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Sumario…
por Marina Menéndez Quintero
PENSAR en el escenario postelectoral en Venezuela hace temer momentos de tensión ya latentes y anunciados por una guerra de encuestas poco vista en ese país desde la llegada del proceso bolivariano, y precedida por la reticencia de la derechista Plataforma Unitaria Democrática (PUD) a asumir el compromiso de respetar lo que emita el Consejo Nacional Electoral (CNE) en la noche del domingo, día de la votación.
La malévola hipótesis del fraude, echada a rodar por los representantes de la PUD cuando resultó imposible postular como su candidata a la política María Corina Machado —inhabilitada para ocupar cargos públicos desde 2015—, fue la primera señal de que habrá el reiterado intento de desconocer los cómputos si estos favorecen al presidente Nicolás Maduro, como anuncia un grupo de los sondeos opuestos a los estudios de opinión que insisten en que el candidato de la PUD es quien tiene mayores intenciones de voto e, incluso, muestran a su favor índices supuestamente aplastantes.
Analistas locales dignos de todo crédito denuncian que tales sondeos están manipulados y asesores de la oposición citados por estos, como el economista Francisco Rodríguez, han reconocido que las encuestas estarían sobredimensionando el voto opositor para crear una percepción favorable a su candidato.
En tanto, el aspirante finalmente inscrito en representación de esa derecha dura, Edmundo González, busca captar los adeptos que tenía María Corina, verdadera protagonista de los actos de campaña de un exdiplomático sin carisma, trascendencia, ni absolutamente algún proyecto serio de Gobierno como no sea entregar el país nuevamente a lo que fue la IV República. Gonzáles es, sencillamente, el nuevo fantoche de esa derecha y camina manejado al antojo de María Corina, al punto que un acto de campaña previsto y al que Edmundo no asistió, dijo que por enfermedad, ¡fue liderado por ella!
No debe dudarse de que la PUD tratará de ilegitimar el proceso desconociendo los resultados que no le convengan; como tampoco puede ponerse en tela de juicio que, en caso contrario, arrasaría hasta con los emblemas rojos del “chavismo” y pondría al país, sencillamente, en las manos de sus mentores: Estados Unidos.
Resulta difícil pensar en ese “supuesto negado”, al modo de decir venezolano. Le costaría mucho a la reacción desarticular los planes sociales y, tanto como ello, el compromiso de la importantísima parte del pueblo que no solo es beneficiaria sino protagonista de esos programas; echar por tierra los lazos comerciales en busca del mundo multipolar desarrollados por el ejecutivo pese a la presión estadounidense y sus medidas punitivas, y toda la armazón institucional que ha democratizado la vida venezolana desde 1999, fecha de la llegada de Hugo Chávez al poder. Pero esa derecha alineada a los poderes imperiales, no vacilará en intentarlo.
Mientras, son visibles esfuerzos del Gobierno y las instituciones por garantizar una paz postelectoral que aquella misma derecha ha vuelto precaria en varios momentos recientes de la vida nacional, como las guarimbas de 2017 y el asesinato a mansalva de cualquier ciudadano identificado como “chavista”. Las piras humanas de aquellos días fueron una advertencia escalofriante de hasta dónde puede llegar la saña de ciertos sectores opuestos al proceso revolucionario.
Maduro no solo ha defendido el respeto al resultado electoral convocado por el máximo ente del proceso con aquel documento de compromiso no suscrito por la PUD; además, gestó un Frente de Paz conformado en los días recientes y ha reiterado la intención de establecer un gran diálogo nacional una vez concluidos los comicios.
La advertencia sabida pero reiterada esta semana por el presidente del Tribunal Supremo, Tarek William Saab, de que no se permitirán conteos ni emisiones de supuestos datos paralelos al CNE, y que quienes desconozcan esa reglamentación pueden resultar penalizados, constituye otra advertencia de que aquellos sectores están empeñados en invisibilizar al juez electoral y dañar la paz cuando hayan cerrado las urnas.
Un interesante artículo del sitio Misión Verdad ha revelado la creación en Miami de un supuesto centro de cómputo erigido por personas afines al partido de Machado, Vente Venezuela, desde donde se pretende declarar un fraude el día de las elecciones, al tiempo que voceros de la PUD afirman que solo reconocerán las boletas que elaborarán sus representantes en los distintos centros de votación.
Todas estas acciones forman parte, a la postre, de la gran campaña de desinformación que ha sido base de toda la agresión incrementada contra Venezuela desde 2015, durante el gobierno estadounidense de Donald Trump, y tras la llegada de Nicolás Maduro.
Las medidas punitivas contra la economía nacional que maniataron las posibilidades de Pdvsa y, con ello, impidieron los ingresos a cuenta del principal rubro del país, intentaron señalar a Venezuela como un Estado fallido al traspolar al ejecutivo la carga que esas sanciones representaron a los estómagos y los bolsillos del pueblo.
El intento de ilegitimar al Gobierno mediante el risible nombramiento desde Washington del opositor Juan Guaidó como supuesto presidente interino hoy derrotado y abrigado en Estados Unidos, fue otro elemento manipulador.
Haber vencido las adversidades en el plano económico con el desarrollo de la agricultura y el establecimiento de nuevos convenios comerciales que diversificaron el espectro de la inversión y la exportación petroleras, son éxitos que se anotan a Maduro, así como fueron el prestigio, la solidez y la seriedad del Gobierno las que derrumbaron aquellos amagos por ilegitimarlo, con la compañía del pueblo chavista y de una Fuerza Armada Bolivariana que se mantiene fiel a la institucionalidad y al legado de Hugo Chávez.
Tales elementos no debieran ser olvidados por la ciudadanía, y mucho menos desestimados por la derecha en este momento crucial.