Esto es una tragedia. En Greenpeace, hemos pedido la protección del 30% de las aguas internacionales porque con ese porcentaje podemos garantizar que el océano pueda seguir cumpliendo su función vital para la vida en la Tierra. No sé cómo explicar que si nos quedamos sin los mares, o sin abejas, terminaremos comiendo cemento.

¿Confía en el ser humano?

Sí, porque si no confiara ¿qué hacemos en este planeta? Nos dirigimos hacia donde nosotras queramos. Tenemos la capacidad de revertir la situación. Hay impactos que van a ser difíciles de detener pero aún tenemos la gran posibilidad de cambiar de rumbo, si somos muchas personas las que lo exigimos. Eso lo tengo claro. El otro día leí unas declaraciones del director de Ferrovial donde decía que eso de que se vayan a perder playas en Cádiz era una tontería. ¿Cómo es posible que alguien con su influencia pueda decir algo así? No lee los informes científicos. Ese negacionismo o ese retardismo son muy peligrosos porque nos impide cambiar la situación. Por eso hay que seguir y, sobre todo, disfrutar cada día de los pájaros que has visto por la mañana, del placer de oler el mar. Porque ese disfrutar es lo que nos puede movilizar a cambiar un poco la situación y empezaría a ser suficiente (Tomado de CTXT).

Imagen de portada: María José Caballero. Foto: CTXT.

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