GLORIAS DEL PERIODISMO CUBANO NOTAS DESTACADAS

Edda Diz y la caminata del periodismo

Se sintió como cuando un colega envía un texto de lejos: el presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que este 14 de Marzo hacía fuera de la capital la “cobertura” en vivo de otras de sus responsabilidades, hizo también, a distancia, las conclusiones del acto central por el Día de la Prensa Cubana desde el momento en que Maridé Fernández López leyó, en el Memorial José Martí, el mensaje con que habían despertado todas las redacciones del país.

En efecto, desde el podio, la vicejefa del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido optó por compartir en su voz un comunicado –dijo ella- “que, más que mensaje, es un llamado a hacer y transformar”. Uno que, dentro del gremio, puede asumirse también como agudo editorial.

Con Martí al centro, como siempre, el Memorial estaba repleto: Tubal Páez y Ricardo Ronquillo –Presidente de Honor y presidente en mandato de la UPEC, respectivamente-; Alfonso Noya, presidente del Instituto de Información y Comunicación Social; el Héroe de la República Fernando González, líder del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos; y Katia Rodríguez Ramos, secretaria nacional del Sindicato de la Cultura, acompañaron a directivos de la prensa, reporteros legendarios o noveles y decenas de invitados que compartieron la pertinencia del llamado cercano de Díaz-Canel, aunque esa tarde no estuviera con ellos.

Ya Edda Diz Garcés había hecho un hermoso discurso de recepción del Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la Obra de (su) Vida, ya varios de los ganadores del Premio Anual Juan Gualberto Gómez, por el trabajo de 2024, habían tomado los suyos y otros tantos colectivos hecho lo mismo con los lauros del Festival Nacional de la Prensa, cuando las palabras del jefe de Estado recordaron valores que en las editoras pueden erigirse lo mismo en carta de estilo que en código de ética.

“La prensa cubana, la auténtica prensa cubana, ha sido y sigue siendo un baluarte de resistencia”, señaló Díaz-Canel en el mismo párrafo en que recuerda que “… el periodismo cubano, por encima de inconformidades y demandas, ha sabido actuar con la ética y la pasión de los genuinos revolucionarios, profundamente comprometido con el pueblo del que nació, con la Revolución que lo formó y con los valores que nos definen como nación”.

El presidente del país duda de que “… se hayan dicho, antes o después, palabras más bellas y exactas para describir la misión del periodismo que necesita la Revolución en su infatigable búsqueda de una sociedad más justa y solidaria” que aquellas de Martí el 14 de Marzo de 1892, en el pórtico de Patria, su periódico fundado “para juntar y amar, y para vivir en la pasión de la verdad”.

“Editorial” al fin y al cabo, el mensaje fue el equilibrio entre orgullo e inconformidad: “… la prensa cubana, con todo lo que ha avanzado y crecido en los últimos años, sigue sufriendo el lastre de prácticas obsoletas en el lenguaje, las formas y los tiempos, como lógica consecuencia de años de ejercicio en la trinchera. Y porque la hora del peligro no ha pasado pesan, y mucho, aún esos lastres, pero por esa misma razón, hoy está nuestra prensa agresivamente retada, por la tecnología y la maravillosa originalidad de nuestro pueblo, a transformarse creativamente…”.

¡La maravillosa originalidad de nuestro pueblo! ¡He ahí un gran desafío! Son claros el texto y el subtexto del mensaje: “… el periodismo cubano tiene la responsabilidad de superarse a sí mismo, como un faro de veracidad y ética”, dijo de lejos Díaz-Canel en voz de Maridé y más de uno entendía que, entre otros compañeros, ahí alumbraba una colega-ejemplo: Edda Diz Garcés.

“Parece que, realmente, cuando no es del todo muda la modestia habla bajito: recibido su Premio, Edda Diz Garcés templó el podio con una vocecilla de reportera de práctica o aprendiz de periodismo, como si no hubieran pasado cincuenta años de hondura”. Foto: Omara García Medeos/ACN.

