“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. El de Cien años de soledad es, sin dudas, uno de los comienzos más conocidos de la historia de la literatura latinoamericana en todo el mundo. Una oración potente y sugestiva que invita a adentrarse a la novela más popular de Gabriel García Márquez. Su monumental adaptación audiovisual, en la serie de dos partes de ocho episodios cada una que Netflix estrena el miércoles 11, no podría empezar de otra manera. Sin embargo, esa literalidad finaliza en ese mismo instante, ya que la serie asume la gran idea de dejarse llevar por el realismo mágico para -con libertad pero también respetando el espíritu de la obra- desarrollar una producción audiovisual que transpira Macondo, Colombia, las pasiones intrínsecas de las distintas generaciones de los Buendía y, fundamentalmente, la sensibilidad creativa del premio Nobel de literatura.
Llevar adelante la adaptación audiovisual de un clásico literario siempre es un reto. Hacerlo de nada más y nada menos que de Cien años de soledad, con sus tiempos circulares y recovecos familiares a lo largo de un siglo, era una tarea titánica. Imposible de realizarse en las dos o tres horas que puede llegar a durar una película. Tal vez por eso García Márquez siempre fue reacio a que su obra llegara al cine. ¿Cómo trasladar tanta literatura y vuelo imaginario a ese formato? La tan celebrada era de las plataformas trajo, entonces, la posibilidad ideal para darle una oportunidad a aquella idea tantas veces rechazada por el escritor colombiano. Y vaya si la serie de Netflix la aprovechó, con una producción que tiene poco de Hollywood y mucho de las raíces latinoamericanas.
“Mi padre, en vida, decía que si se pudiera filmar Cien años de soledad en muchas horas, en español y en Colombia, quizá lo consideraría. Eso fue lo que nos movió años después a mi madre, a mi hermano Gonzalo y a mí a considerar vender los derechos para que se hiciera la adaptación”, cuenta Rodrigo García, hijo del escritor, sobre la decisión de dar vía libre a la serie. “Para nosotros era muy importante que la adaptación se hiciera en los episodios que fueran necesarios, en español, filmada en Colombia, con directores, guionistas, técnicos, productores, y en su mayoría con actores colombianos o latinoamericanos. Netflix también estuvo de acuerdo con eso y se comprometió a que la serie tuviera una producción que estuviera a la altura de la fama del libro. Creo que lo han logrado tras un arduo trabajo”.
La primera de las dos partes de ocho episodios de Cien años de soledad se podrá ver en la plataforma de la N roja desde el miércoles. La adaptación de la novela, que se publicó por primera vez a medidos de 1967 en Buenos Aires, cuenta lo que los lectores ya conocen, poniéndole imágenes, diálogos, colores y música a la historia que comienza con la aventura que emprenden los primos José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, dejando atrás su pueblo natal ante el rechazo de sus padres por el vínculo amoroso que los unía, en busca de un nuevo lugar en el que puedan ser felices. La fundación de Macondo, ese pueblo utópico a la vez que cercano al calor de los lectores y ahora televidentes, encuentra en la serie una belleza que es capaz de contener a una trama que desparrama erotismo y sexo, violencia y pasión, ingenuidad y amor, conflictividad y renacimiento sin forzar absolutamente nada. “Es una lectura poética de nuestra cotidianidad, una manera de soportar con belleza nuestras propias tragedias”, afirmó la directora Laura Mora sobre Cien años…
Basándose de una producción impecable (Dynamo es la empresa que se encargó de la realización, la misma de la serie Narcos), Cien años… logra captar el espíritu de la obra original, a fuerza de una recreación de la época, personajes y lugares que conforman un fresco en el que las tensiones familiares de los Buendía y las pasiones que se desencadenan alrededor de Macondo encuentran mucho más que un lugar posible. Y lo hace con el debido respeto que la novela necesita, sabiendo que en cierta forma no es un homenaje a una obra sino a toda una cultura, pero con la libertad creativa que el mismo autor siempre promovió.
“Lo que hace Gabo con el realismo mágico y esos eventos conectados a la naturaleza -reflexiona la guionista Natalia Santa- es dar un grado de extrañamiento para mostrar lo que logramos los colombianos, que es atravesar la dureza de nuestra realidad haciéndonos los locos”. Como en la novela los diálogos no abundan, la adaptación contó con un fino trabajo de los guionistas para sumar las conversaciones necesarias para el ritmo de la serie. “Lo más importante era capturar ese humor negro, esa inmediatez en la respuesta que tiene Gabo, de esos pocos diálogos que tiene la obra,” agrega Santa. Además, la ficción audiovisual suma la figura de Aureliano Babilonia, como un narrador que asume las palabras de García Márquez en la novela.
La traslación al audiovisual de Cien años… se filmó íntegramente en Colombia, fundamentalmente en la ciudad de Ibagué y el pueblo de Alvarado, en el departamento de Tolima. Allí, en un terreno de 540 mil metros cuadrados se montó Macondo, cuyo set principal tiene cerca de 17 mil metros cuadrados de construcción, con 130 edificaciones independientes, entre fachadas y espacios de filmación de exteriores e interiores. La idea de construir todo desde cero tenía un sentido: ser lo más fiel posible a las descripciones que García Márquez hizo de Macondo y a su vez imprimirle a ese pueblo todos los cambios que evidenció a lo largo de todo el siglo en el que transcurre la novela. El elenco está conformado casi en su totalidad por actrices y actores colombianos, con la excepción de los personajes extranjeros, como Pietro Crespi y Melquíades. El centenar de actores y actrices que forman parte de Cien años…representan la diversidad cultural, étnica y racial de Colombia.
Sin pretensión de compararse con la obra escrita ni con los múltiples universos que dispara en la imaginación de cada lector, la serie resulta una interesante y lograda propuesta para que los espectadores se dejen llevar por una entretenida y tal vez diferente manera de imaginar el universo creado por García Márquez hace más de medio siglo. Un Macondo posible (y sentido) perdido en entre tanta serie digitada por el algoritmo.
“Queremos honrar el legado de la obra”, explica la directora. “Pero también es importante señalar que el libro es el libro y que nada puede igualarlo. Son dos lenguajes distintos, que el lenguaje audiovisual muchas veces tiene limitantes y que en muchos casos no podemos competir con la imagen que construye cada lector”(Tomado de Página 12).