La Habana, 21 may (ACN); eso escribiríamos de cabecera en un día como otro cualquiera, pero decir los 50 años de la Agencia Cubana de Noticias resuena en un colectivo que hace posible el ejercicio de un periodismo de vanguardia.
Comúnmente reducido su nombre a esas tres letras insignias que acumulan en sí el prestigio de un medio puntero que ha despertado la admiración, y por qué no decirlo, cierta intimidación entre tantas generaciones de estudiantes de la carrera.
En mi caso, dos factores decantaron la decisión de iniciar el ejercicio profesional en ACN: la necesidad autoimpuesta de reivindicarme en la asignatura de Agencia (la más desastrosa en mis tiempos de estudiante) y en la incertidumbre de graduarse en medio de la pandemia.
Tocó a solo 17 días salir al ruedo en una marcha de las Antorchas con toros igual de fieros y atemorizantes capaces de oler el miedo y la inexperticia. Algo así como lanzarse al vacío, o mejor dicho, sumergirse en la profundidad noticiosa y llevar esa inmersión a buen puerto sin ahogarse en el intento.
Luego, cada cosa llevó a la otra. Las primeras coberturas, guiadas más por la empiría que por la práctica, los nervios y dudas iniciales en el preámbulo de un gran evento, las erratas tontas y las no tanto que provocaron en más de una ocasión el deseo de enterrar la cabeza en un hueco como el avestruz.
De convertirse en reportero, fotógrafo, editor, radialista, twittero, camarógrafo y otras tantas funciones insospechadas, todas ellas a la vez.
Para los que pasan por sus predios, la Agencia es una productora por excelencia, no solo de informaciones, sino de sentimientos encontrados, algunos más contradictorios que otros, pero que nunca pasará indiferente para las personas que la conocen en toda su intensidad. Un lugar para atreverse, intentar, derrumbarse tras una nota retornada, de levantarse de nuevo para terminarla con roña periodística renovada, del crecimiento personal al descubrir los escollos superados en el camino y como ya eres capaz de saltarlos con facilidad.
Aunque mis dos años y medio son apenas un segundo en cinco décadas de historia, me atrevo a decir que, si bien pequeña, mi huella he dejado y ella a su vez en mí. Y eso es posible al ser parte de una tradición que, sin desentenderse de sus raíces, recuerda a sus glorias pasadas en el proceso de transformarse a la altura de los tiempos actuales y buscar en estos las glorias nuevas.
Esa Agencia; antaño AIN, hoy ACN, impregnada en los nombres que le han nutrido a través de los años. Esa maquinita de moler carne, como le llaman algunos, que en su triturar de horarios y planes, recompensa al beber caliente y recién extraído de la fuente el néctar de ese periodismo que elegimos y soñamos, devorador de carnes y de entrañas.
En esa obsesión de informar, me complace anunciarles que la ACN reporta y así continuará mientras haya noticia por contar.
Foto de portada: ACN