Mientras Gustavo Robreño, el presidente del jurado que la premió, leía el acta del fallo, Edda miró por un instante –jíbaro él, apenas perceptible por las pupilas de escasos reporteros- a su esposo e hijo, y cualquiera que se llevara la estampa al vuelo de un zunzún tiene que haber llegado a casa muriendo por saber: ¿cuánto cariño intenso, cuántos párrafos largos, qué talla de gesta familiar cabrían en ese pestañazo?

Parece que, realmente, cuando no es del todo muda la modestia habla bajito: recibido su Premio, Edda Diz Garcés templó el podio con una vocecilla de reportera de práctica o aprendiz de periodismo, como si no hubieran pasado cincuenta años de hondura. Poco a poco entonó su verdad, porque el volumen que la caracteriza está en los actos, más que en decires.

Recordó la idea ya clásica de Eduardo Galeano sobre la utopía que está en el horizonte y se aleja cuando queremos acercarnos. Galeano le encontró definitivamente la mayor utilidad a la utopía: caminar. “Es lo que he hecho durante mis últimos cincuenta años…”, dijo la homenajeada, que no demuestra ningún interés en detenerse pese a que su expediente laboral la tache, desde hace poco, de periodista jubilada.

“…¿cuánto cariño intenso, cuántos párrafos largos, qué talla de gesta familiar cabrían en ese pestañazo? “. Foto: Omara García Mederos/ACN.

Edda es garciamarquiana convencida, pero no recordó esta vez –cual cierto personaje inolvidable- el día que conociera el hielo, sino su acercamiento de inicio a la letra de imprenta cuando era corresponsal voluntaria del periódico holguinero Ahora, años después su primer medio de prensa.

Allí aprendió “… no solo a hacer periodismo, sino a sentir la emoción ante el olor a tinta y el ruido de los linotipos, gracias a un maestro del mejor oficio del mundo a quien todos llamábamos Cuqui Pavón, un jefe de redacción quijotesco que disfrutaba como nadie, pero que también arrastraba a los más jóvenes con sus charlas sobre periodismo durante el trayecto que en las noches y madrugadas hacíamos hasta la cafetería piloto más cercana de la casona de la calle Rastro en la que aun a veces estoy en mis sueños”.

¡Ese no es solo un párrafo hermoso, es una hermosa vida de mujer!

Como Díaz-Canel, Edda también nos deja su mensaje: invita a revisitar el periodismo en que se formó y llama a “… hacer lo posible y lo imposible para que, sin renunciar a la academia, ni al teletrabajo ni a las nuevas tecnologías que tienden a distanciarnos, nuestras redacciones vuelvan a estar llenas de periodistas”. Por si alguien duda, regresa con Galeano: “En estos tiempos parece una utopía, pero recordemos que las utopías sirven para caminar”.

Ahora que no es la directora de su agencia ACN y si lo quiere se marcha a casa con el Premio más grande de periodismo en Cuba, ella pudiera desentenderse de lo que pase en la editora, pero Edda Diz –lo dijo ella misma- es otra caminante camino a la utopía: “Tenemos que sumar a los jóvenes, atraerlos y enamorarlos en el quehacer diario para lograr su permanencia en nuestros medios y garantizar la continuidad”.

Así es esta mujer que tasa en justo verbo el peso de su Premio, por el nombre, y lo reparte en el sinfín de gente que en un sendero de cinco décadas la tocó y fue tocada por sus manos de reportera. Seguramente, al cabo, muchos quieran agradecerle, pero Edda Diz Garcés resulta tan modesta que insiste en que lo que le premian es, más que Obra, su decisión de vida. ¡Qué manera de caminar!

Imagen de portada: Edda Diz Garcés, cuando recibió el Premio Nacional de Periodismo José Martí por la Obra de la Vida. Foto: Omara García Mederos/ACN.

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Enrique Milanés León
Forma parte de la redacción de Cubaperiodistas. Recibió el Premio Patria en reconocimiento a sus virtudes y prestigio profesional otorgado por la Sociedad Cultural José Martí. También ha obtenido el Premio Juan Gualberto Gómez, de la UPEC, por la obra del año.

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