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Desechables

El ascenso de la extrema derecha en Europa resta protagonismo a un fenómeno menos aireado pero incluso más grave: el camino de los partidos conservadores y socialdemócratas hacia posiciones ultra.

Se llamaba Satnam Singh, igual que el exjugador de baloncesto de la NBA y luchador profesional de 2,18 metros de altura, pero sus vidas no pudieron ser más diferentes. Los dos provenían de India, pero el Satnam Singh del que queremos hablar trabajaba en un invernadero de Borgo Santa María, en el centro de Italia, cuando su cuerpo quedó atrapado por una máquina de embalaje de plástico.

El mecanismo aplastó sus pies y le cercenó un brazo. No tenía contrato ni ningún tipo de protección. El patrón subió al jornalero a una furgoneta y lo dejo tirado en la puerta de su casa, con el brazo amputado en una caja de frutas. Satnam Singh, que tenía 31 años, dos años menos que el Satnam Singh millonario, murió después de dos días de agonía. Era el 19 de junio de 2024.

Sucedió en la provincia italiana de La Latina, pero no es una anécdota sino el reflejo de una época. Ocurre con otros protagonistas y otros desenlaces en los campos de fresa en Huelva, donde la mano de obra carece de derechos y es carne de abusos laborales y sexuales por parte de los patrones; o en los invernaderos de Almería, donde miles y miles de migrantes deben vivir en poblados de chabolas, sin contrato ni derechos, tal como cuenta Pablo Miranzo en el reportaje fotográfico del último número de la revista de El Salto. También ocurrió y sigue ocurriendo en la frontera de Melilla, donde la vida de cientos de migrantes aparece como carne de negociación entre el Gobierno del PSOE y el Reino de Marruecos. Es el signo de nuestro tiempo.

La otra cara de los discursos de extrema derecha, aquellos que culpan del fin del Estado del bienestar y de la decadencia de Europa al otro, es la deshumanización. Sobre eso nos han enseñado mucho los procesos de colonización y genocidio que nos preceden: para odiar a alguien, lo primero es arrebatarle sus atributos humanos. Después todo es justificable, hasta la mayor de las atrocidades.

En Oriente Próximo, la deshumanización de la población palestina pretende justificar la anexión territorial y la aniquilación —por muerte o por exilio— de millones de personas. En Europa, a estas alturas resulta más que evidente que ningún partido de extrema derecha pretende cerrar fronteras, sino que los millones de trabajadores extranjeros que necesita el continente para mantener su modelo y estatus, como el Satnam Singh pobre, sean desechables.

Y en eso, más allá de los discursos altisonantes y populistas de resonancias posfascistas, las coincidencias entre la extrema derecha con los partidos conservadores y, sí, también con la socialdemocracia —y, sí, también con el PSOE—, son cada vez mayores.

El auge de la extrema derecha en España, Francia, Italia, Alemania, Austria o los Países Bajos introduce un elemento más de preocupación sobre el futuro de las libertades en esta región. Pero no es ni de lejos el más peligroso. Si algo debería quitarnos el sueño es que los partidos del establishment europeo terminen asimilando el programa ultra para no perder su posición de privilegio.

Tomado de El Salto

Imagen de portada: Vista aérea de un asentamiento chabolista para temporeros en Lepe, Huelva, España. Foto: RT.

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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