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Wole Soyinka, un privilegio inapreciable

«Como se sabe, Cuba es parte del continente africano por voluntad, no por accidente», dijo el premio Nobel de Literatura, Wole Soyinka, al llegar el pasado lunes a La Habana. Su visión de poeta ajusta una geografía más allá del espacio físico.

Sintetiza siglos de relación entre la madre África y la Isla del Caribe, uno de cuyos centros estará en el visor del evento por el aniversario 30 del programa de la Unesco La ruta de las personas esclavizadas, por el cual nos visita el intelectual nigeriano.

Pero también su frase sintetiza el vínculo, solidario y desprendido como ninguno, que Fidel y la Revolución sostuvieron a favor del continente negro mediante una epopeya militar, médica y educacional, inscrita en los anales de la historia.

Hombre consecuente, el mes pasado compartimos en redes la alegría por el festejo de sus 90 años. Y he aquí que, unas semanas después, lo tenemos en Cuba, para ratificar sentimientos y lealtades desde su estatura artística y moral.

Wole Soyinka, primer premio Nobel de Literatura africano, ganó esa condición con una obra que bebió con sinceridad e inteligencia en el saber ancestral de la cultura yoruba, a este efecto símbolo de todos los pueblos del continente.

Aunque ha cultivado prácticamente todos los géneros literarios, el teatro es esencial entre ellos. Le facilita acudir al mito, a la oralidad, al ritual de su cultura primigenia y, a su vez, colocar en justa fricción ese magma con la tradición europea, siempre en una rica pelea por establecer la verdad y la justicia. Luego de su primera etapa de formación universitaria, se insertó en el Royal Court Theatre, y fundó grupos e iniciativas bajo aquella perspectiva.

Una pieza modélica en ese sentido es El león y la joya, de 1964, que abre su título Teatro, publicado aquí en 1987 por la Editorial Arte y Literatura, junto a otros seis textos de su dramaturgia. Siempre recuerdo el excelente montaje de esa pieza, dirigido por nuestro Eugenio Hernández Espinosa, en el inicio de los 90.

Libro y espectáculo fueron vivos signos de su presencia en aquellos años. También en la primavera de 1987 acudió, como Presidente del Instituto Internacional del Teatro (ITI), al congreso de esa organización en La Habana. Fidel lo condecoró con la Orden Félix Varela. El año anterior había recibido el Nobel. Dos décadas después asistió a la Feria Internacional del Libro en La Cabaña.

Reconocido como merece, ha sido catedrático o profesor de grandes universidades. Sus luchas políticas o civiles, que alguna vez le costaron persecuciones o prisión, constituyen un hito de este mismo intelectual indivisible, el hombre y el escritor.

En este mundo, aún más que líquido de éter, de escasa consecuencia y profundidad, contar y tener hoy, entre cubanos y africanos, a Wole Soyinka, es un privilegio inapreciable.

Foto de portada: Wole Soyinka / Glen Gratty

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