Che desde el lente de Korda
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Los periodistas y la sobrevida del Che

Si una imagen ha capturado los imaginarios de una época, definitivamente es la captada por el lente de Korda del rostro del Che en ocasión de la despedida de duelo de las víctimas de la explosión del vapor La Coubre.

Su expresión al descuido, la mirada indignada y acusatoria, la inseparable boina rematada por la estrella son razones, entre muchas otras, de los porqués de una de las fotografías más reproducidas de la historia que sigue inspirando a tantos combatientes ante las luchas y quimeras del nuevo siglo.

La leyenda del Che —aún en construcción— se alimenta de recapitulaciones. Para la mayoría de los cubanos, el Guerrillero Heroico tiene ganado por méritos propios un lugar especial en el pecho, justo donde se alojan esos afectos entrañables y difíciles de explicar si se piensa solo en la razón o la lógica.

Y es que el Che tiene dos vidas, una terrenal y otra en el plano de las ideas que abrió sus alas justo al momento de recibir el gatillazo fatídico aquel 9 de octubre de 1967. Es esa una existencia omnipresente allí donde se comete alguna injusticia, donde los pueblos cansados han dicho basta y han echado a andar, o en la aspiración de quizás algún día ser, aunque sea, un poco parecido a él.

Su sobrevida comienza precisamente ahí, cuando decidimos dejar de formular solo en palabras aquello de ser como él y empezar a actuar en función de honrar esa máxima, cuando encontramos una consecuencia de acción a la arenga y no la dejamos solo en verbo muerto.

Che es una invitación inquietante para algunos a continuar el camino con la adarga al brazo y bajo el costillar de Rocinante, a ser críticos ante lo mal hecho y decirlo llanamente sin sopesar los problemas que esto pudiera causar, convertirnos en ejemplos en lugar de déspotas.

De esas y otras provocaciones tiene que beber nuestra prensa al acometer sus transformaciones y actualizaciones en función de alcanzar ese nuevo modelo largamente soñado. Es materia de reflexión entre todos qué aspectos se llevan bien a la práctica y cuáles otros nos merecerían su crítica cruda y preclara.

No olvidar en el camino —sin importar las dificultades y carencias— que existe un horizonte común llamado socialismo y que no hay urgencia, concreta o a conveniencia, que justifique su difuminación. Recordar a los humildes que hicieron y por quienes se hizo la Revolución, esos con los que siempre echó su suerte el Che. Sólo así los periodistas desde nuestras trincheras podremos hacer honor a su sobrevida.

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