La investigación en comunicación en América Latina y el Caribe se ha caracterizado por estar directamente relacionada con la visión crítica de la realidad, la resistencia a los procesos de dominación y la compresión de las luchas emancipatorias. Así acompañó los procesos sociales, políticos y culturales, sin perder por ello rigor científico. La mayoría de nuestras investigadoras e investigadores anclaron sus reflexiones en esos procesos para problematizar desde allí, atendiendo a la problemática y la realidad local sin renunciar a los aportes de las corrientes de investigación en todo el mundo. Esto permitió, entre otras cuestiones, salir de la mirada exclusivamente instrumental para transitar en el análisis de la comunicación vinculada a la cultura y a la forma de habitar el mundo.
Se buscó también poner en evidencia la relación comunicación-economía-política atendiendo además al impacto que el desarrollo tecnológico tiene sobre la vida cotidiana de las personas.
Esta perspectiva obliga a situar permanentemente en el territorio, recuperando allí la vida del sujeto concreto que lo habita en el entorno de lo que llamamos la vida cotidiana. Supone también ubicar a quien investiga no apenas como un observador ajeno, sino como un protagonista más en el mundo con el que interactúa. Es el camino para romper la distancia entre ciencia y realidad de quienes, con el argumento de una presunta y nunca demostrada “objetividad”, entienden el saber científico como opuesto a un saber popular, dando al primero un valor que se le niega al segundo.
Todas estas vertientes hacen un llamado permanente a la interdisciplina. Sin la comunicación no alcanza, pero solo con la comunicación no basta para explicar los procesos comunicacionales a los que nos enfrentamos.
¿Cuántas preguntas sobre el tema permanecen hoy todavía sin respuestas y deben ser indagadas mediante procesos de análisis e investigación?
Antes unas premisas. Toda investigación en comunicación tiene que hacerse desde la transdisciplina. La complejidad del momento, pero también la condición esencial de la comunicación, hacen inevitables las miradas transdisciplinares. Sin ello el mundo que nos rodea se vuelve indescifrable. Otro criterio debe atender a la continuidad de la línea del pensamiento latinoamericano de la comunicación. Hay un acerbo sumamente valioso, que sigue sirviendo como base y que tiene que ser aprovechado.
Sumado a ello: los estudios que se hagan deben apoyarse en la perspectiva del derecho a la comunicación como eje de análisis. ¿En qué medida ese derecho se está garantizando, cuáles son los impedimentos y por dónde caminar? Es decir, investigar centrando la mirada en el hombre, en la mujer latinoamericana, en su calidad de vida, en su cultura y en su bienestar.
Pero además toda investigación científica, académica, tiene que apuntar y señalar propuestas operativas para la acción. Es decir, generar insumos para la planificación desde la comunicación mediante la elaboración de estrategias comunicativas que sean un aporte a la mejora de la calidad de vida de nuestros pueblos en todos los niveles. Sin dejar de considerar el proceso de globalización, anclando en el territorio propio, pero tomando en cuenta que todo está conectado.
A partir de estos criterios se hace necesario trabajar en más y mejores inventarios de la realidad comunicacional. Hay bases de datos, hay información. Pero hay poca sistematización y análisis crítico sobre los datos. Y la velocidad de los acontecimientos impone permanente actualización y, sobre todo, generación de propuestas a partir de nueva información, aclarando también los relacionamientos entre tecnologías, economía, política, cultura y comunicación.
Los resultados que se logren en este nivel requieren de mediaciones pedagógico-comunicacionales que se pongan al alcance y al servicio de otros saberes disciplinares y de la política, pero muy especialmente de los profesionales del campo de la comunicación para que intenten traducir en su práctica conductas coherentes y apropiadas con los hallazgos que se hagan.
Lo anterior no puede desprenderse del impacto de los desarrollos digitales en la cultura y en la política.
Todo tendría que conducir a diferentes propuestas de planificación desde la comunicación como un campo de especialización en el que confluyen distintas escuelas de comunicación y diferentes modelos de planificación “con la finalidad de encaminar intervenciones comunicacionales sistemáticamente organizadas hacia el logro de objetivos que transformen positivamente las situaciones existentes” (Contreras, 2018, 21). Incluyendo allí un espacio para repensar el papel de comunicadores y comunicadores en el escenario actual de la profesión que hoy supera ampliamente lo que conocimos como periodismo que hoy requiere otros saberes y habilidades.
Porque como bien lo ha dicho Jesús Martín-Babero: “como fundamento y raíz de la socialidad, la comunicación viene a ser el tejido en que se entrelazan y se anudan los hombres. De ahí que toda revolución es la búsqueda de una forma nueva de cimientos de la convivencia” (Martín-Barbero, 2018, 83).
Texto e imagen tomados de Página 12.