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Cuba, la represa y los aliviaderos

Es una cuestión de sobrevivencia, para no decir que de tacto, sentido común y tino políticos, que cada decisión de nuestro “bando” sea sometida muy profundamente al ejercicio de determinar si agregará o quitará presión, si constituirá un factor que apuntará al alivio o al quiebre

Si nos proponemos, ahora mismo, hacer un dibujo más o menos al calco de la situación de Cuba, confesemos que no sería fácil el ejercicio. Cada cual construiría seguramente ese mapa desde su percepción ya no solo vivencial, sino además sentimental.

Como periodista que no puede escapar ni de las vivencias, y muchos menos de los sentimientos, nos tocaría la responsabilidad social de concebirlo para que sea útil a los demás, para que ayude a entender las circunstancias, a la vez que encontrar salidas para sobrepasarlas.

No podía dejar de pensar en ello este jueves, mientras el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, volvía a presentar el Informe sobre las consecuencias del bloqueo económico, comercial y financiero contra el país, algo que —como sabemos y sufrimos— no se ajusta siquiera a ese nombre, porque dicho bloqueo es solo una porción de un proyecto mucho más amplio, miserable y hasta sinuoso y sibilino de desmontaje del orden político e institucional establecido en Cuba.

Tratando de procesar esos costos, que a segmentos de nuestra ciudadanía pueden resultarles como una «letanía», en medio de sus problemas existenciales —precisamente así quieren que lo apreciemos quienes lo concibieron—, fue que pensé en esta idea del dibujo, no tanto para hacer una descripción de nuestra cruda realidad, como para ponernos a pensar en cómo actuar frente a ella.

A este mortal cubano que, como comprenderán, tiene muy poco —para no decir nada— de la capacidad imaginativa de Fabelo, Carlos Enríquez, Lam o Mariano Rodríguez, no se le ocurre una manera más exacta de describir la situación cubana que como la de una «represa». Con unos haciendo lo posible por quebrarle la cortina de contención y otros con la difícil encomienda de garantizar los aliviaderos.

Comprendo que muchos dirán que la «cosa» —así llamamos los cubanos familiarmente a la situación— no está como para resolverla con dibujitos, pero es la manera más simple, y hasta entendible, que encuentro para que nos sirva de guía en nuestros modelos de decisión y también de actuación, sobre todo en el terreno institucional.

La idea de la represa nos remite, inexorablemente, a aquella martiana de los dos bandos, pero en las muy delicadas circunstancias cubanas del siglo XXI. Todo lo que decidamos, o hagamos, debe ser calibrado en base a qué lado de la cortina nos ubicaremos en la represa: del lado de los que le agregan más presión para que quiebre, o de los que estarán abriéndole nuevos aliviaderos para sostenerla.

En el informe que presentó Rodríguez Parrilla está muy claro a quiénes les interesa particularmente llevarse por delante la cortina, para lo cual no dejan de meterle presión a la represa. Casi no podríamos abarcar en estas líneas de cuántas maneras lo hacen, incluso siquiera llegaremos a saber de cuántas formas se valen, porque algunas son muy invisibles, aunque igual de pérfidas y dañinas.

Y como a lo que nos someten es tan desalmado y cruel, lo que resulta inadmisible es que de nuestra parte, como también con menos peso, como subrayó el Canciller, de nuestro lado no falten momentos, decisiones y maneras de actuar que le agregan presión a la cortina.

Es una cuestión de sobrevivencia, para no decir que de tacto, sentido común y tino políticos, que cada decisión de nuestro «bando» —para decirlo con precisión martiana— sea sometida muy profundamente —muy profundamente, repito— al ejercicio de determinar si agregará o quitará presión, si constituirá un factor que apuntará al alivio o al quiebre de la cortina.

Contra la no menos valiosa imagen del Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, de quitar todos los días un pedacito a los problemas, nunca deberíamos oponerle la de agregarle algún nuevo pedacito, porque sería nueva presión sobre la cortina.

Cuantas veces erremos, cuantas veces adoptemos una decisión o actuemos en el sentido de agregar presión, estaremos ubicándonos, aunque lo hagamos de forma inconsciente, en el lado de los que apuestan al quiebre del orden institucional revolucionario en Cuba.

Así de simple, así de grave. Ofrezco disculpas por este tipo de dibujos (Tomado de Juventud Rebelde).

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Ricardo Ronquillo
Periodista cubano. Presidente de la Unión de Periodistas de Cuba.

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