Cubaperiodistas recomienda

En sus pupilas está la Historia viva

Hoy 29 de enero de 2025 se cumplen los primeros cien años del natalicio de Raúl Corrales Fornos, el gran fotógrafo de la denominada “fotografía de la épica revolucionaria”, etiqueta que identificó a un puñado de artistas del lente de enorme talento, registradores creativos de la intensa vivencialidad de los primeros años de la Revolución cubana en el poder.

Lo conocí de la mano del escritor Jaime Saruski, su amigo y colega en los intensos días del Retrograbado del periódico Revolución. Con el polaco, como le decía a Saruski, fui a su casa las primeras veces, después me convertí en visitante asiduo en la casita de Cojímar. En aquellos diálogos siempre afloraba la fotografía y sus avatares desde que, siendo apenas un niño, tomó una camarita en sus manos. Llegar a una existencia longeva, venir de una familia muy humilde, haberse alegrado hasta la felicidad por el triunfo de enero de 1959 y contribuir con sus fotografías a la promoción de la Revolución cubana ─de la que conoció personalmente a sus principales líderes, a quienes retrató─, hizo que Corrales acumulara una experiencia vivencial que se convirtió, con el decursar del tiempo, en ricas memorias y anécdotas asociadas a la imagen.

“La Revolución en su despegue le ofreció el gran espectáculo de las imágenes…”

Su obra fotográfica, que hizo sin la menor conciencia de que estaba haciendo arte, es una de las más completas y relevantes de la historia de la fotografía en Cuba. Junto a sus colegas del rotativo Revolución, Corrales levantó un edificio de imágenes del primer decenio del proceso revolucionario cubano que es una suerte de crónica visual de aquellos años formidables. La Revolución en su despegue le ofreció el gran espectáculo de las imágenes, el multitudinario y poderoso escenario de la sociedad en erupción; y lo supo registrar junto a otros que convirtieron, entre todos ellos, esas imágenes en palomas mensajeras que llevaron a los cuatro puntos cardinales los rostros de los líderes y del pueblo que los apoyó. Con sus fotografías contribuyeron decisivamente a que la Revolución deviniera imagen mediática y circulara por el mundo con una fuerza visual imponente.

A Corrales le gustaba mucho conversar sobre ese pasado que transmutó en espléndidas imágenes. Según me confesó una vez, Margaret Bourke-White fue su referente en la fotografía, la admiró y estudió. Otros grandes también concitaron su atención crítica. La famosa anécdota del encuentro suyo y de Korda con Richard Avedon en Nueva York, en 1959, la contaba a veces con desgano, de tanto repasarla. Es la experiencia que ambos fotógrafos, de casi la misma edad que Avedon, tuvieron durante el primer viaje de Fidel a Nueva York, ocasión en que dispusieron de un breve tiempo para encontrarse los tres en el estudio del norteamericano. Cuando le mostraron las fotos de cada uno, Avedon les dijo sin titubear, “Sigan fotografiando la realidad de la revolución, son las mejores fotos”. Ya Avedon era un fotógrafo que gozaba de gran reconocimiento internacional por sus fotos de moda, pero se dio cuenta al instante de que ni las fotos de moda de Korda, ni las de Cojímar de Corrales, emulaban con las extraordinarias instantáneas tomadas por ellos de lo que sucedía en Cuba producto del huracán social.

Para Corrales mirar se convirtió con los años en un ejercicio natural de destreza. Me comentó que observaba escenarios, esquinas, personas, componiendo y encuadrando mentalmente, conformando así una suerte de sensibilidad instruida que se adiestró hasta la perfección. Suya era la divisa de “Yo miro y veo”, algo que parece simple pero no lo es, nos decía que lograba crear imágenes cuando las detectaba en su mente. Las escenas que documentó no se parecen a las de ningún otro fotógrafo; son imágenes únicas y me atrevo a decir algo arriesgado, pero que es una convicción: no se puede escribir la historia de la fotografía cubana, la de antes y después de 1959, la presente también, sin su nombre y sin su obra.

“…levantó un edificio de imágenes del primer decenio del proceso revolucionario cubano que es una suerte de crónica visual de aquellos años formidables”.

El reportaje gráfico de Playa Girón es soberbio y algunas de esas fotos conservan un velo que ocasionó el agua de mar pues Corrales cayó del tanque encabritado por los arrecifes cuando Fidel ordenó acercarse al buque Houston, semihundido en la costa. Inmediatamente le indicaron marchara a La Habana a salvar esos fotogramas del efecto del salitre, cuatro de los rollos se perdieron para siempre. Corrales llegó al batey del Central Australia, a la casita que ocupaba Abraham Masiques, por órdenes de Celia Sánchez, quien le dijo que documentara lo que estaba sucediendo y tratara de fotografiar a Fidel. De ahí salió a buscarlo y lo encontró en Pálpite, uniéndose a la comitiva hasta Playa Girón. Los otros fotógrafos que se encontraban en la Ciénaga de Zapata cubriendo la batalla fueron Ernesto Fernández, Tirso Martínez, Mario Collado y Bob Thaber, pero ellos no tuvieron la oportunidad de permanecer tanto tiempo con Fidel en aquellas horas. Las imágenes más importantes de la presencia del jefe revolucionario en esos momentos claves correspondieron a Corrales, él fue quien pudo realizar el reportaje más completo.[i]

“El reportaje gráfico de Playa Girón es soberbio…”

Corrales realizó algunos de los primeros ensayos fotográficos de nuestra visualidad, enseñó con ellos un camino a los demás, realizó fotos que se convirtieron en referentes, fue el ojo de los sesenta, pero, ya antes, en los cincuenta, había logrado imágenes de hombres y niños humildes, de Cojímar, del escritor Ernest Hemingway, y de simples pescadores, algunas de ellas verdaderas obras maestras. El ensayo fotográfico sobre las escuelas al campo, de 1980, es ejemplar en cuanto a la composición de las imágenes y la frescura y originalidad lograda.

“El ensayo fotográfico sobre las escuelas al campo, de 1980, es ejemplar en cuanto a la composición de las imágenes y la frescura y originalidad lograda”.

Corrales fue un fotógrafo muy respetado en el gremio. Fui testigo del reconocimiento auténtico que Corrales recibía siempre de los demás protagonistas de la denominada “fotografía de la épica” (Korda, Liborio Noval, Roberto Salas, Ernesto Fernández, entre otros), que le llamaban maestro, y nunca fue por ser mayor que algunos de ellos.

Nunca olvidaré la tarde de 2004 en que leí el elogio que acompañó a la entrega del Doctorado Honoris Causa, otorgado a Corrales por la Universidad de las Artes (ISA). Él estaba feliz, radiante y las imágenes tomadas por alguno de los presentes dejaron registrada esa felicidad. Fue un reconocimiento que Corrales no esperaba y cuya recepción alegró a todo el gremio fotográfico del país, por merecido y por ser él la persona que era.

Raúl Corrales será recordado por sus imágenes y por su vida. Fue cronista de su tiempo, pero ─por encima de todo─ fue un artista. Lo diré mejor, un gran artista. Todavía es temprano para juzgar su obra, es necesaria la distancia de los años para ser objetivos, pero algo se puede adelantar: fue un artista de una estatura tal que el tiempo y la crítica se encargarán de colocar en su verdadera dimensión. Este primer centenario y los homenajes que se le están dedicando son prueba de ello (Tomado de La Jiribilla).

Notas:

[i] Una de las fotografías más divulgadas de Fidel en Girón, la del comandante tirándose del tanque, es de la autoría de Mario Collado.

Imágenes: Cortesía del autor.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *